Читать книгу La historia de cómo Andrónico llegó a ser presidente - Germán Silva Cuadra - Страница 14

Capítulo 8 El español

Оглавление

Julio de 2019

Joaquín Lavín estaba sentado en su escritorio, concentrado en escribir el nuevo anuncio que haría el fin de semana. Aunque no estaba totalmente convencido con la idea, su equipo de comunicaciones ya tenía todo listo para el lanzamiento el sábado siguiente. Sabía que la prensa le daría amplia cobertura en los noticieros del fin de semana. Desde hacía un año seguía los consejos de su asesor español de golpear con un anuncio novedoso, al menos una vez por mes. Y el listado era largo. Eliminar las bolsas de basura de la comuna, prohibición de fumar en sus plazas, cubículos estilo japonés para descansar unas horas, drones parlantes, entre muchas otras ideas.

En todo caso el proyecto que terminó por volver a situarlo en la competencia presidencial, de manera muy anticipada, fue el lanzamiento de las viviendas sociales en el corazón de Las Condes. No solo fue audaz al visitar al alcalde comunista de Recoleta para conocer su iniciativa y, literalmente, copiarla, sino que había logrado un hecho político que trajo repercusiones en otro partido de la coalición gobernante. Manuel José Ossandón, el senador de Renovación Nacional que le compitió duramente en las primarias al presidente Piñera, había bautizado su proyecto político como la “derecha social”. Y aunque nadie conocía muy bien en qué consistía, en términos de percepción pública, la había logrado posicionar como una derecha menos dogmática en lo económico y más progresista desde el punto de vista de la integración social. Mas Lavín le arrebató la categoría en poco más de una semana gracias a una idea alejada de su sector político. Aunque en su partido la idea había sido recibida con muchos resquemores, con el paso del tiempo consiguió un respaldo cargado de pragmatismo más que de convicción. El exministro no era del agrado de la línea más dura de la UDI, pero su rápido ascenso en las encuestas de opinión pública había generado un abrupto giro en la presidenta de la colectividad, una de sus más críticas opositoras dentro del gremialismo.

Recién el gobierno de Piñera completaba quince meses cuando su figura se fue a las nubes. No fue un hecho específico lo que lo catapultó, sino más bien un efecto acumulativo. Lentamente fue creciendo, mes a mes, hasta llegar a ponerse en el primer lugar de evaluación en casi todos los sondeos de opinión. Y aunque ese día –en la pauta que le entregaba su equipo de prensa estaba destacado– se conocerían los resultados de una encuesta que más que su solidez metodológica, era un referente para casi todos los sectores, pese a pertenecer a un centro de estudios ligado a la derecha y el empresariado, el alcalde de una de las comunas más ricas del país no la tenía en el radar.

–Joaquín, ¿viste como saliste en la CEP? –dijo una voz ansiosa a través del teléfono móvil.

–Chuta, me había olvidado, cuéntame –respondió con un aire distraído.

Los resultados corroboraban lo que unas semanas antes otro sondeo había dejado en evidencia. Lavín se convertía en el personaje mejor evaluado de todos los políticos del país, superando por bastante distancia a la expresidenta Bachelet. En la vereda de al lado, en cambio, las caras largas se habían extendido al constatar que el ultraderechista José Antonio Kast –quien acababa de lanzar su propio partido político– quedaba relegado a lugares secundarios.

Esa misma tarde, el exministro del primer gobierno de Piñera se reunía con su equipo más cercano para definir los pasos que darían, considerando que de ahí en adelante tendrían que manejarse con el cuidado de quien tiene que mantener el liderato. Tenían conciencia de que la presión aumentaría. Pero lo importante era que habían logrado el objetivo trazado.

–Les quiero agradecer el apoyo y el trabajo de este tiempo, sé que de ahora en adelante la responsabilidad será mayor, mas confío en cada uno de ustedes –dijo el alcalde al pequeño grupo que lo escuchaba atentamente.

