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3. Apolonio de Tiana
ОглавлениеDebió de nacer Apolonio en Tiana, una ciudad de Capadocia, en los primeros años de la era cristiana, y morir, de acuerdo con Filóstrato, en la época de Nerva, esto es, entre los años 96 y 98. Algunas voces, sin demasiado fundamento, han dudado de esta cronología, según veremos en esta misma Introducción , § 5, pero no han conseguido ofrecer una propuesta alternativa suficientemente basada como para convencer. Poca fue la huella que debió dejar en su época Apolonio, a juzgar por el silencio de las fuentes contemporáneas. Por otra parte, fuera de la extensa biografía de Filóstrato y de las disputas que su figura suscitó luego entre los autores cristianos y paganos tardíos, a las que luego aludiré, las demás referencias a Apolonio son escasas, si bien todas tienen algo en común: unánimemente se nos presenta un Apolonio que tiene mucho más de brujo y taumaturgo que de filósofo. Por citar algún ejemplo, el historiador Dión Casio lo menciona en dos ocasiones: en una de ellas refiere cómo Apolpnio vio desde Éfeso el asesinato de Domiciano, que estaba teniendo lugar en Roma 18 ; en la otra nos cuenta cómo a Caracalla «le agradaban tanto los magos y hechiceros, que a Apolonio el capadocio, que floreció en época de Domiciano y fue un consumado hechicero y mago, lo ensalzaba y honraba, e incluso le construyó un heroon » 19 . También los escritores de la Historia Augusta se refieren a él. Así, se nos cuenta 20 que, cuando Aureliano se disponía a destruir Tiana, se le apareció Apolonio y lo convenció para que respetara su ciudad natal. Asimismo se nos informa 21 de que Severo Alejandro rendía culto en un santuario privado a la imagen de Apolonio, junto con las de Cristo, Abraham y Orfeo. No faltan alusiones más despectivas, como la de Luciano 22 quien, en su sarcàstica descripción del falso profeta Alejandro, dice que fue discípulo de Apolonio y agrega: «¡Ya ves qué clase de escuela tenía el individuo del que hablo!» Presumiblemente debía estar escrito en tonos parecidos el libro de Merágenes sobre Apolonio, del que nos habla el propio Filóstrato 23 .
Este tipo humano no carece de paralelos. Además del ya citado de Alejandro, podemos citar a Peregrino, objeto también de una obra de Luciano, Sobre la muerte de Peregrino , que presenta varias coincidencias con nuestra Vida 24 , y especialmente el propio Pitágoras o, mejor dicho, el tipo humano en el que la leyenda acabó por convertir a Pitágoras y que se refleja, por ejemplo, en sus biografías tardías, como las de Porfio y Yámblico: un taumaturgo, relacionado con la sabiduría caldea y egipcia, entre cuyos saberes se incluían nociones filosóficas, unidas a prácticas ascéticas, veneración religiosa y la capacidad de obrar maravillas. La relación es particularmente estrecha entre la Vida de Apolonio y la Vida de Pitágoras de Yámblico, entre las que se han señalado numerosas analogías. Dado que sabemos que Apolonio escribió una biografía de Pitágoras (citada, entre otros, por el propio Yámblico, Vid. Pit ., 254), se ha llegado a pensar que Filóstrato pudo usarla como fuente, atribuyéndole al Tianeo rasgos o anécdotas que Apolonio refería acerca de Pitágoras, lo que explica las coincidencias con Yámblico, que se sirvió igualmente de ella como fuente para su biografía de Pitágoras 25 .
El propósito primordial de Filóstrato es negar en su biografía que Apolonio fuera un góēs , un brujo o practicante de la magia negra, y reivindicar su figura, convirtiéndola en la de un representante excelso de la alēthinḗ sophía , la «verdadera sabiduría», a la altura de filósofos antiguos como Empédocles, Demócrito o Platón, por no hablar del propio Pitágoras. Para ello llega incluso a atacar a los brujos, tanto en su propia narración, como en boca de Apolonio 26 . No obstante, pese a sus buenos propósitos, los rasgos con los que nos presenta su figura hacen asomar aquí y allá inevitablemente la figura del taumaturgo. Apolonio hace milagros (IV 25, VI 27), resucita a una muerta o, al menos, aparentemente muerta (IV 45), hace profecías (I 10, IV 4, 34, VI 32, etc.), expulsa démones (IV 20, 25, VI 27), sana enfermos (IV 4), aparta la peste (IV 10), evoca muertos (IV 16), aparece súbitamente en un lugar apartado (IV 10, VIII 10), ve lo que sucede en lugares lejanos (VIII 26), habla lenguas sin haberlas aprendido (I 19), posee la capacidad de comprender a los animales (I 20) y un largo etcétera de poderes, algunos de ellos íntimamente relacionados con lo chamánico. De otra parte, hay aspectos más propiamente religiosos que filosóficos (si bien la distinción entre ambos, como ya he dicho, se va borrando progresivamente en esta época), como son su vida de predicador, así como sus visitas a los templos y su afán por reformar sus cultos, etc.
