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7. Las digresiones y los discursos dentro de la «Vida»

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El hilo conductor de la Vida de Apolonio , la biografía organizada según criterios cronológicos, se ve interrumpido aquí y allá por una serie de digresiones y discursos. Desde el punto de vista de la forma, estos pasajes constituyen, en palabras de Reardon 73 , «un verdadero pot-pourri de formas literarias de nuestro período». Además de los elementos novelescos —viajes, incidentes dramáticos, el proceso, el carácter aretalógico y la sumaria descripción de caracteres—, hay ejemplos de toda la gama de formas literarias del gusto de la época: el discurso ante el pueblo (diálexis ), como la exhortación a la concordia en Esmirna (IV 8); la declamación o discurso de escuela (melétē ), como la Apología ante Domiciano (VIII 7); la descripción (ékphrasis ), como la del Palacio de Babilonia (I 25), la del Santuario de Dionisio (II 8) o la de la estatua de Memnón (VI 4); la comparación (sýnkrisis ), como la que se establece entre el Indo y el Nilo (VI 1) o entre Apolonio y otros sabios (VII 1), o cuentos, como el de los piratas (III 24) o el, casi un chiste, de las virtudes tomadas por esclavas por el aduanero (I 20). Aún habría que añadir los rasgos típicos de la paideía de la época: las múltiples referencias a Homero o a la Historia de Grecia y sus protagonistas, así como a los filósofos o a los personajes de la mitología; basta ojear el índice de nombres para constatar la frecuencia y abundancia de tales referencias.

Desde el punto de vista del contenido, las digresiones son de carácter muy vario. Merece la pena que reproduzcamos aquí, esquemáticamente, la excelente clasificación de las mismas hecha por Lo Cascio 74 , quien distingue los siguientes tipos:

I. Descripciones geográficas , que se justifican por la naturaleza viajera de Apolonio. Naturalmente, lo que no es exótico (Grecia, Italia, Jonia) no se describe. Dentro de este apartado clasifica Lo Cascio los siguientes subgrupos:

1. Ekphráseis geográficas a comienzos de los libros: por ejemplo, el Cáucaso y el Tauro (II 2), el Hífasis (III 1), las Columnas de Heracles (V 1, 3), Gadira (V 4) y la Bética (V 6).

2. Digresiones en medio de los libros: Mesopotamia (I 20), el Indo y el Nilo (II 18-19), Etiopía (VI 1, 24-5).

3. Descripciones de ciudades: Babilonia (I 25), Taxila (II 20, 23), Bálara (III 56).

4. Descripciones de monumentos y obras de arte (I 24, II 20ss, 42, III 14, IV 28).

II. Cuestiones de historia natural y costumbres , en la mayoría de los casos más fantásticas que reales. Por citar algunos ejemplos: el parto de la leona (I 22), los elefantes (II 11-15), los dragones (III 6-8), métodos mágicos de caza (III 8), los pescadores de perlas (III 57), los repentinos amaneceres en Gadira (V 3), la teoría platónico-estóica de las mareas (V 2) o la explicación física de los volcanes (V 16-17).

III. Referencias propias de la paradoxografía . Desde el siglo III a. C. se desarrolla en Grecia una corriente de escritores, llamados paradoxógrafos, que se ocupan de lo inusitado y de lo que excita la curiosidad, como son por ejemplo Estratón de Lámpsaco y Antígono de Caristo. Un parangón más reciente y conocido de lo que podría ser este tipo de obras podría ser, como señala acertadamente Meyer, los Viajes de Gulliver de Swift. Como los paradoxógrafos, Filóstrato no muestra en las descripciones de este tipo el menor interés por la verosimilitud, sino que su afán es meramente entretener, para lo cual podía ser útil cualquier tema. Establece Lo Cascio en este apartado los siguientes subgrupos:

1. Animales: los elefantes (II 11-13, 16), el gusano del Hífasis (III 1), el unicornio (III 2), los monos recolectores de la pimienta (III 4), las piedras mágicas en la cabeza del dragón (III 8), la martícora (III 45), los grifos buscadores del oro (III 48), el fénix (III 49), los monstruos del Mar Eritreo (III 57), los toros salvajes y los cabritoros (VI 24).

2. Etnografía: los árabes (I 20), las mujeres bicolores (III 3), Paraca (III 9), los pigmeos, los esciápodos, los macrocéfalos (III 47), los Comepeces (III 55).

3. Mitología: las cadenas de Prometeo (II 3), la Nereida de Selera (III 56), la estatua de Memnón (VI 4), las Columnas de Heracles (V 5), el sátiro (VI 27).

4. Paradojas taumatúrgicas: el Pozo de la Prueba y el Fuego del Perdón, las tinajas de la lluvia y la sequía (III 14), la levitación de los Brahmanes (III 17), los escanciadores mecánicos (III 27).

5. Otras paradojas: el Asbameo (I 6), los árboles que destilan sangre y el olivo de Pigmalión (V 5), la Peña de Aorno (II 10), la colina de los Brahmanes (III 13), la pantarbe (III 46), el monstruo de tres cabezas (V 13).

