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13 de enero Soy mujer: soy amada

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“Que Cristo viva en sus corazones por la fe, y que el amor sea la raíz y el fundamento de sus vidas. Y que así puedan comprender con todo el pueblo santo cuán ancho, largo, alto y profundo es el amor de Cristo” (Efe. 3:17, 18).

He conocido a algunas mujeres que se sienten incómodas en su calidad de mujer; por crianza o por cultura, creen que lo femeni­no es inferior a lo masculino. Viven en una constante lucha contra ellas mismas, con un sentimiento de indignidad que las lleva a una existencia opacada. Les cuesta descubrir todo lo bello que implica ser mujer y, por en de, vivir lo femenino. Simplifican su existencia a pura sobrevivencia, sin reconocer todo el amor que Dios manifestó en ellas al crearlas con género femenino.

Si ese es tu caso, querida amiga, recuerda: nada en tu naturaleza es un error. Bajo esta premisa puedes mirar con fe y confianza tus posibilidades, moverte hacia tus objetivos y cumplir los planes de Dios para ti. Es hora de que apor­tes tu granito de arena hacia el logro de un mundo mejor; puedes hacerlo des­de tu esencia de mujer. Tu valía personal debe estar sustentada en el amor de Dios, no en la aprobación de los demás; sentirte amada por él es la clave cuan­do tu entorno quiera hacerte creer que no vales nada.

Amarte a ti misma es amar la creación de Dios; menospreciarte, es menos­preciar los dones que te otorgó. Disfrutar a la mujer que eres es disfrutar a Dios en tu vida. Cuando tu amor propio se traduce en gratitud al Señor, no es egolatría ni vanagloria, es sencillamente reconocerte como su hija. Nuestra creación no tuvo más razón de ser que el amor de Dios; entender esto es un principio de salud, no solo espiritual, también emocional y relacional.

Ámate a través del amor de Dios; eso te hará ser humilde y cálida; te ca­pacitará para amar a los demás. Como dice Patrice Baker: “Primero aprende a amarte y a aceptarte incondicionalmente. Luego podrás amar y aceptar ver­daderamente a otra persona”. Cuando te sientas insegura, recuerda:

 El amor de Dios es eterno.

 Su amor por ti va más allá de tu entendimiento.

 Él siempre te amará incondicionalmente.

 Solo experimentando su amor podrás amar a tu prójimo.

 Afiánzate en su promesa: “Porque te aprecio, eres de gran valor y yo te amo” (Isa. 43:4).

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