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ОглавлениеLa idea de Teófilo era transformar al Instituto O’Higgins en uno de los mejores del país; contaban con una infraestructura de lujo para la época, una biblioteca mejor que la municipal y que cualquiera de la región, un gimnasio con piso de madera y un marcador gigante, y su estadio en las afueras, camino a Machalí: una joya, superior al de Santiago; algunos de sus exalumnos llegarían a ser diputados y hasta senadores de la República; casi siempre los hijos de los agricultores y latifundistas se dedicaban al campo, los de los ejecutivos de Codelco se convertían en ingenieros civiles o en minas para volver al Teniente, por esos años ya en manos del Estado chileno, los menos aventajados del coco tenían un porvenir asegurado en alguna rama de la oficialidad militar, solo faltaba convertir al colegio en una institución rentable para dar el salto final y pelear palmo a palmo con los jesuitas de Chillán y los del Verbo Divino en Temuco, y de paso disputarle la supremacía al Alonso de Ercilla de Santiago. Lo primero que había que hacer era implementar algunos ajustes en los sueldos, tal como en Quillota, pero no tanto, los profesores de acá contaban con el respaldo irrestricto de la Congregación. Rancagua era entonces una ciudad grande, capital de la zona y había que andarse con pies de plomo, el rector era el hermano Jesús, hombre afable pero algo corto de ideas nuevas, el colegio era prácticamente dominado por un grupo de profesores muy antiguos que manejaban al dedillo la pedagogía militar, espartana, mucho conductismo y creación de hábitos, forjar el temple para soportar el dolor y algo de darwinismo más intuitivo que académico, creían firmemente en los planteamientos de Encina con respecto a lo defectuoso de la raza chilena, la que había que enderezar a palos si era necesario, despreciaban olímpicamente la educación pública a la que consideraban de segunda categoría —pese a que la mayoría había salido de aquella—, lo que quedaba demostrado en la facilidad con que sus alumnos, robustos y bien alimentados, derrotaban en cualquier deporte a sus coterráneos flaquitos y de un metro sesenta como promedio. El Chico Cruz era el profesor de matemáticas y se encargaba de decidir personalmente cuáles serían los alumnos expulsados antes de Tercero Medio por no cumplir con el perfil del colegio, y si en ese mismo momento el hermano Fernando sorprendía a todos como el nuevo y joven rector del Alonso de Ercilla, explicando a su cuerpo docente que lo más importante era que los muchachos fueran felices al interior del colegio, y que los profesores eran los responsables por el aprendizaje de cada uno de ellos, en Rancagua las cosas marchaban en una dirección diametralmente opuesta; el hecho de que la ciudad fuera mucho más grande que Quillota, y la ideología imperante en el colegio, hicieron que este le pareciera al hermano Teófilo el terreno óptimo para desarrollar sus proyectos y avanzar en sus ambiciones.
Con todo respeto, hermano Teófilo, no nos parece oportuno plantear una rebaja en el salario de la plana docente, recuerde que este es un grupo probado y con resultados a nivel nacional, ¿dónde vamos a encontrar en Rancagua profesores dispuestos a trabajar por nuestro exigente proyecto si les rebajamos el sueldo?, recuerde que se ha abierto ese Colegio Inglés, varios de nuestros colegas ya han sido tentados desde allá, y se han quedado por el amor al trabajo que acá realizan; este es un proyecto que trasciende lo meramente económico, señor Gómez, comprendo que habla en nombre de un grupo muy respetable, pero creo que el diálogo es el camino al éxito, y todos sabemos que el éxito es lo único realmente importante en la vida, al fin y al cabo, nadie recuerda a los segundones ni a los fracasados, señor Gómez, nuestra invitación es a embarcarnos en una empresa que convierta a este colegio en el más importante de la Congregación y de cualquier congregación religiosa al interior de Chile, hay que dejar de lado, por un momento, nuestras legítimas aspiraciones personales y pensar en esto, respondió el hermano Teófilo; de acuerdo, hermano, pensaremos en sus propuestas y las plantearemos ante la asamblea.
No tuvo que leer ningún manual de marxismo para darse cuenta de que enfrentarse al poderoso sindicato le traería más problemas que beneficios, tampoco se sentía con el poder suficiente para hacer lo que sus sentimientos más profundos le indicaban, a saber: disolver el sindicato, que por esos años en Chile no valían un centavo, y hacer los ajustes que se le vinieran en gana, como lo había hecho en la abúlica Quillota; el hermano Jesús le había dicho en un almuerzo que hiciera lo que quisiera mientras no le diera dolores de cabeza, que esos profesores lo habían hecho bien hasta el momento, pero entendía que para el futuro la Congregación necesitaba fondos, sobre todo para financiar algunos colegios gratuitos que el hermano Fernando se había encargado de presentar como absolutamente imprescindibles ante las altas jerarquías de la Congregación, idea que al hermano Teófilo le parecía absolutamente descabellada, pero que apoyó en su momento con tal de no parecer un tipo conflictivo ni retrógrado con respecto a las resoluciones del Concilio Vaticano Segundo, concilio que los maristas acataron con recelo y que entonces ya venía de capa caída con el nombramiento de un Papa polaco, pero que en su momento pareció haber llegado para quedarse y cambiar definitivamente a toda la cristiandad.