La profunda divergencia existente entre el contenido de las digresiones y los datos histórico-biográficos indica que para estas cuestiones Filóstrato recurre a otras fuentes completamente distintas de las históricas, referidas ya en el § 4 de esta Introducción . Solmsen 75 nos ofrece un inventario muy completo de las mismas. En primer lugar, las obras que el propio Filóstrato cita, deseoso de mostrar su erudición. Así, la obra de Yuba de Libia sobre los elefantes (II 13, 16), la de Ortágoras, que debía titularse algo así como Acerca del Mar Rojo (III 53), el Periplo de Escílax de Carianda, cuya autoridad niega en III 47, así como el Diario de a bordo de Nearco, que le serviría de fuente para el retorno de Apolonio de la India, igual que le sirviera a Arriano para su Indikḗ .

En otros casos no cita sus fuentes, pero podemos determinarlas. Así, no da el nombre de Ctesias de Cnido, médico de cabecera de la reina Parisátide, y autor, entre otras obras, de unos Indiká , de los que conservamos un resumen de Focio, pero Solmsen ha puesto también de relieve la existencia de numerosas coincidencias entre Filóstrato y Ctesias en una serie de capítulos (por ejemplo, II 18, III 1, 2, 47, VI 37).

Hay además múltiples referencias a la historia de Grecia en sus épocas de esplendor, sin que podamos denominar propiamente «fuentes» en este caso a autores como Heródoto o Tucídides en cuestiones manidas de historia, así como a los filósofos o poetas arcaicos y clásicos. Se trata, en suma, de una colección de alusiones a la tradición griega o al acervo cultural, pero, como las demás digresiones, no se hallan incorporadas a los elementos biográficos y en ocasiones hacen que la economía de la obra se resienta, si bien hay que reconocer que, como contrapartida, le confieren a esta biografía variedad y pintoresquismo.

Un lugar aparte merecen los discursos o diálogos que le sirven al autor para profundizar en el análisis de los personajes, descritos siempre externamente, en sus acciones o en su palabras, especialmente en el del filósofo protagonista. Naturalmente que estos ejercicios retóricos, tan del gusto de la época, por otra parte, son creaciones libres del autor y poco o nada tienen que ver con el auténtico Apolonio o con los auténticos personajes que los pronuncian, pero el recurso de poner en boca de los protagonistas históricos discursos o diálogos ficticios viene de antiguo en la literatura griega —piénsese, por poner un ejemplo ilustre, en los discursos que Tucídides hace pronunciar a los personajes históricos o su Diálogo de los Melios— y se consideraba como una práctica historiográfica nada censurable, sino todo lo contrario.

Los discursos, que abundan en la obra, han sido asimismo clasificados por Lo Cascio 76 , quien establece cuatro grupos:

I. Coincidiendo con digresiones: De ellos, unos son breves (por ejemplo, los amores de los eunucos, en I 33; las costumbres de los elefantes, en II 11; el cariño por los hijos, en II 14; el orden de los elefantes para cruzar el río, en II 15), y otros de mayor entidad: la concepción de la pintura (II 22), los estudios filosóficos en la India y la historia de Fraotes (II 29-32), el coloquio con Aquiles (IV 16), las dialéxeis sobre Nerón (V 7) o Esopo (V 15), el arte de la flauta (V 21), la Apología (VIII 7) o la discusión sobre lo que es un festival (VIII 18).

II. Discursos o diálogos con función estructural , que le sirven a Filóstrato para contrastar posiciones y dejar exponer a cada uno su punto de vista. Así, la doctrina de los Brahmanes (III 20, 25, 30, 34s.), las diferentes teorías políticas de Éufrates, Dión y Apolonio (V 33-35) o la filosofía de los Gimosofistas (VI 10, 19-21).

III. Discursos que subrayan la particular situación del momento , como son el elogio a los discípulos que se atreven a acompañar a Apolonio (IV 38), la exhortación, antes de ir a Etiopía (V 43), los intentos de Demetrio y Damis de convencer a Apolonio para que no vaya a Roma (VII 12s.) y la réplica de Apolonio (VII 14).

IV. Diálogos filosóficos para sostener tesis opuestas: ejemplos de los cuales son el rechazo de la riqueza (I 34), la discusión sobre la proximidad del cielo (II 5), la fe en la coherencia del sabio (II 7), las ventajas de no beber vino (II 35-7), la metempsícosis (III 23-4), el bien común y la solidaridad (IV 3), la emulación entre los conciudadanos (IV 8-9), la decadencia de las costumbres (IV 21), la desaprobación de la vanagloria (IV 30), de la hipocresía (V 20), de la presunción (VI 36), de los locos deseos (VI 40) y de los derramamientos de sangre inútiles (V 26), o la aprobación de los que son fieles a su honestidad (VII 42).

Con estos discursos, pues, además de dar satisfacción a las aficiones retóricas de la época, se logra profundizar en determinadas situaciones y conferir variedad a la obra.

Vida de Apolonio de Tiana

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