Читать книгу La historia de cómo Andrónico llegó a ser presidente - Germán Silva Cuadra - Страница 11

Capítulo 5 La familia y los hijos

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–Perdone, presidente, que le insista –dijo con incomodidad el periodista mientras observaba la respuesta corporal de su entrevistado–, ¿pero usted sigue pensando que no fue un error llevar a sus hijos en la misión a China?, ¿no le parece que provocó una mala reacción de la ciudadanía?, porque su caída en las encuestas fue inmediata.

–Sabe, yo estoy preocupado de sacar adelante la gran tarea que nos hemos impuesto, las encuestas son una fotografía del momento y, por supuesto, espero que los ciudadanos sepan valorar la foto final –respondió con un tono seco y evidentemente molesto–. Pero respecto a su pregunta, a veces hay situaciones amargas que marcan a un gobernante, que a veces incluso supone la maldad de algunos opositores para atacar a la familia del presidente, pero lo importante siempre es mirar hacia adelante –y le hizo un gesto a su jefa de prensa, que ella de inmediato decodificó y se acercó al productor que acompañaba al periodista para decirle: “Está incomodando al presidente y esto no es parte de los temas que habíamos acordado”.

Esa noche, y mientras observaba el amplio jardín con su señora Cecilia, el presidente de pronto se paró del sillón blanco de la terraza y comenzó a dar vueltas. Ella sabía qué estaba pensando y que en unos segundos le lanzaría una pregunta, era muy predecible en esos momentos.

–Hoy en la entrevista de CNN me preguntaron si fue un error llevar a los niños a China…

–Sebastián, tú sabes lo que pienso, te lo he dicho muchas veces, pero te lo pregunta un periodista y te baja la duda. Yo creo que fue un error ir con los niños, o más bien fue un error que asistieran a esa reunión –respondió algo molesta. Este tema lo habían conversado muchas veces, pero el presidente parecía olvidarlo.

Lo cierto es que el viaje a China de Cristóbal y Sebastián impactó de una manera insospechada la imagen del gobierno de su padre. Durante casi un mes, el tema se tomó la agenda política y noticiosa. La sorpresiva presencia de ambos hijos en la bajada del avión en el aeropuerto Internacional de Pekín, partió generando algunos comentarios que más bien estaban en las secciones de anécdotas, como Top Secret de La Segunda, pero en los días siguiente se encendieron las alarmas cuando formaron parte de la delegación oficial en un encuentro con empresarios del área de tecnología y robótica del país asiático. En un comienzo el gobierno intentó bajarles el perfil a las críticas. La vocera de La Moneda llegó a decir que como el mandatario trabajaba veinticuatro horas los siete días de la semana, veía poco a sus hijos, por lo que debía aprovechar estas oportunidades para el encuentro familiar. Además de que su justificación se prestó para todo tipo de memes en las redes sociales, el hecho de que fueran mayores de edad y tuvieran familias constituidas debilitaba aún más los argumentos oficiales. “Reconozco que fue malo el argumento, pero ¿qué más podía decir?”, confesó la ministra en privado.

Los propios involucrados salieron a defenderse desde China alegando que ellos se habían costeado el viaje completo, cosa que generó más ruido porque la Fuerza Aérea refutó el argumento –unas horas después–, ya que el avión era costeado íntegramente por esa rama de las FF.AA., es decir, todos, incluido Andrónico Luksic, habían viajado gratis. Además, el presidente desplegó el argumento de que detrás de las críticas había “maldad” contra su familia. La impresión del episodio que quedó instalada fue que el padre gastó más tiempo del prudente para proteger a dos adultos como si fueran menores de edad. También se involucraron algunos ministros; sin embargo, dos semanas después, fueron Sebastián y Cristóbal los que salieron a cerrar la polémica reconociendo que no fueron capaces de dimensionar su conducta.

La caída en las encuestas en esas semanas fue significativa y, aunque el gobierno intentó hacer control de daños, la verdad es que fue inevitable que la gente asociara el caso Caval con la visita a China. Los hijos afectando la imagen de sus padres. Las similitudes entre ambos casos fueron sorprendentes. Al igual que Piñera, Bachelet también demoró casi diez días en entender la gravedad del caso Caval –sin moverse del lago Caburga– hasta aceptar la renuncia de Sebastián Dávalos. Reacciones a destiempo que se entienden porque hasta los presidentes son padres antes que mandatarios, aunque lo esperable es que siempre exista un asesor o consejero que advierta a los presidentes cuando están cometiendo un error, con buenos argumentos y con capacidad de convicción frente a un jefe poderoso.

Los medios y redes sociales fueron, de a poco, estableciendo comparaciones –algo odiosas–, motivados por la fuerte ofensiva que realizó Sebastián Dávalos, el hijo de la presidenta Bachelet, intentado establecer la teoría del empate. Y aunque los casos eran distintos, la prensa los igualó principalmente analizando el daño provocado por dos malas decisiones –de Bachelet y Piñera– y la falta de claridad para dimensionar el impacto.

Poco antes de apagar la luz de su velador, Sebastián Piñera dejó el libro y sus lentes de lectura y se acomodó en el lado izquierdo de su cama. “Pese a todo, debo decirte que siempre he pensado en lo mal que lo pasó la Bachelet con el tema de su hijo y nuera”. Cecilia ya dormía hacía varios minutos. Antes de apagar la luz, a las 00.36 le envió a Cristóbal un WhatsApp pidiéndole que fuera a la casa temprano porque necesitaba hablar con él urgente, “te espero a las 7.00 a tomar desayuno”. No esperó la respuesta, aunque se percató de que su hijo había leído el mensaje.

–Puedes entrar a su despacho, está algo enojado –dijo la secretaria que lo acompañaba a diario en su casa desde las 6.45 am, mientras intentaba ordenar unos papeles llenos de apuntes con una letra difícil de descifrar.

Cristóbal entró a la gran oficina con una evidente sensación de dolor de estómago. Cuando su padre estaba de mal humor o molesto con alguien, siempre era mejor evitarlo. Eso lo había aprendido de su madre, una mujer ponderada y tranquila que sabía decodificar –y manejar– muy bien los estados de ánimo de su marido.

Su padre se paseaba dando pasos largos, en círculo, sin disimular sus tics, los que había aprendido a controlar sujetando con fuerza su mano derecha con la izquierda cuando estaba en público. Se acercó al escritorio y tomó la página de un diario que tenía marcada con plumones de distintos colores y la puso sobre una gran mesa de centro rodeada por dos sillones que se enfrentaban; muchas veces el mandatario había bromeado con sus invitados que era similar a la del salón Oval; por supuesto, cada vez que lo mencionaba las personas no podían dejar de pensar en el bochornoso momento en que durante el encuentro con Barack Obama le había pedido sentarse en su escritorio para sacarse una foto, convirtiéndose, de seguro, en el primer mandatario que hacía tan insólita y poco diplomática petición.

La historia de cómo Andrónico llegó a ser presidente

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