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3 ALIMENTARSE NO ES LO MISMO QUE NUTRIRSE

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A lo largo de los años he conocido a muchas personas aparentemente «bien alimentadas», incluso «gorditos/as» que estaban desnutridos. Sí, son aquellos que comen muchos alimentos hipercalóricos pero pobres en nutrientes vitales, aquellos que comen en abundancia carne, pan, pastas, comida rápida, muy condimentada, azúcar, repostería, lácteos, etc. Estos alimentos no aseguran un aporte óptimo de vitaminas, minerales y oligoelementos, especialmente si son de la calidad mediocre que habitualmente se consume.

Por otro lado, los métodos de cultivo agrícola afectan negativamente a la calidad de nuestros alimentos. El objetivo, ahora más que nunca, es producir y producir, no importa las herramientas que se utilicen (pesticidas, fertilizantes químicos, aditivos sintéticos durante el procesado, etc.) aunque, además de intoxicar, jueguen con la genética o modifiquen la composición del terreno.

Por ejemplo, gran parte del terreno agrícola contiene muy poco selenio. Este mineral es un protector importante contra las enfermedades cardiovasculares y el cáncer. Diversas investigaciones han demostrado que quienes viven en regiones cuyo suelo posee un bajo contenido de selenio presentan un mayor riesgo de contraer cáncer, aunque consuman una dieta que incluya alimentos procedentes de otras zonas geográficas. A pesar de que el selenio, el cromo y el yodo son indispensables para la nutrición humana, no son necesarios para cultivar plantas sanas y casi nunca se añaden al suelo agrícola.

Con frecuencia, los alimentos se cosechan cuando aún están verdes y se dejan madurar durante su transporte, en el mercado o incluso en el hogar. En consecuencia, no adquieren su completa dotación de minerales y vitaminas, la cual aumenta considerablemente durante las últimas etapas de maduración.

Para llevar los alimentos a los mercados antes de que se pudran, los agricultores los recogen prematuramente y los «maduran» artificialmente en un momento concreto para que parezcan frescos. Además, el transporte y el almacenamiento de los alimentos, ya sea en el mercado o en casa, hace que los nutrientes se deterioren. En tres días de almacenamiento frigorífico, las frutas y las verduras pierden cantidades importantes de vitamina C y todavía más a temperatura ambiental.

Los frutos secos pierden vitaminas A, C y E si se exponen al oxígeno y a la luz. Esto no significa que los alimentos almacenados carezcan totalmente de valor, sino que su bajo contenido de nutrientes hace que sea preferible consumir alimentos biológicos, vivos, frescos, con la menor manipulación posible, evidentemente más ricos en nutrientes vitales. Algunos datos, extraídos del libro La revolución de las vitaminas del Dr. Michael Janson, deberían inducir a reflexión:

El 40% de la vitamina A, el 100% de la vitamina C, el 80% del complejo B y el 55% de la vitamina E puede perderse durante el procesamiento, conservación y calentamiento de los productos que consumimos mientras vemos la televisión. El procesamiento de los alimentos —trituración, enlatado, congelación y cocinado— destruye las vitaminas y los minerales. En un análisis de 723 alimentos se demostró que el enlatado destruye el 77% de la vitamina B6, el 78% de la vitamina B5 y gran parte de la biotina y del ácido fólico. Durante el proceso de enlatado se pierden hasta los minerales. Las espinacas, las judías y los tomates enlatados pierden el 40%, el 60% y el 83%, respectivamente, del contenido en zinc que poseían en estado fresco.

Todos los granos se procesan en alguna medida antes de ingerirlos. En cada fase del proceso se destruyen nutrientes. Los granos integrales tienen más nutrientes que las harinas blancas. El triturado elimina veinte nutrientes, como mínimo, del trigo. El pan blanco tiene sólo el 20% del zinc, el 25% del hierro, el 30% del cromo, el 40% del calcio y el 60% del magnesio contenidos en el pan de trigo integral. El triturado extrae el 86% de la vitamina E, el 80% de la vitamina B3, el 75% de la vitamina B6, el 67% del ácido fólico y el 50% de la vitamina B5 del pan de trigo integral. El enriquecimiento no compensa las pérdidas producidas por el procesamiento de los alimentos. Los fabricantes pueden indicar que la harina triturada está «enriquecida», pero esto sólo significa que le han añadido cuatro vitaminas y dos minerales. Incluso en este caso, no se recuperan los niveles originales.

El cocinado destruye las vitaminas y los minerales. El corte de los alimentos inicia las reacciones enzimáticas y la oxidación que destruyen las vitaminas. El sobrecalentamiento o recalentamiento destruye más del 80% del contenido de algunas vitaminas. La pérdida media de minerales en las verduras es del 32% del calcio, el 45% del magnesio, el 46% del fósforo y el 48% del hierro. Gran parte del contenido mineral y vitamínico de un alimento puede eliminarse con el agua de cocer y, si se pelan los alimentos, con la piel.

Nunca podemos estar totalmente seguros del contenido vitamínico y mineral de un alimento. Los valores en libros y tablas tienen un carácter orientativo, ya que la cantidad real presente en el alimento que se sirve puede oscilar hasta en mil veces con respecto a dichos valores.

Conclusión

1º. La industrialización alimentaria arroja serias dudas sobre la cantidad y calidad de los nutrientes vitales que contienen los alimentos.

2º. La alimentación moderna, los alimentos procesados y el modo de cocinar reducen a mínimos el aporte de micronutrientes vitales, provocando subcarencias.

3º. Es imposible conocer el contenido de los nutrientes descubiertos recientemente que están presentes en los alimentos, porque las tablas de alimentos no están preparadas para incluir estos elementos.

4º. Con frecuencia resulta necesario un aporte adicional de vitaminas, minerales y oligoelementos de calidad, que de otra manera sería imposible proporcionar en cantidades óptimas.

... Y ADEMÁS EL ESTRÉS El estrés, ya sea emocional, físico o causado por lesiones o enfermedades, agota los nutrientes del organismo, especialmente la vitamina C, el complejo B y el zinc. Por otro lado, la vitamina B6 y el ácido pantoténico juegan un papel vital en la fisiología del estrés. Las vitaminas C y E y el zinc favorecen la recuperación frente al estrés. Dado que el estrés forma parte de la vida cotidiana de la mayoría de la población de los países industrializados, la toma adicional de nutrientes debería incluirse, igual que la dieta sana y el ejercicio físico regular, en la profilaxis humana.

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