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LA ELUCIDACIÓN ANALÍTICA

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Ya hemos señalado que Freud asimilaba la verdad en psicoanálisis a la verdad en la historia, en el sentido de que tanto la una como la otra presuponen que se “cree sin ver”. Sin embargo, el análisis de la posición de Heródoto nos obliga a matizar esta afirmación. El historiador no ensalza, como hacía Freud, el régimen de la confianza, de la correlación inversa entre ver y creer, sino que se ve obligado a avenirse a él. Esto significa que el régimen elegido por Heródoto, desde un punto de vista axiológico, es el régimen de la evidencia, dentro del cual debe dejar sitio al de la confianza, al de la eficacia pragmática del discurso, concesión que compensa a su vez recurriendo a las figuras de la analogía entre lo visible y lo invisible.

Por el contrario, el psicoanalista, a pesar de ser capaz, como Freud al comienzo de su demostración, de adoptar el punto de vista de la evidencia, se sitúa de entrada bajo el signo de la confianza, de la relación intersubjetiva, de la correlación inversa entre el ver y el creer: literalmente es justo en lo que no se deja ver (ni tan siquiera oír) en lo que hay que creer, poniéndose totalmente en manos del analista.

Michel de Certeau ha examinado, en L’écriture de l’histoire, las relaciones entre Freud y el discurso histórico, y ha puesto de manifiesto, a propósito de un caso de neurosis demoniaca estudiada por Freud, el papel que juega la analogía:

El contenido constante es una relación entre términos cambiantes, uno de los cuales era, en el pasado, una expresión diabólica, y hoy en día es una jaqueca, una úlcera, una enfermedad orgánica (...). La “huella” de la humillación del padre era ayer más visible que en la actualidad23.

La proporción es en este caso: la relación visible en el siglo XVII entre la humillación del padre y la posesión demoniaca, equivale en el siglo XX a la relación invisible entre la humillación del padre y los trastornos somáticos.

Pero existen otras operaciones que complican el asunto: la relación neurótica visible no se considera hoy en día en el ambiente médico, puesto que el peso, a lo largo de los siglos, del discurso partidario del cientifismo, considerado como autoridad en la materia, la ha despojado de toda credibilidad, de manera que hoy en día ya nadie puede “de buena fe” expresar la humillación del padre bajo la forma de una posesión demoniaca. Una vez más la cadena de “garantes” y la cantidad de enunciaciones acumuladas impiden creer en una manifestación visible anclada en el pasado.

Por el contrario, para el psicoanalista, la relación invisible se actualiza, aunque no por ello se vuelva visible. Hasta ahora, el funcionamiento es comparable al observado en Heródoto, puesto que la relación invisible se actualiza en el discurso (es de lo que se habla), mientras que la relación visible es sólo potencial, incluso virtual: es de lo que no se habla pero a lo que recurriremos para hacer visible lo primero por analogía; en otras palabras, la relación invisible debe ser sacada de su estado latente para aclarar la relación manifiesta. Según M. de Certeau, Freud propone aquí un corte epistemológico: ya no se trata de seguir acumulando discursos y, por consiguiente, de volver opaco lo visible, sino de dilucidar lo escondido, de ofrecer de nuevo un campo a lo visible explotando para ello, entre otras cosas, la analogía.

Si examinamos por ejemplo L’interprétation des rêves24, veremos que se utilizan los mismos procedimientos con un grado más de sofisticación. En primer lugar, la distinción entre “contenido latente” y “contenido manifiesto” es de orden modal, siendo el primero potencial y el segundo real; entre ambos hay un /deberser/: “Un pensamiento que existía como mera opción es reemplazado por una imagen actual”25.

Aparece además un tercer término, la “relación” entre ambos: “Entre el carácter confuso e incomprensible del sueño y la resistencia que encontramos a desarrollar su contenido latente, existe una relación secreta y necesaria”26.

Lo visible, lo perceptible, es pues inteligible, mientras que lo creíble sigue siendo lo invisible: Freud nos recuerda que entre estos dos fenómenos existe una correlación necesaria. Así pues, no se trata simplemente de dos tipos de contenidos, el uno latente (potencial) y el otro manifiesto (real), sino de dos estados diferentes de la correlación entre lo visible y lo creíble: en uno de ellos domina lo visible y la creencia es mínima; en el otro domina lo creíble, pero no existe ya la percepción directa: nos encontramos pues frente a la correlación inversa entre ver y creer, típica del régimen de la confianza. Por otro lado, como señala Freud, lo que era importante en el contenido manifiesto resulta accesorio para el contenido latente y viceversa; junto a la potencialización de los dos tipos de contenidos accesorios, habría que situar la virtualización de los contenidos accesorios, que serán actualizados por su valor explicativo en el momento de la elucidación. Freud explica este desplazamiento: a) como el resultado de una condensación de la superficie (extensión) del material onírico, y b) como un desplazamiento de intensidad. Estas consideraciones confirmarían nuestro primer análisis de las categorías que intervienen en la correlación entre ver (extensión) y creer (intensidad), y precisarían la naturaleza semiótica de los cambios de modo de existencia:

Mientras que se lleva a cabo el trabajo del sueño, la intensidad psíquica de las ideas y de sus representaciones se traslada a otras, precisamente a aquéllas que no esperábamos en absoluto ver acentuadas de esta forma. Es este traspaso psíquico el que contribuye en mayor medida a oscurecer el sentido del sueño y a hacer que las relaciones entre el sueño manifiesto y el sueño “despierto” sean irreconocibles27.