En realidad cabe decir que hay dos Apolonios, el filósofo y el taumaturgo, sin que el autor logre conciliar muy bien a ambos, a más de que Filóstrato, pese a sus intenciones declaradas de limpiar la figura de Apolonio de sus aspectos mágicos, no puede evitar la tentación de lo maravilloso, tan del gusto del público de la época. En suma, lo que pretende ofrecernos Filóstrato es un retrato idealizado del hombre divino, o mejor, de lo que los griegos llamaban el theîos anḗr 27 , dado que «divino» (theîos ), para los griegos de la época, tiene un sentido bastante diferente de lo que tal palabra evoca en nuestra conciencia lingüística 28 . Para las religiones politeístas «dios» es tan sólo alguien que difiere de un hombre en que no muere y posee poderes sobrenaturales, por lo que la posesión de ciertos poderes sobrehumanos hacen confundirse al hombre con la esfera de lo divino, además de que, ya Platón 29 pensaba que los filósofos se acercaban a la divinidad por su perfecta bondad.
Filóstrato, además, precisa que los poderes de Apolonio se deben a una especial ascesis (VIII 7), con lo cual no hace otra cosa que profundizar en un concepto acuñado por Juliano el teurgo, el concepto de teurgia 30 , heredado luego por Porfirio y el Neoplatonismo. La teurgia la practica un sabio que, por la ejemplaridad y pureza de su vida y por su amor a la sabiduría, goza de la comunidad con los dioses y es intermediario entre dioses y hombres. En todo caso, tenemos datos que aseguran que Apolonio llegó a recibir culto. Además del heroon que le dedicó el emperador Severo Alejandro, al que ya he aludido, sabemos que en Éfeso recibía culto bajo la advocación de Heracles Tutelar 31 , y asimismo habla de los adoradores de Apolonio, entre otros, Eunapio 32 .
Nos consta, además, que Filóstrato ha añadido rasgos de su propia cosecha en la configuración de la figura de Apolonio. Así, por ejemplo, se pueden detectar influjos socráticos en el diálogo y en varios elementos de la propia biografía 33 , se evidencia claramente que las opiniones políticas del de Tiana contienen más del punto de vista filostrateo que del atribuible a Apolonio 34 , y otro tanto cabe decir de las opiniones artísticas, estudiadas detenidamente por Birmelin 35 . En cuanto al gran interés de Apolonio por el culto al Sol, no tiene base en las creencias pitagóricas del capadocio, sino que parece deberse a un deseo del sofista de adular a Julia Domna, cuyo padre era sacerdote del Sol. Por último, respecto a sus viajes, si bien el viaje a la India es muy plausible, la estancia de Apolonio en Etiopía parece falsa, de acuerdo con los múltiples detalles geográficos sospechosos de la narración, puestos de manifiesto por Hopfner y Treloar 36 .
En cambio sí podemos atribuirle a Apolonio, porque coincide perfectamente con las creencias pitagóricas, la consideración de las prácticas del sacrificio sangriento como inapropiadas para los dioses. Un sumario de las creencias religiosas de Apolonio podemos hallarlo, además, en un fragmento del propio Apolonio, de una obra referida a los sacrificios que nos ha conservado Eusebio 37 .
Apolonio parece haber sido autor de una extensa producción literaria. El detalle de este punto podemos reconstruirlo en parte gracias a una noticia del ya citado léxico Suda, aparte de algunas menciones, principalmente en la propia Vida de Apolonio , además de los textos que se nos han conservado como suyos.
El Suda comienza por citar su obra Sobre los sacrificios , mencionada, además de por Eusebio, al recoger un fragmento de la misma, por Porfirio y por el propio Filóstrato 38 . Enumera asimismo un Testamento —al que se alude como fuente en Vida de Apolonio I 3— unos Oráculos , la ya citada Vida de Pitágoras y unas Cartas . De estas últimas se conserva una colección de setenta y siete, de las que hemos de descontar la 53, que es de Claudio al senado de Tiana; la 59, del rey babilonio Garmo a Neogindes, rey de los indios, y la 62, de los lacedemonios a Apolonio, pero a las que hemos de añadir una citada por Porfirio y varias referidas por Estobeo 39 . En la propia Vida de Apolonio 40 se menciona la existencia de una colección diferente de cartas. En todo caso, si bien la autenticidad de esta colección epistolar no es segura, tampoco hay motivos decisivos para negársela. Posiblemente hay algunas auténticas, unidas a falsificaciones. El tema ha sido objeto de un recentísimo trabajo de Lo Cascio 41 .
A este catálogo podemos aún agregar el Himno a la Memoria , su obra Acerca de la adivinación por las estrellas y las Opiniones de Pitágoras , de acuerdo con las referencias contenidas en la Vida de Apolonio 42 , pero hemos de considerar falsas las atribuciones del discurso apologético de Apolonio en VIII 7, que es claramente obra de Filóstrato, y de un tratado Sobre las horas del día y de la noche 43 .
Es difícil saber cómo era Apolonio en realidad, dado que la de Filóstrato es una visión parcial e interesada. Parece evidente que hemos de admitir entre sus rasgos básicos que era un pitagórico que quiso ser un retrato viviente de Pitágoras, preocupado por conservar puros sus preceptos: vegetarianismo, abstinencia sexual, uso de vestimenta de lino y calzado de corteza, etc., interesado por la moralización del culto a los dioses, y amante de la cultura griega, además de ser, como lo define Bowersock 44 , un inconformista, cuya persecución de la verdad y sinceridad lo hacían entrar en conflicto con el gobierno establecido de su época.
En cualquier caso, era Apolonio, con su aspecto exótico, su amor por lo griego, sus viajes a tierras extrañas y sus cambiantes relaciones con los emperadores, el personaje ideal para una biografía novelesca, como la que emprende Filóstrato. Para ello contó sin duda con una serie de materiales.