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La proporción áurea

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Durante muchos siglos los artistas han indagado sobre el tamaño adecuado para los elementos de sus producciones. Han sido muchos los que han buscado las proporciones perfectas en la Naturaleza como forma de inspiración. En este largo camino nos encontramos con la proporción áurea.

Los egipcios fueron los descubridores de la proporción áurea a través de sus dotes de observación. La crecida del Nilo destrozaba todas las marcas que delimitaban las tierras y urgió crear un sistema para adjudicar a cada propietario su terreno cuando las aguas se retiraban. Buscaron métodos sencillos de medición y se percataron de que un hombre medía prácticamente lo mismo de alto que entre las puntas de las manos con los brazos extendidos en cruz. También observaron que el ombligo de un recién nacido divide su cuerpo en dos partes iguales. La proporción áurea, pasó de Egipto a Grecia y de allí a Roma. Después de encontrar este canon que le daba armonía a la Naturaleza, el siguiente paso fue su reproducción con fines artísticos.

Los griegos continuaron desarrollando la ciencia matemática y Platón escribió “Es imposible combinar bien dos cosas sin una tercera, hace falta una relación entre ellas que los ensamble, la mejor ligazón para esta relación es el todo. La suma de las partes como todo es la más perfecta relación de proporción”.

Algo más de un siglo después el genial Euclides en su obra Los elementos, recoge la primera fórmula conocida sobre la proporción áurea que definía como una proporción entre medidas, concretamente como la división armónica de una recta en media y extrema razón, un guiño a la frase de Platón.


Se dice que una recta ha sido cortada en extrema y media razón cuando la recta entera es al segmento mayor como el segmento mayor es al segmento menor.

Euclides

En un lenguaje más sencillo el número áureo es el valor numérico de la proporción que guardan entre sí dos segmentos de recta a y b (a más largo que b), que cumplen la siguiente relación:

a+b/a = a/b

Esto quiere decir que la proporción entre las dos partes en que dividimos una línea es idéntica a la del segmento mayor respecto a la línea en su totalidad.


La separación entre las espirales de la concha del caracol mantiene una proporción cercana al número áureo. Esta espiral ha sido utilizada como referencia a lo largo de la Historia del Arte en muchísimas obras.

Óptica macro de 105 mm 1:2.8 a f/13 durante 1/100 s con ISO 100. Flash.

Esta proporción sólo se consigue cuando se divide de una forma concreta la línea, y su importancia ha sido tal en la historia que la Matemática le ha asignado la letra griega Φ Phi (pronunciado fi). Es un número algebraico irracional (decimal infinito no periódico) cuyos primeros dígitos son 1,618033988749.

Más tarde Marco Vitruvio Polión (80-70 a.C.-15 a.C.), arquitecto, escritor, ingeniero y tratadista romano consideró que la Arquitectura debería imitar a la Naturaleza. De la misma forma que un pájaro o una abeja construye su nido, los seres humanos deberíamos construir nuestras casas con materiales naturales. En sus estudios profundizó en las relaciones geométricas del hombre. Así un hombre de pie y con los brazos extendidos se puede inscribir en un cuadrado o en un círculo si separa las piernas, lo que lo llevó a la definición de un canon del cuerpo humano perfecto: el Hombre de Vitruvio, que más tarde adoptaría también Leonardo da Vinci. De esta forma tenemos al cuerpo humano inscrito en el círculo y el cuadrado, que eran también los patrones geométricos fundamentales del orden cósmico. Leonardo dibujó las formas humanas siguiendo las recomendaciones de Vitruvio, pero de tal forma que la razón entre el lado del cuadrado y el radio del círculo en que se inscribe es áurea.

Esta división asimétrica tiene unas propiedades matemáticas y estéticas ciertamente interesantes, hasta tal punto que en 1509 el monje y matemático Luca Paccioli la rebautizó con el nombre de divina proporción en el libro del mismo nombre en que aporta cinco razones para considerar como divino al número áureo:

•Su valor único, en consonancia con la unicidad de Dios.

•Los tres segmentos los asocia a la Trinidad.

•Dios y Phi son inconmensurables.

•La autosimilaridad del Phi es comparable a la omnipresencia e invariabilidad de Dios.

•De la misma manera en que Dios dio ser al Universo a través de la quinta esencia, representada por el dodecaedro, el número áureo dio ser al dodecaedro.

Sin duda no son razones de peso para la sociedad actual, pero nos dan una visión de la gran importancia que ha tenido este número en la Historia del Conocimiento y sus profundas implicaciones en la Historia del Arte y, por tanto, de nuestra cultura heredada.

Pocos años después, en 1525, el pintor Alberto Durero publicó su libro Instrucción sobre la medida con regla y compás de figuras planas y sólidas, en el que describe detalladamente la forma de trazar una espiral basada en la sección áurea y que, también, se conoce con el nombre de espiral de Durero.



El punto de vista de esta imagen se eligió cuidadosamente para que el sol estuviese en el centro de una espiral áurea que discurre casi paralela al tronco principal y finaliza en la rama más larga. Percibimos esta disposición como armoniosa, quizá por estar expuestos a ella reiteradamente o por formar parte de nuestra percepción como especie.

Óptica macro de 60 mm 1:2.8 a f/11 durante 1/320 s con ISO 200.

El primer uso conocido del adjetivo áureo, dorado, o de oro, como lo conocemos actualmente, lo hace el matemático alemán Martin Ohm en 1835, de una forma que parece sugerir que el término ya era habitual en la época, “Uno también acostumbra llamar a esta división de una línea arbitraria en dos partes como éstas la sección dorada”.

Hasta 1900 los textos de matemáticas que trataban el tema utilizaban como símbolo para representar el número áureo la letra τ, del griego τομή, que significa ‘corte o sección’. En este año el matemático Mark Barr le adjudicó la moderna denominación de Φ o ϕ en honor a Fidias, ya que ésta era la primera letra de su nombre escrito en griego (Φειδίας). Fidias recibió tan alto honor por el gran valor estético de sus esculturas, propiedad que ya por entonces compartía el número áureo.

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