Me parece que es lo mejor para todos, señor Gómez, sabemos quiénes son los profesores que están con el proyecto y los que no; eso es muy cierto, hermano, pero debemos velar por el bienestar en general, entendemos la rebaja de los auxiliares, un colegio no necesita una tropa de gente para barrer los patios, pero ¿no son indispensables los maestros?; los maestros siempre son y serán indispensables, señor Gómez, esto no es un despido, es una jubilación anticipada, se debe ver como una posibilidad, cuando una ventana se cierra puede que se abra una puerta, y hasta un portón, también es justo que las nuevas generaciones de maestros tengan una oportunidad de mostrarnos sus nuevas ideas, así, entre nosotros, los más viejos y cansados pero con experiencia, y los más jóvenes y briosos podremos construir el colegio que queremos, por supuesto que usted y los miembros de la mesa del sindicato no serán tocados e incluso serán promovidos, además del bono del que hablamos, pero es necesario que comprenda que las instituciones son entidades vivas y en perpetuo movimiento, las personas pasan y las instituciones quedan, señor Gómez, recuerde lo que le digo; le prometo que estudiaremos su propuesta y le responderemos a la brevedad, hermano; comprendo que la vida del profesor es difícil, hombre, pero tiene que relajarse un poco, lo noto muy estresado, mejor sírvame otro Jack Daniels y hábleme de su familia, fumémonos un cigarrillo y olvidemos por un rato nuestras posiciones; está bien, hermano; ¡Teófilo, hombre por Dios!, que también debajo de mis votos soy un hombre, sé que tiene mujer e hijos; una niña y un niño, hermano, el menor estudia acá, con un descuento que acordamos con el hermano Jesús, se entiende; ah sí, el de séptimo, muy buen alumno; es el mejor promedio de su clase, hermano, esperamos que estudie medicina; ¡en la Universidad Católica, me imagino!; por supuesto, hermano, no piensa en otra cosa, desde pequeño que Bernardito no hace otra cosa que jugar al doctor y sanar a sus amiguitos, con mi mujer le regalamos libros de medicina y un laboratorio para su cumpleaños; eso me parece excelente, mi amigo, a los niños hay que guiarlos desde pequeños para que encuentren su vocación, y qué mejor vocación que la de médico, abogado o ingeniero, que son las profesiones que mejor sirven al engrandecimiento de la sociedad y de la persona humana; eso justamente pensamos nosotros, hermano, mi mujer también es profesora y no sabe lo difícil que es, nos queremos comprar una casita en Pichilemu, para que Bernardito y la Francisca puedan pasar sus vacaciones como corresponde; de eso se trata la familia, Gómez, hay que luchar por el futuro de nuestros hijos, eso es lo único que al final de cuentas debe importarnos, usted me ve aquí, detrás de este mesón inconfortable, embrutecido, preocupado por el destino de esta gran familia que es la familia marista, como jefe del hogar debo tomar decisiones dolorosas y a veces incomprensibles para el resto, pero que siempre van en provecho del progreso y el bienestar de todos, así como usted a veces debe tratar a sus hijos como no quisiera en pos de su bienestar, también yo, mi querido Juan, debo ponerme en segundo lugar en favor de los otros; ahora lo voy comprendiendo… hermano, ¿me podría servir otro vasito?, que se me ha templado el cuerpo; pues claro, hombre, nada mejor que el bourbon para soltar tensiones y forjar el espíritu, y dígame, en confianza, ¿qué hacen los hombres acá en Rancagua para divertirse?; la verdad, hermano; ¡Teófilo, huevón!, ya te dije que estamos en confianza; la verdad, don Teófilo, es que bien poco, usted sabe, con esto del toque de queda… igual los huasos huevean en el rodeo y los mineros tienen algunos locales donde les venden copete y después los pasan a buscar, el resto a veces nos juntamos en las casas y hacemos algún asadito, antes venían obras de teatro y se hacían peleas de box, a decir verdad esto es lo más parecido a una juerga que tengo en años; no le creo, Gómez, ¿qué no se pegan alguna arrancadita de vez en cuando?; bueno, ya que estamos en confianza, le diré que cuando soltero me iba a la casa de la Tía Carlota, acá cerca, saliendo de Rancagua un poco más al norte, íbamos en auto y nos quedábamos ahí todo el fin de semana, ahí llegaban las mujeres más hermosas que he visto en mi vida, pero desde que me casé le juro, hermano, le juro, que no he ido más de tres o cuatro veces, así es que ya no sé cómo esté eso, aunque dudo que a usted le interesen los pecados de la gente común como yo; todos somos humanos, Juan, y la misericordia de Dios es infinita, vaya hombre, vaya, que se nos ha hecho tarde, vaya a su casa y esté tranquilo que conmigo siempre tendrá un amigo.