Dicho de otra forma, es el desplazamientos del acento de intensidad de un contenido a otro el que modifica la relación entre lo visible y lo creíble; el que hace que, en un primer momento, lo visible no sea creíble y que luego lo creíble ya no sea visible28. Por ejemplo, en uno de los sueños analizados, la “mesa redonda” es la figura en torno a la cual se organiza el sueño, pero: “En el contenido latente del sueño, es el amor desinteresado el que se encuentra en primer plano”29.

Un pequeño detalle nos ayudará a precisar el mecanismo de este desplazamiento de acento: Freud precisa que la figura acentuada del contenido manifiesto debe ser asociada directamente con una situación vivida la víspera; dicho de otro modo, la figura destacada, la clave del sueño, fue visible en su momento y sigue manifestándose, con respecto a la enunciación del sueño y a su sujeto, dentro de una relación de referencia deíctica. Por el contrario, la figura que posee la carga afectiva en el contenido latente no está sometida a esta consideración: el contenido manifiesto se incluye por consiguiente en el régimen de la evidencia y de una semiosis fundada en la referencia directa y deíctica, dentro de una situación discursiva que corresponde, como hemos visto, al régimen fiduciario.

La inserción de un régimen de evidencias —algo deformado y apenas reconocible— dentro de un régimen de confianza, resulta, según Freud, del “trabajo del sueño”, es el resultado del desembrague que él analiza como “condensación” de figuras y “desplazamiento” del acento (empleo aquí los términos utilizados por Freud).

Pero justamente, este “trabajo” subyacente actúa como figura del contenido manifiesto del sueño. Freud analiza con gran precisión cómo se encadenan las operaciones: a) la condensación (producida por una “presión”) se aplica en un primer momento al conjunto de los elementos heterogéneos del contenido latente; b) la fragmentación afecta estos elementos condensados para prepararlos para una nueva selección; c) la selección eliminará de este material “todo lo que es impropio de la representación concreta”30; para terminar c) una reconfiguración procurará al resultado obtenido el aspecto de una escena dotada de una única deixis. Al final del proceso, las asociaciones de ideas características del contenido latente son irreconocibles, y el acento de intensidad recae sobre la figura que organiza la nueva escena. Este “trabajo” se parece mucho al “bricolage” de Lévi-Strauss, utilizado por J-M. Floch para dar cuenta de lo que llamamos la “praxis enunciativa”31.

Esta “praxis” se presenta globalmente aquí como una serie de transformaciones llevadas a cabo entre términos tomados dos a dos. Lo visible, obtenido al final del recorrido, se funda pues en las correlaciones analógicas, en inversiones en un espejo, al igual que ocurría en Heródoto, en esto es de tipo retórico; la deixis alrededor de la cual se organiza, es una deixis simulada, obtenida por reembrague, y ésta es la razón por la que Freud, y muchos otros después, comparará el trabajo del sueño con la escritura metafórica o metonímica. La elucidación analítica, partiendo del supuesto de que uno o varios hechos concretos y observables han existido realmente (régimen de la evidencia), pero que son ahora inaccesibles en la mente del sujeto, en cuyo interior las creencias no están bajo el control de lo visible, consiste también en restablecer lo visible, en producir, gracias a un conjunto de operaciones que desembocan en tropos, una “representación sensorial”.

Nos queda sólo evocar rápidamente el proceso por el que el discurso analítico realiza el recorrido en sentido contrario, para encontrar el contenido latente bajo el contenido manifiesto: lo que equivale, partiendo de un régimen que se presenta globalmente como fiduciario (puesto que lo “visible” en cuestión no es ni inteligible ni creíble, y es precisamente por esto, según explica Freud, por lo que favorece el sueño), a encontrar un régimen de evidencia más profundo.

Freud afirma que lo que manifiesta esta evidencia profunda del sueño es el deseo:

Pero el sueño nos da algo más que este modo optativo; nos muestra el deseo realizado, nos ofrece esta realización bajo una forma real y actual, valiéndose para presentárnosla, la mayoría de las veces, de situaciones, de imágenes sensoriales, casi siempre visuales32.

Las operaciones que ponen de relieve el régimen de la evidencia dentro del régimen de la confianza conducen aquí, como habíamos supuesto a propósito de Job, a la reconstitución del interés y del deseo, bajo la sumisión a los dictados de la evidencia sensible: Satanás está en su lugar.

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