Aunque no personalizó en nadie el mensaje, Antonino sonrió tenuemente. Sabía que era el responsable del giro tomado por Lavín. Un año atrás, poco antes de finalizar la primera reunión que sostuvo con Lavín, el catalán había expresado una frase que al alcalde le quedó dando vueltas: “Los electores votan cada día”. A las 7.02 de la mañana del día siguiente llamó al español y en solo un par de minutos selló la alianza que pronto daría frutos. Me convenciste, ¿te parece que nos juntemos a las 20.30 en mi casa?, no está muy lejos de tu hotel. El asesor, que se jactaba de haber dado un giro a la imagen de Cristina Fernández, tomó una hoja y un lápiz que estaba en el escritorio de la habitación y solo le respondió con una pregunta: Perfecto, ¿me das la dirección?

Los meses siguientes fueron más intensos de lo que Joaquín Lavín pudo haber imaginado esa tarde en que Gutiérrez-Rubi volvió a su hotel con una sensación de triunfo personal. El español estaba en permanente contacto, tanto con Lavín como con el resto de su equipo. Además, viajaba rigurosamente cada cinco semanas y justo había coincidido con los resultados de la encuesta trimestral del CEP. Aunque la estrategia no varió de manera sustantiva, lo cierto es que no previeron que el frente más complejo sería el cómo contener los ataques que provenían de su propio sector, el llamado “fuego amigo”.

Pese a que en La Moneda no miraban con buenos ojos una candidatura tan prematura, ya que le hacía sombra al presidente Piñera, el alcalde se las ingenió para mantener su estrategia, sin caer en la tentación de entrar a temas contingentes que lo sacaran del perfil que había construido los últimos años. Sus asesores le recomendaron seguir con un anuncio semanal asociado a su rol de alcalde y evitar cualquier mención a los proyectos de ley que estaban en discusión en el Congreso, en los cuales Piñera se jugaba el legado. Sin duda no sería fácil. Juan Antonio Kast ya había iniciado una fuerte ofensiva que buscaba “sacar al ring” al edil. De hecho, pocos días después que el excandidato presidencial fue relegado al segundo lugar en las encuestas, lanzó su primera provocación. “Emplazo a Joaquín Lavín a que nos diga cómo podría implementar todas sus ideas en una comuna pobre como San Joaquín”. Pero además de la ironía –que manejaba muy bien–, fue más allá y puso el dedo en la llaga: “Me llama la atención que su partido, la UDI, esté de acuerdo con que el alcalde tenga tanta cercanía con el comunista Daniel Jadue, ¿pensará nombrarlo su ministro si es presidente?”.

La frase no solo molestó a Lavín, sino que implicó que Jorge Saint-Jean le sugiriera que se reunieran ese mismo día para evaluar cómo enfrentarían al rival. Este productor y manager era además el marido de una de las artistas más exitosas de la música popular chilena, había trabajado muy estrechamente con el exministro desde aquella infartante elección en que Ricardo Lagos apenas lo había superado en la primera vuelta de los comicios que elegían al primer presidente del siglo XXI. De ahí en adelante, Saint-Jean había tomado un rol protagónico en sus estrategias de posicionamiento público. Sin embargo, en los últimos años se habían distanciado. El productor se convirtió en el creativo de Felipe Kast y lo acompañó durante su campaña en las primarias de Chile Vamos en 2017. Mal que mal, no solo militaba en Evópoli, sino que también había sido uno de sus fundadores –junto al propio Kast– y ocupado su presidencia cuando nadie podía presagiar que el partido pasaría a tener un rol importante como el ala más progresista de la derecha. Solo unos meses antes, Lavín lo llamó para sondear la posibilidad de que se integrara a su equipo de trabajo.

–Joaquín, tú sabes que jamás te podría decir que no –le respondió con un tono que al propio alcalde le causó risa.

–Bueno, nada más que decir, Jorge, bienvenido nuevamente –concluyó el alcalde.

De ahí en adelante comenzaron a conversar en forma regular, sin embargo, Saint-Jean tenía aprensiones con Gutiérrez-Rubi, aunque nunca las mencionó de manera explícita. Lavín se dio cuenta rápido y una tarde en que ambos regresaban de una actividad en el sector de Colón Oriente, de manera sorpresiva, le lanzó una frase que el marido de Myriam Hernández entendió como un gesto y lo tranquilizó.

–Jorge, tú sabes que eres una persona de mi total confianza, pero por sobre todo eres mi amigo y confío ciegamente en ti. Yo sé también que esto no es solo trabajo para ti.

