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VI

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Se tomaron muchas fotos durante el almuerzo de celebración de las Bodas de Oro. La organización estuvo a cargo de un comité conformado por cuatro integrantes de la promoción que trabajó arduamente con el fin de reunir fondos y planificar las actividades a realizarse durante los tres días centrales. Al principio, las fotos eran grupales: todas brindando, bailando, cantando, comiendo picante a la tacneña sentadas en la larga mesa. Una promoción muy unida, como quería nuestra querida y recordada Madre Giuseppina QEPD. Murió apenas un año atrás; podría haber estado acá con nosotras. Qué pena, sí, qué pena, mienten algunas, aliviadas. A medida que avanzaba la tarde, empezaron a formarse grupos más pequeños entre las que fueron íntimas, dejaron de verse porque estuvieron dedicadas a los maridos, a los hijos, se reencontraron 50 años después y a los diez minutos eran íntimas otra vez, como si el tiempo no hubiera pasado. No ha pasado, reían. Los 60 de hoy son los 50 de antes. ¿Los 50? Yo me siento de 20, dijo la que siempre era sancionada por su mala conducta y pasaba más tiempo castigada en la Dirección que en clase. Estamos regias, igualitas, bellas, escribieron días después en sus muros de Facebook las que habían aprendido a usar computadoras y publicaron todas las fotos tomadas durante el memorable almuerzo. Se mandaban bendiciones y agradecían a Dios y a la Virgen por la amistad que las unía y por el maravilloso pasado compartido. La que se sentía de 20 se ofreció a liderar el comité a cargo de las celebraciones de las Bodas de Diamante. Pidió voluntarias y las conminó a empezar a trabajar de inmediato. El tiempo pasa demasiado rápido, escribió. Nuestras Bodas de Diamante están a la vuelta de la esquina.

Ay, Matusalén.

Matusalén

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