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EL PERFIL RETÓRICO DE LAS GRAMÁTICAS NARRATIVAS

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Desde la perspectiva semiótica, el problema a plantear sería si, al dividir un relato en secuencias narrativas cada vez de menor dimensión, al final de este proceso nos encontramos con una unidad lingüística, sea ésta una cláusula o una oración, susceptible de ser analizada por una semántica de frase. Consideremos el siguiente ejemplo:

(1) Hubo una vez un hombre / que tenía diez hijos, / pero era tanta su pobreza, / que para mantenerlos veíase obligado a trabajar sin descanso durante el día y la noche...

Se trata de la secuencia inicial de un cuento, en la cual se plantea lo que en los análisis de Propp corresponde a la función de carencia. Idealmente, un análisis que conjugara lingüística y semiótica debería mostrar el modo en que la estructura semántica de cada una de las cláusulas conduce sin ambigüedad a identificar el contenido de esta unidad narrativa. Pero, podemos decir, que el tránsito del análisis de la secuencia a su estructura de frase todavía requiere ser aclarado.

Evidentemente, desde la perspectiva lingüística, el problema se enuncia en sentido inverso: ¿mediante un proceso de agrupación de cláusulas u oraciones, será posible obtener unidades analizables en términos de la semiótica? Algunos autores (Halliday y Hasan) han optado por dar una respuesta afirmativa a esta pregunta, sobre todo al analizar la cohesión en el relato apoyándose fundamentalmente en conectores, anáforas y repeticiones. El problema a resolver en el ejemplo citado sería asignar un valor semántico tanto a los relativos (que) como al adversativo (pero) que permitiera el reconocimiento de la función proppiana de carencia. Ahora bien, dado el caso que esto fuera factible aún habría que resolver casos extremos de yuxtaposición, en los que el relato descansa en la enunciación de simples verbos, como en el ejemplo siguiente:

(2) Vine. Ví. Vencí.

Desde la perspectiva de estos autores, la opción en este caso sería remitirse al potencial cohesivo de las relaciones de sucesividad en el tiempo. Sin embargo, esto no permitiría postular, como lo haría el semiotista, a partir de los tres sucesos enunciados, una estructura narrativa englobante, no enunciada explícitamente, que corresponde a lo que podría ser llamado un macrosuceso de /conquista/, susceptible de ser integrado en alguna de las fases del esquema proppiano o en algún otro esquema narrativo canónico.

Bajo cualquiera de los dos puntos de vista señalados, es claro que, si la agrupación de oraciones o de cláusulas y la descomposición de relatos fueran puntos de vista complementarios, hace largo rato que se hubiera logrado la “gran unificación” entre teorías semánticas de frase y teorías narratológicas (entre las que se cuenta la semiótica narrativa). Al no existir una transición clara entre unidades lingüísticas y unidades narrativas, sería lógico suponer que existe un salto cualitativo entre ambos tipos de unidad, que ninguna de las disciplinas en cuestión ha sabido resolver. Dicho de otro modo, tal parece que cada tipo de unidad —frase o secuencia narrativa— es de naturaleza distinta. Pero, como comprenderán, una solución en estos términos es altamente insatisfactoria, no sólo porque exigiría una definición clara y distinta de sus naturalezas diferenciales, sino que también supondría introducir una discontinuidad en la naturaleza misma del lenguaje: en consecuencia, tendríamos que asumir que el lenguaje es por esencia heterogéneo.

Este problema se complica a su vez por el grado distinto de desarrollo de las disciplinas lingüísticas y narratológicas. Cierto es que la retórica constituye un venerable antepasado, del cual las narratologías pueden enorgullecerse; sin embargo, basta contrastar la escasez de modelos narratológicos con la gran diversidad de corrientes de análisis lingüístico, y sus numerosas publicaciones, para constatar esas diferencias de desarrollo. Las mismas pugnas interdisciplinarias se encargan de subrayar esas diferencias: negando unas la validez de la frase como unidad pertinente de análisis semántico e ignorando, las otras, la existencia misma de estructuras narrativas o, al menos, afirmando su carácter relativo impropio para la constitución de gramáticas narrativas y haciendo de la estructura de los relatos un compuesto de efectos sintácticos, semánticos y pragmáticos.

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