A buen entendedor pocas palabras, pensó Saint-Jean. A su manera, Joaquín le había despejado el rol del español.

La reunión, citada por el Outlook de uno de los tres teléfonos de Lavín, comenzó puntualmente a las 19.30 en el despacho del alcalde. Luego de intercambios de un par de palabras acerca de las dificultades que el proyecto de Reforma Tributaria seguía teniendo en el Congreso, que habían significado que el presidente Piñera acusara a la oposición, una vez más, de obstruccionismo, el propio Saint-Jean tomó la palabra, ante la mirada algo molesta del catalán, que justo en esos días cumplía con sus programadas visitas al país.

–Creo que tenemos que prepararnos para un ataque sostenido de Kast, no te va a soltar, Joaquín, y ahora no solo nos bastará con que no enganches o evites referirte a la contingencia. Su estrategia será salir cada vez que tengamos una actividad, buscará que la gente perciba que ambos están compitiendo de igual a igual y además te provocará… –no alcanzó a terminar la frase cuando Antoni se puso de pie y lo interrumpió con su voz ronca y el ceño fruncido:

–Me disculpas, Jorge, estoy muy de acuerdo contigo, pero creo que el principal riesgo es que Kast buscará provocar a la UDI, bueno especialmente al grupo que se siente más cercano a sus posturas políticas y que desconfía de tu pragmatismo.

La reacción de incomodidad del productor fue tan evidente que incluso Lavín le lanzó una mirada de cierta complicidad, aunque luego asintió al comentario del español. Porque la verdad es que el punto era clave. Más allá de los ataques personales, que vendrían de todas maneras, el principal riesgo estaba en la capacidad de su propio partido de resistir los ataques. Aunque la senadora y presidenta de la colectividad le había garantizado que serían leales a toda prueba y que el objetivo del gremialismo era competir con uno de los suyos, Lavín sabía que eso no pasaba de una declaración de buenas intenciones. Hacía rato que se sentía una suerte de outsider en la tienda política, de la cual era uno de sus fundadores.

Pero Saint-Jean, que había resentido el golpe, tomó la palabra y con mucha calma sentenció:

–No puedo estar más de acuerdo contigo, sin embargo, tú no conoces bien la dinámica de los partidos de la centroderecha chilena, y te aseguro que no son comparables con el Partido Popular. Yo, Joaquín –afirmó con cada vez más convicción–, creo que, por el contrario, tenemos que ayudar a forzar que esa gente que ve en Kast una alternativa, salga luego de la UDI. Claro que tú no debes hacer nada, déjanos esa pega a nosotros.

Por supuesto que fue una ironía hablar en plural. El productor tenía claro que el alcalde no solo valoraba el trabajo profesional, en particular la creatividad y audacia, sino, por sobre todo, la lealtad. Jorge Saint-Jean no tenía nada que demostrar esta vez, el solo hecho de que su asesoría fuera gratis, le daba una ventaja enorme frente al español.

Dos días después de la reunión a puertas cerradas, la encuesta Cadem –lejos la menos confiable y criticada por todos los sectores, pero que cuando convenían los resultados estos hacían vista gorda–, incluyó el primer sondeo de candidatos presidenciales exactamente cuando el gobierno de Piñera cumplía un año y cuatro meses. Y aunque el contrato que tenían con La Moneda era muy suculento, sabían que tenían que ponerse a tono con las otras dos encuestas que estaban ganando el sitial de ser las más confiables del mercado político. Los resultados fueron concluyentes. Al igual que el sondeo de Criteria, Lavín obtenía el primer lugar en mención espontánea, superando a Beatriz Sánchez, la periodista que unos años antes compitió representando al Frente Amplio y que sorprendió con un importante veinte por ciento. Pese a que llevaba más de un año prácticamente en silencio, su nombre seguía estando entre las tres primeras cartas a La Moneda en 2022, de acuerdo con los ciudadanos y ciudadanas. Era extraño, tal vez una especie de efecto “vegetativo” porque la verdad es que sus apariciones habían sido muy menores y sin connotación, ni menos impacto político. Solamente la participación esporádica en un programa político de TV, y un rumor que se esparció por la región de Valparaíso en relación con que su cambio de padrón electoral obedecía a una postulación a gobernadora provincial para los comicios de 2020. Esto último ella ni nadie del Frente Amplio se encargó de corroborarlo o desmentirlo hasta que el tema desapareció de los medios. Era muy poco para mantenerse en primer lugar. Bueno, hasta que Lavín la superó de manera repentina.

