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12 de enero Apártense de toda clase de mal

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“Apártense de toda clase de mal” (1 Tes. 5:22).

Es curioso que el apóstol escribiera “apártense de toda clase de mal” y no sencillamente “apártense del mal”, sin más; infiero enton­ces que hay varias categorías en lo que al mal respecta. ¿Pueden incluir­se aquí asuntos que a nuestros ojos parecen inofensivos, pero que en el fondo son tan malos como lo peor?

Si eres de esas personas que a menudo se confrontan a sí mismas argu­yendo “¿qué tiene de malo esto?”, o “soy bastante madura como para hacer ciertas cosas sin que me afecten”, o “no le estoy haciendo daño a nadie”, en­tonces te estás poniendo en una situación de vulnerabilidad que será aprove­chada por Satanás. Nuestro criterio es demasiado frágil como para apoyarnos en él; nuestros pasos solo son seguros cuando afirmamos nuestro caminar por la vida en un “así dice Jehová”.

En la Biblia, leemos: “Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica” (1 Cor. 10:23, RVR 95). He ahí la clave para actuar con responsabilidad ante Dios y ante nosotras mismas: todo aquello que es­torba el crecimiento espiritual y nutre tu naturaleza carnal debe ser evitado. No debes ponerte en la línea de fuego del diablo pensando que eres lo su­ficientemente “lista” como para no ser derrotada. Lo que lees, lo que miras en la pantalla, tus conversaciones y ciertos pensamientos obsesivos esclavizan tu día a día con cadenas sutiles de perversión.

Cuando Eva se acercó al hermoso árbol que Dios le había prohibido tocar, quizá pensó que no estaba haciendo nada malo, pero le dio a Satanás su primera ventaja. El resto era cuestión de tiempo. El maligno esperó pa­cientemente hasta que Eva sucumbió a su deseo de poseer el fruto. Un gran conocedor de la naturaleza femenina no se empeña en grandes “trampas”; es sutil, cauteloso y astuto.

Frente a la tentación, ten la certeza de que Dios es poderoso para librarte de ti misma y de tus tendencias a lo malo, lo impuro y lo profano. No tengas vergüenza de declarar tus debilidades a Dios. El eterno y compasivo Señor está a tu alcance cuando lo malo intenta jugarte una mala pasada disfrazán­dose de bueno. “Cuando nos asalten las tentaciones y las pruebas, acudamos a Dios para luchar con él en oración. Él no dejará que volvamos vacíos, sino que nos dará fortaleza y gracia para vencer y quebrantar el poderío del ene­migo” (La oración, p. 52).

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