Читать книгу El infame - Enzo Romero - Страница 12
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Оглавление¡Cordero! ¡Cordero!; ¡Pablo!, ¡dónde te metiste hueón!; ¡Cura!, ¡se perdió el Cura! Despertó con los gritos destemplados de unos niños de un curso menor, lo andaban buscando hace rato, le tocaba hacer la reflexión plenaria sobre el desierto, todos lo esperaban ansiosos en el gimnasio repleto. ¡Dónde te habías metido, Cura!, medio colegio te anda buscando, dijo Tavín, uno de los de sexto; estaba en trance, respondió Pablo, desperezándose; ¿en dónde chuchas?; el trance no es un lugar, es un estado del espíritu, sucede cuando te concentras mucho en algo y el alma como que abandona tu cuerpo; a mí me pareció más bien que te habías dormido; eso jamás, amigo mío, en el retiro de Algarrobo llegué a estar un día completo en trance, cuando estás en trance no necesitas comer ni tomar agua, porque Dios está cuidando de tu cuerpo; pero fumar parece que sí se puede, porque estás pasado a pucho, inquirió el otro chicuelo; es posible, si fumé fue sin darme cuenta, lo que pasa es que en el trance uno no es responsable de sus actos y el cuerpo se manda solo; entiendo, por eso seguramente también tienes ese olor a copete; así es el trance y el camino de la salvación, amigo mío, recuerda que Cristo también sufrió sus propias tentaciones en el desierto, y aunque en la Biblia no aparezcan con detalles, ¿quién les dice que Satanás no le llevó un vinito de contrabando para el desierto y así hacer tambalear su misión?, a mí eso me parece muy posible, que no hay nada más tentador que un buen vino, y si hubiera tenido cerveza, pues yo creo que también le llevaba una bien helada; cierto, mi papá siempre se anda tentando con eso y mi mamá lo manda a dormir al sillón, ¿y es muy difícil quedar en trance?; difícil y peligroso, yo lo he practicado por años, pero he sabido de casos en los que no vuelven del trance nunca más; chuta, hay que ser bien seco pa quedar en trance entonces; hay que comenzar por tener un corazón puro y libre de vanidad, luego de eso puedes partir con los ejercicios; ¿y en qué curso te enseñan a quedar en trance?; eso no se aprende en las clases, para eso se viene a estas jornadas de reflexión, luego tienes que pasar por Marcha y el Eje, y después, si te destacas, quizás te enseñen; menos mal que vinimos entonces, mi hermano me había dicho que acá venían puros sacos de huevas, pero ya veo que se equivoca, porque a él yo también lo he visto medio en trance mirando unas revistas secretas que guarda debajo del colchón.
En eso llegaron al gimnasio donde esperaban la llegada del orador principal, había practicado su discurso con el hermano Teófilo al que se había acercado luego de la huelga para el Día del Alumno, a Teófilo le había parecido prudente hacerse de más nexos con el estudiantado, extrañamente al final con eso no había pasado mucho, les obligaron a firmar una carta arrepintiéndose de todo y rejurando que nunca más iban a hacer huelgas en el Colegio; aunque Montenegro, Pitihue y los del Centro de Alumnos se negaron a firmarla, terminaron por perdonarlos a todos, parece que Catafirtol tenía un tío que era hermano marista o algo así, también decían que Montenegro le sabía un secreto al hermano Fernando y que lo obligó a reintegrarlos a todos, el asunto es que para la Semana Santa ya parecía haberse olvidado el incidente, si hasta el Vela, el Gato y el mismo Montenegro andaban en la jornada, aunque poniendo sillas y armando los escenarios, que era la honrosa misión que tenían que cumplir los Scouts en este tipo de eventos. También se rumoreaba que el hermano Fernando tenía ganas de irse de Chile y que partía a Asia o a África, antes del fin de año, y que por eso no les había hecho nada, que no se quería ir enojado con nadie, y que en el fondo era buena gente y hasta habían hecho un partido de profesores contra el Centro de Alumnos para recomponer las relaciones y el hermano Fernando jugó todo un tiempo, y aunque el Vela les había repartido patadas a todos no se habían enojado, y hasta habrían puesto la otra canilla, que es lo que corresponde a un buen futbolista cristiano, además habían pasado la cancha nueva del gimnasio, esa que no prestaban nunca, el mismo al que ahora entraba Pablo escoltado por sus dos edecanes de Sexto Básico, que lo seguían como si fuera el Bautista en persona, ni siquiera si todo hubiese estado planeado por el magnífico y magnánimo gran arquitecto del mundo, el discurso le habría salido mejor, la espera hizo que la expectación por escucharlo subiera hasta los cielos de los cielos, y con la seguridad que solo la fe y un poco de alcohol pueden suministrar a un espíritu adolescente, subió las escaleras del escenario como si fueran el mismo monte Sinaí. En primera fila, Cata y el Sapo Laguna lo miraban anhelantes y santificados, más atrás Daniela y los de su grupo, también algunos compañeros de curso, en la galería lateral los profesores y hasta, aunque bostezando, el hermano Teófilo; queridos amigos y amigas, se preguntarán qué puede venir a decirles un tipo como yo a ustedes en un momento como este, y yo les respondo: nada, absolutamente nada, así es, queridos hermanos, puesto que yo no soy quién para darles a ustedes el mensaje de Cristo, yo no soy digno de ser el portador de la buena nueva del Evangelio, y sin embargo aquí estoy, no soy superior ni distinto a ustedes, y es quizás esa la gracia del mensaje de nuestro Señor Jesucristo, no hay que ser nadie especial para poder entregarlo. En este desierto que hemos vivido juntos, me he dado cuenta de que todos somos llamados a vivir en Cristo, todos sin importar nuestros defectos y nuestras pequeñeces, es por esto que yo no tengo nada que decirles, sino que es Cristo mismo quien debe entrar en sus corazones con su mensaje de paz y de esperanza (en ese momento un colibrí, sí, ¡un colibrí!, se metió al gimnasio, provocando el asombro de todos los presentes), —¡mirad, hermanos!, un pajarillo, es Dios que se hace presente, ¡saludémoslo!—, todos comenzaron a alborotarse mientras el pobre pájaro se golpeaba contra las latas del techo —¡este es el mensaje de Cristo, que está aquí entre nosotros!, ¡recibámoslo con un aplauso!—, el gimnasio casi se viene abajo con el aplauso, el colibrí estaba que se infartaba; Pablo estaba entre satisfecho y preocupado, quería que el pájaro se fuera de ahí, si seguía chocando se iba a matar; afortunadamente, Sociate, uno de los auxiliares del colegio, se percató de la situación y corrió a abrir todas las ventanas hasta que el colibrí, después de pasar el peor susto de su vida, logró salir de aquel infierno.