En julio de 2019, la excandidata presidencial tomó la decisión de volver a la arena política. Luego de reflexionar con su grupo más cercano y concluir que si no empezaba a entregar luego señales políticas seguiría perdiendo posiciones. Aunque no tomaba aún una decisión respecto de si volvería a postular a la presidencia, sabía que tenía que mantenerse en primera plana. En una reunión que se desarrolló en su casa, hizo un anuncio que generó miradas algo incrédulas:

–Voy a valorar el informe de Bachelet sobre Venezuela –dijo con convicción–. ¿Alguien tiene algún comentario?

Un silencio sepulcral se expandió entre los cinco integrantes de su equipo. Hasta que Carlos, el más locuaz de ellos y quien administraba las comunicaciones de la excandidata, empezó a hablar con voz fuerte, pero pausada:

–No sé, Beatriz, si es una buena idea… En el Frente Amplio no hay una posición común respecto de Venezuela, no le veo la ganancia a que te metas en ese tema –concluyó tajante.

–Pero, Carlos, creo que hay que tomar distancia del PC que tiene una posición muy contradictoria, pero muy impopular… –alcanzó a decir una socióloga, quien además de ser una de las mejores amigas de Beatriz, se imponía por la vehemencia y seguridad con que defendía sus puntos de vista.

–Parece que no me han entendido –señaló con molestia Sánchez–, dije que voy a valorar el informe. Si tienen comentarios respecto de cómo comunicar mejor esta decisión, bienvenidos... –concluyó mientras dirigía su mirada de manera intermitente a cada uno de ellos.

–Yo tengo una sugerencia –dijo la periodista que administraba la relación con los medios y redes sociales, sentada en un sillón individual cubierto por una manta mexicana de múltiples colores y que daba de manera lateral al ventanal del living del departamento de la excandidata–. Puede parecer obvio, pero ¿y si emplazas al Frente Amplio a que se pronuncie oficialmente?, les dejas una gran presión y los obligas con eso a asumir una postura, aunque a Jackson y Boric les reviente.

–Me parece –sentenció Beatriz Sánchez.

Las cosas seguían de mal en peor para La Moneda. A la baja sostenida en todas las encuestas –incluido el sondeo de Cadem, la empresa que había facturado más de 900 millones de pesos durante el primer año de gobierno– se sumó el episodio que algunos medios bautizaron como la “Crisis del agua”. Fue, literalmente, otra de las gotas que empezaba a rebasar el vaso.

A las 23.10 del 9 de julio de 2019, el único operario de la planta Collipulli de Essal abrió las válvulas del estanque de petróleo –conectadas por una sola cañería al generador– y se fue a calentar su comida en el microondas de la sala contigua a la de control. Era una rutina a la que estaba acostumbrado, considerando los 28 años que llevaba repitiendo una y otra vez la maniobra. Sabía que contaba con 40 minutos hasta volver y hacer lo contrario, es decir, cerrar la válvula. Comió lentamente la comida que su señora le había preparado unas horas antes, luego se levantó, lavó los platos y cubiertos –como siempre– y guardó los envases en su lonchera. Todo de acuerdo con los pasos que hacía de manera mecánica y en que tardaba exactamente 32 minutos. Lo había medido varias veces estableciendo una especie de competencia consigo mismo. Con el correr de los años llegó a vanagloriarse ante su familia de que tenía un margen de error inferior a un minuto. La verdad es que esto nunca le importó a ninguno de sus tres hijos y menos a su señora, pero cuando estaba en casa, solía rememorar su “récord” como si de ello dependiera su vida.

Sin embargo, esa fría noche de invierno sufrió el peor de los males que podía experimentar alguien de su trayectoria: romper su rutina. Eso lo desconcertó de tal modo que olvidó por completo el procedimiento habitual. En un hecho que ni siquiera fue capaz de explicar de manera convincente a los detectives de la PDI que lo interrogaron, se fue a ver televisión en la sala contigua, hasta que recién a las 00.10 horas del 12 de julio, su corazón se agitó cuando se acordó de que había dejado abierta la válvula por casi una hora, tiempo suficiente para desatar la emergencia que se extendería por largos diez días.

