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LEYENDA II
EL MIRADOR DE LA SULTANA
VI
MISTERIOS

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Aquella cámara era de las mas bellas del palacio del Gallo de viento.

Un ancho divan de seda y una lámpara velada convidaban al reposo.

Búcaros de flores se veian por todas partes.

Braserillos de oro quemaban deliciosos perfumes.

A lo lejos, entre el silencio, se oia una guzla á cuyo son cantaba una voz de muger una cancion de amores.

El príncipe y Bekralbayda estaban de pié en medio de la cámara.

Esperaban.

Pero pasó el tiempo… mucho tiempo y nadie apareció.

Bekralbayda se sentó, al fin cansada, en el divan.

El príncipe fué á apoyarse en silencio en el alfeizar de un ajimez.

No se atrevian á acercarse ni á hablarse por temor de ser oidos y escuchados.

Pasó la noche y llegó el alba.

El príncipe oyó el ruido de los añafiles y de las atakebiras que despertaban á los soldados del rey Nazar.

Poco despues vió pasar bajo el ajimez caballos magníficamente enjaezados, esclavos deslumbrantemente vestidos, banderas y soldados.

– ¿Qué fiesta irá á celebrarse hoy? pensaba el príncipe al ver todo aquello.

Bekralbayda, que no habia dormido, oia tambien todo aquel tráfago y se maravillaba.

De repente se abrió la puerta de la izquierda de la cámara y apareció el nuevo alcaide de los eunucos.

– Poderosa sultana, dijo prosternándose ante Bekralbayda, ven si quieres á que tus esclavas engalanen tu hermosura.

– ¿Lo manda el sultan?

– El esclarecido y magnífico sultan Nazar quiere que arrojes de tí la tristeza, luz de los cielos.

– Cúmplase la voluntad del señor: dijo Bekralbayda y se levantó y siguió al alcaide de los eunucos.

El príncipe vió salir á Bekralbayda con inquietud.

En aquel punto se abrió la puerta de la derecha y apareció el alcaide de los esclavos de palacio.

– Poderoso príncipe y señor, dijo prosternándose, ven si te place á que tus esclavos te cubran de las vestiduras reales.

El príncipe salió.

La cámara quedó desierta.

Fuera crecia á cada momento el ruido de las gentes de armas, de las pisadas de los caballos, y del toque de añafiles y timbales.

Asomaba por el oriente un sol esplendoroso y todo anunciaba un gran dia.

La alhambra; leyendas árabes

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