Читать книгу Fronteras de la semiótica - Группа авторов - Страница 13
VER Y OÍR EN EL MUNDO INDOEUROPEO
ОглавлениеEl destino quería que le ocurriese una desgracia a Cándalo que se dirigió de esta forma a Giges: “Giges, creo que no me crees cuando te hablo de la belleza de mi mujer; puesto que el oído es más incrédulo que los ojos, arréglatelas entonces para verla desnuda”12.
Esta anécdota relatada por Heródoto caracteriza su concepción de la historia: lo mejor es siempre convencerse por sus propios ojos, antes que dejarse convencer más o menos por las palabras. Para ser más precisos, en el texto griego “no me crees” es una reformulación de la traducción literal “no soy digno de fe” (apistos, teniendo en cuenta que pistis es el término que designa tradicionalmente las razones por las que se cree, las pruebas jurídicas, las garantías que despiertan la confianza).
La distribución de los dos regímenes de creencia es el mismo: Giges parece adoptar el régimen de la evidencia y, desde este régimen, considerar el régimen de la confianza como un régimen de “palabras” vacías y falaces. Del mismo modo, desde el punto de vista del régimen de la confianza, la búsqueda de la evidencia visual podría, visto el caso, ser reinterpretada sin dificultad bajo el signo del interés y del deseo (deseo de la mujer desnuda); pero esta inversión no es aquí más que potencial; aparece evocada por la alusión a una “desgracia” y sólo será explotada en la continuación de la historia.
No obstante, la oposición adquiere aquí un cariz diferente: ya no se trata simplemente de ver o de “creer bajo palabra”, sino de ver o de oír. De hecho, la distinción entre los dos regímenes de creencia se reduce a la diferencia superficial entre los dos órganos sensoriales. Un breve análisis demostrará que esta distinción se integra fácilmente en la primera. Benveniste ya señaló, a propósito de la formulación del juramento13, que los griegos y los latinos eligen dos opciones diferentes. Para los griegos, el criterio de validez de un juramento es la visión: “Que Júpiter, la Tierra, el Sol sean testigos (=lo sepan)”14.
A esto hay que añadir, desde un punto de vista filológico, que la base isto, que significa tanto “ver” como “saber”, es la raíz de la construcción de istor/histor’ “el que sabe por haber visto”, o el testigo ocular, “el que es convocado para asistir, para ver un juicio”; de aquí: historéo, “investigar por medio de la vista”. En paralelo, la raíz indoeuropea wid/weid (videre, ver), aunque de distinta naturaleza morfológica, presenta el mismo funcionamiento semántico: oída es, al igual que ista, “saber por haber visto”.
Benveniste cita a este respecto un texto sánscrito que tendería a demostrar que los hindúes comparten el punto de vista de los griegos: “Si dos hombres discuten diciendo, el uno “yo he visto” y el otro “yo he oído” debemos creer al que dice “yo he visto”15.
Por el contrario, el juramento latino se basa en el oído: “Escucha, Júpiter, escucha... Escucha a tu pueblo albano”16.
Sin embargo, nada en estos ejemplos nos permite afirmar que “escuchar” debe ser tomado literalmente como “lo que se transmite por el oído”; “escuchar”, en este caso, no es ver, es siempre oír palabras, y las palabras poseen una eficacia pragmática que les es propia, distinta de la eficacia de la presencia visible.
Dos observaciones, sin embargo:
• No es seguro que el oído como tal no entre dentro de estas consideraciones: si partimos de la distinción entre los dos regímenes de creencia, y de la cobertura figurativa asignada a cada uno de ellos en la cultura indoeuropea, ver y oír, es posible que hubiera habido una generalización y que cualquier información transmitida por el oído, la música y el ruido incluidos, fuera tratada bajo el mismo régimen que la palabra; esto explicaría, entre otras cosas, la preeminencia de lo visual sobre los otros sentidos en nuestras culturas. Sin embargo, esto no es más que una hipótesis.
• El funcionamiento de los dos regímenes de creencia, y por consiguiente, de lo visible y de lo audible, recibe un determinado estatuto jurídico: las pruebas visibles tienen más valor que las audibles, e incluso un testigo ocular tiene valor de verdad legal. Lo que equivale a decir que la cuestión de lo visible y de lo audible guarda una estrecha relación con la argumentación jurídica, punto de partida de la retórica en nuestras culturas.