Al comienzo, la empresa intentó bajarle el perfil al problema y salió rápidamente a informar que la situación estaba casi controlada y que en solo un par de días habrían vuelto a la normalidad. Pero nada de lo que prometieron se cumplió. Con una vocería poco clara, escasa empatía, e incluso algo de soberbia, pasadas 48 horas sin suministro, el gobierno decidió tomar un mayor protagonismo. Envió al ministro de Obras Públicas a la zona, quien intentó dar la sensación de que La Moneda estaba controlando el evento. Aunque el ministro Moreno comenzó a levantar el tono a la empresa, la percepción inicial fue que La Moneda había sido muy benevolente con Essal.

Pero el problema no había sido el corte de agua, sino la mala decisión de Piñera. “Es un riesgo, no lo hagas”, le advirtió Cecilia. El presidente Piñera citó a todos integrantes del Comité Político el domingo 14 de julio en la mañana y les comunicó que quería ir personalmente el martes 16 a comprobar que todo funcionara, de acuerdo con lo que le había comunicado al ministro el gerente general de la sanitaria, y que, además, quería ser él quien ratificara la fecha en que todo estaría resuelto. El propio Moreno lo miró con incredulidad y pidió la palabra.

–Presidente, yo no confiaría ciegamente en la fecha que me han entregado ellos, me dio la impresión de que eran más las ganas que una realidad –manifestó el ministro, con un tono que dejó un aire de ambigüedad.

–Ministro, voy a anunciar hoy por la tarde que el martes se reestablecerá el agua, usted preocúpese por favor de que Essal cumpla su palabra. Además, quiero estar personalmente en la maniobra de apertura del suministro –le respondió secamente.

–Presidente, ¿quiere usted dar el agua? –replicó Moreno con preocupación. Había entendido perfectamente que Piñera intentaría capitalizar el evento, sin embargo, sabía que estaría corriendo un riesgo enorme.

–Así es, Cecilia, coordina que la prensa esté presente en el lugar y usted, Alfredo, encárguese de que todo funcione –respondió el mandatario, y agregó–: ¿A qué hora debería ser eso?

–A las 7.00 de la mañana está programado, presidente.

Como era de esperar, recién cinco días después, se logró reestablecer el suministro en los 49 mil hogares que estaban afectados. Y aunque el agua presentaba un alto nivel de turbiedad, la autoridad intentó dar por culminado el episodio ese mismo domingo. Sin embargo, la cadena de errores de La Moneda no terminaría ahí. En un hecho con ribetes algo tragicómicos, esa misma tarde, el ministro de Salud dio una conferencia de prensa en Osorno para confirmar que el agua no presentaba ningún tipo de riesgos para la salud humana y que, por tanto, hacía un llamado a la población a consumir el agua con confianza. Sin embargo, dos minutos después, anunció que había dispuesto mantener por un mes la alerta sanitaria en la zona. Dos mensajes contradictorios que terminaron por agotar la paciencia de los habitantes de una de las zonas más conservadoras del país.

El gobierno había intentado proyectarse como parte de la solución, mas terminó siendo parte del problema. El costo personal para el presidente fue evidente. Su afán de “estar en todas” y la ansiedad le habían pasado una vez más la cuenta, lo que se convertiría en la tónica de su segundo período.

Los meses siguientes fueron difíciles, especialmente para los ministros más cercanos al presidente y, por supuesto, para los integrantes del llamado segundo piso. El mandatario comenzó a participar de todas las actividades del gobierno, incluso en aquellas en que se le aconsejaba no involucrarse. Su nivel de exposición seguía aumentando de manera proporcional a su sostenida caída en las encuestas. Eso lo tenía preocupado, pese a que mantenía un 30 % de apoyo, muy lejos del 6 % que llegó a marcar en diciembre de 2019.

–Sebastián –le dijo su ministro de Interior por teléfono–, esto te lo voy a decir como primo. Debes ser más selectivo con tu agenda, por tratar de mostrarte al mando de las soluciones estás quedando metido en el problema.

–Gracias por el consejo, ministro –le respondió secamente.

La historia de cómo Andrónico llegó a ser presidente

Подняться наверх