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Capítulo 7 Un Frente no tan amplio

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Giorgio dejó el latte en la mesa, se paró y salió del local Starbucks en que casi todas las mañanas cumplía con el rito casi sagrado del café y la lectura de los diarios. Esta vez, estaba acompañado de dos jóvenes que, a simple vista, podían pasar por universitarios. Sin embargo, eran diputados igual que él.

Estuvo poco más de cuatro minutos hablando por teléfono mientras se paseaba gesticulando bajo la atenta mirada de sus acompañantes y también de algunas personas que caminaban a paso rápido a sus trabajos, pero que lo miraban de reojo y reconocían de inmediato.

–Creo que tenemos que revisar el acuerdo de la Cámara –dijo mientras volvía a sentarse en un cómodo sillón verde y daba un sorbo a un café que se había enfriado.

–Pero si eso quedó zanjado en marzo, ¿por qué tendríamos que revisarlo? –respondió con poco entusiasmo Gabriel, quien aún seguía con la mente puesta en la página que tenía marcada en el diario y que informaba de una entrevista que había dado un año antes a un medio digital desconocido, y en la cual el periodista le entregó una extraña polera que tenía una macabra imagen del rostro del asesinado Jaime Guzmán. La fotografía de apoyo mostraba a un sonriente, pero desconcertado diputado, con la camiseta en la mano. Gabriel también había sido protagonista, unos meses antes, de un episodio que le había traído muchas repercusiones y críticas de diversos sectores. Junto a su novia, también diputada, se había tomado un café en la mítica ciudad de París con uno de los condenados por la muerte de Guzmán, en un acto que hablaba de la falta de olfato político del parlamentario o, peor aún, de una cierta soberbia con que encaraba el cargo.

–La DC insiste con Silber, pero además el grupo de la Pamela y Florcita están levantando el tema, yo creo que es mejor mantener la unidad entre nosotros –respondió el exdirigente estudiantil.

Aunque ya estaba por terminar el período legislativo, y las largas vacaciones del Congreso se iniciaban dos semanas después, los parlamentarios sabían que era mejor despejar el impase lo antes posible. Tenían conciencia de que la imagen del Frente Amplio –ese movimiento que había irrumpido un año antes con la promesa de cambiar las viejas prácticas de la política, romper con la Nueva Mayoría e integrar a los movimientos sociales en la discusión de los proyectos claves que se discutían en el Congreso– estaba en riesgo, luego de un año para el olvido. Disputas personales y de liderazgo, escasa influencia en el debate parlamentario, pero especialmente, escándalos que habían terminado por farandulizar al heterogéneo conglomerado. Los disfraces y canciones de Florcita Motuda en el hemiciclo y las actuaciones y frases polémicas de Pamela Jiles, terminaron por desperfilar al Frente Amplio, pero particularmente decepcionaron a muchos que votaron por ellos con la esperanza del cambio.

De seguro las vacaciones de 2019 habían servido para que los parlamentarios del Frente Amplio tomaran conciencia de que el dejar de cumplir un acuerdo podía tener un costo político y de imagen mayor de lo pensado. Durante todo febrero el grupo desapareció de la escena pública. No dejaron voceros ni opinaron de la coyuntura, pese al viaje del presidente a la frontera, los incendios y las inesperadas lluvias en el desierto más árido del mundo.

En el período de ausencia total del Frente Amplio de la escena política, los partidos ligados a la ex Nueva Mayoría habían aprovechado para intentar posicionar algunos liderazgos, aunque sin mucho éxito. La creación de Prosur, un organismo con que el presidente Piñera intentó pavimentar su futuro rol como líder de América del Sur una vez que terminara su segundo período en La Moneda y el fallido viaje de Piñera a Cúcuta, habían sido el estímulo perfecto para activar una especie de grupo de “excancilleres” –que consideró también al exdemocratacristiano y hoy socialista Juan Gabriel Valdés–. Había quedado en evidencia que el oficio de los dirigentes de los partidos tradicionales era muy superior a las declaraciones de intenciones de los emergentes que habían hecho de la crítica a las “viejas prácticas” su principal bandera.

Unos días antes de que se reiniciara el trabajo en el Congreso, Giorgio recibió la llamada cerca de las seis de la mañana. Era Jorge que le informaba que Maite y Gabriel habían sufrido un accidente en el Caribe colombiano.

–Iban en una lancha entre Capurganá y un lugar llamado Sapzurro… pero parece que están bien, una amiga quedó más complicada –dijo con una voz nerviosa.

–¿Y tú por qué no estabas ahí?, no entiendo nada, pero qué bueno que estén bien –respondió algo molesto–. Una pregunta –añadió el diputado por Santiago–. ¿Van a volver antes del 11?

El retorno de las actividades parlamentarias puso de nuevo el foco en la elección de la mesa que presidiría la Cámara de Diputados por el período 2019–2020 y, por supuesto, de quienes quedarían a cargo de las comisiones. La tensión se volvía a concentrar en si el Frente Amplio sería capaz de cumplir con la palabra empeñada un año antes. Hasta antes del receso, el DC Gabriel Silber corría con ventaja para asumir la testera; sin embargo, un extraño episodio terminó por cambiar el rumbo de la historia.

Una extraña denuncia de maltrato hacia su exseñora llegó de una manera sorpresiva –que nadie pudo explicar y sin un claro responsable–, a los correos de los 155 diputados en ejercicio. Luego siguieron unas semanas de incertidumbre y de dudas de algunos dirigentes. Meses después se sabría que el equipo de un parlamentario había sido el autor de la maniobra; sin embargo, el Frente Amplio ya había cometido el error de bloquear y juzgar a Silber de manera injusta, lo que obligó a la DC a postular a Iván Flores para presidir la corporación. Sería el primero de muchos errores políticos que cometería el conglomerado de izquierda y que terminarían por desdibujar la promesa con que se constituyeron en la vedette de las elecciones de 2017, y que terminaría por quebrase en 2020 con la fuga masiva de gran parte de sus parlamentarios.

La historia de cómo Andrónico llegó a ser presidente

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