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PRÓLOGO DE LUIS ARNÁIZ DURÓ DE PARADÍS

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Los que con entera dedicación e interés se entregan tanto a la enseñanza como a la práctica vocacional de cualquier profesión suelen decir que sienten «ese gusanillo...» cuando, ávidos e insaciables de conocimientos, escudriñan las librerías especializadas o editoriales, buscando los manuales más actualizados, manejables, claros, completos y asequibles.

Suele también sentirse cuando se inicia la lectura de un párrafo que aporta el conocimiento deseado, aunque éste esté al principio, en la mitad o al final del libro.

A la mayoría de los profesionales que «vocacionamos» desde hace años en la terapéutica ortomolecular, ya sea por nuestra condición discrepante de la oficialidad oficiosa, por nuestro acusado sentido crítico, o acaso por naturaleza, nos es difícil encontrar literatura con la que sintamos «ese gusanillo...» en alguno de sus capítulos. Quizá sea por intuir las orientaciones tendenciosas que se encubren en muchos de ellos, o porque sus contenidos estén necesitados de sabiduría, quizás por lo de «al zorro viejo, ni huesos ni pellejo».

Mi experiencia personal sobre cuándo siento «ese gusanillo...» es bastante amplia. Me tomo tiempo libre y deambulo erráticamente por librerías especializadas, sin saber ni cómo ni dónde hallar lo que busco, pero sé reconocerlo cuando lo encuentro, ya que tiene que reunir unas características que, cada vez más, se me hacen difíciles de encontrar en un libro. Me gusta que tenga un cierto aire de denuncia y reivindicación, ineluctablemente sin proselitismos afiliativos, y es imperioso que el contenido me aporte nuevas experiencias cognitivas que sean capaces de envolverme en una crisis intelectual, cuyo estado de exaltación y a la vez de serenidad me impulse al deseo, como por encantamiento, de volverlo a leer una o varias veces hasta empaparme de él.

Hoy y aquí, presumo de poder difundir la gran amistad que me une con el autor de este libro, quien me ha hecho percibir las sensaciones que describo. Y presumo también de no tener que emitir mi juicio sujeto a ello. El libro es auténticamente bueno, incluso más de lo que me podía imaginar, aunque, razonando un poco, me parece totalmente obvio que un individuo de su perfil «deba» hacer una obra tan relevante. Su condición de abnegado pedagogo y brillante profesional son condiciones indispensablemente requeridas para saber qué es lo que hay que escribir sobre la materia para hacernos sentir, párrafo a párrafo, «ese gusanillo...».

Todos los que le conocemos sabemos que la calidad humana, la modestia y la humildad son algunas de sus grandes y generosas virtudes y una constante en él, motivo por el cual me «fastidia» no poderle regañar cuando en el capítulo «Reflexiones a modo de conclusión» hace referencia a «lo complicado de presentar un libro que contenga la premisa de poder leerse con interés tanto por el profano como por el profesional que, tímidamente, inicia su acercamiento hacia la dietoterapia y la nutrición ortomolecular».

Allá por el año 1984, «tímidamente, comencé mi acercamiento hacia la terapéutica ortomolecular», y hoy, cuando he terminado de leer este libro, me he percatado de que todavía estoy «acercándome tímidamente...», quizás por las veces que he sentido «ese gusanillo...» en muchos de los párrafos de todos sus capítulos.

No es éste, ni mucho menos, un libro-manual del que sólo puedan sacar provecho los iniciados; su contexto abarca todos los estratos del mundillo profesional al que va destinado. En él podemos encontrar no sólo la compilación de muchas cosas que «ya debiéramos saber los que no las sabíamos», sino unas reflexiones de altísimo nivel cognitivo y un estudio detallado de todos los elementos que son imprescindibles en cualquier tratamiento de base.

Tengo que agradecer al autor el honor que ha supuesto para mí poder escribir el prólogo de una obra destinada de una forma tan clara y magistral al mantenimiento del sentido que tiene el interés humano, que está y debe seguir estando muy por encima de cualquier interés material, exponiendo así la fórmula más positiva y contundente para influir en el extraordinario progreso que la terapéutica ortomolecular está experimentando.

P. D.

Permíteme, amigo Felipe, que me tome la libertad de «tomarte la palabra», aprovechando el evento, exhortándote a que otro día lo más próximo posible (espero que sea mañana mismo) empieces a elaborar el trabajo que nos has prometido sobre nutrición y salud mental. Me he quedado otra vez sintiendo «ese gusanillo...».

LUIS ARNÁIZ DURÓ DE PARADÍS

Médico Especialista en Terapéutica Ortomolecular

Presidente de S.E.M.O.

(Sociedad Española de Medicina Ortomolecular)

Que tus alimentos sean tu medicina

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