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Organización social y psicoanálisis
ОглавлениеUna cuestión respecto de la comunidad o, si se quiere, lo social. Considero que no hay contradicción entre lo social y el psicoanálisis. Que no se puede decir, como se ha escuchado muchas veces, que el psicoanálisis es individual y lo social es asunto de los sociólogos, de los economistas, del marxismo. Creo que nada puede pensarse del psicoanálisis si no se lo considera social. Pensemos con Lacan, “el lenguaje precede al inconsciente”, lo anticipa. Y el lenguaje, obviamente, no tiene otra existencia más que social, comunitaria. Lacan se ocupó, desde un comienzo de su obra y hasta el final, de destacarlo. Freud no hizo otra cosa. No hay en ellos nada del orden de un encerramiento en el individuo.
Por otra parte estamos acostumbrados, se podría decir que nos hemos dormido en los laureles, a considerar lo comunitario, la comunidad y la sociedad atrapados en los esquemas maravillosos que introdujo Freud en Psicología de las masas y análisis del yo.20 Pero ¿basta para pensar lo social desde el psicoanálisis? No podemos tomarlo, como lo han hecho algunos psicoanalistas, como una cuestión histórica. Válido, sin lugar a dudas, para los acontecimientos que observaba e incluso vislumbraba el fundador del psicoanálisis, en su medio social, político, económico, anticipando así lo que se extendió por casi toda Europa con el fascismo, el nazismo, el franquismo y el estalinismo, bajo el modelo de las dos organizaciones de masas que Freud toma para analizar. ¿Es universal y eternamente válido? Lacan, de algún modo, se pregunta, al menos, sobre la Iglesia. Habla de una Iglesia democrática y eso ya implica preguntarse sobre su modo de organización. Hay un libro de François Furet, Le passé d’une illusion, citado por Jean Allouch en El sexo del amo,21 donde sostiene y trabaja el valor histórico de las hipótesis de Freud.
Hay sociedades, grupos, organizaciones que se han organizado de otro modo y otros que lo plantean de un modo distinto en la actualidad. Por ejemplo, las organizaciones de aborígenes del territorio usurpado por latinos y anglosajones de este lado del océano Atlántico. Pensemos también en las escuelas psicoanalíticas, al menos en su intención de organizarse de un modo diferente a las estructuras de sociedades o grupos. Recordemos que Lacan toma como modelos posibles a las escuelas filosóficas de la antigüedad. En algunos seminarios de Lacan se formula la idea de una estructura de los discursos tal que efectúan algún tipo de lazo social y al discurso del psicoanalista como un modo de construir un nuevo lazo social donde tengan lugar ciertos dispositivos como los carteles y el pase.
La introducción del único invento de Lacan, el objeto a, nos puede resultar útil para pensar otro modo de organización social diferente a la de las masas. Ya no el objeto en el lugar del Ideal del yo común a toda la masa, sino pensado como la parte que se sacrifica y entrega como elemento común, dando lugar así a otra forma de lazo social entre sujetos sin que implique la relación de cada yo con un objeto en el lugar del Ideal del yo. ¿Esto es posible en la experiencia del psicoanálisis a partir del sacrificio de un objeto? Freud es muy claro al respecto cuando en relación con el amor de transferencia pone en juego el sacrificio objetal, lo que constituye un espacio de fracaso. Y lo que se da en distintos otros fracasos como en la relación sexual, en la política, en la educación, en el duelo. Estas son solo indicaciones a desplegar.
Quisiera terminar este capítulo con una cita del seminario, ya mencionado, de Deleuze:
Sería desesperante […] si nos hiciéramos de la axiomática una potencia infalible […] hay muchas cosas que se fugan, que descarrilan de una axiomática, hay muchas cosas que se piran, hay muchas cosas que no se dejan axiomatizar […] es lo que hemos llamado el mundo de las conexiones o el cálculo de los problemas-acontecimientos. “Acontecimiento” como irreductible al orden de la axiomática y que al mismo tiempo no cesa de producirse en ese orden.22
Podemos situar al psicoanálisis en este orden de los acontecimientos y plantear otros problemas-acontecimientos; por ejemplo, hay tensión entre el significante y la letra.
1. Jacques Lacan, “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”, en Escritos, Ciudad de México, Siglo XXI, 1984.
2. Ibid., p. 473.
3. Jacques Lacan, “El atolondradicho”, en Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 483.
4. Karl Marx, Tesis sobre Feuerbach, en La cuestión judía y otros escritos, Barcelona, Planeta-De Agostini, 1992.
5. “Los griegos llamaban praxis a un quehacer, transacción o negocio, es decir, a la acción de llevar a cabo algo […] fue usado asimismo para designar la acción moral” (José Ferrater Mora, Diccionario de filosofía, Buenos Aires, Sudamericana, 1966, p. 467).
6. “Es usual reservar hoy el nombre de praxis para caracterizar uno de los elementos fundamentales del marxismo, especialmente en algunas de sus direcciones (como, por ejemplo, en Georg Lukács). Y Gramsci presentó al marxismo como “filosofía de la praxis” (José Ferrater Mora, Diccionario de filosofía, p. 467).
7. Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española, Madrid, Espasa Calpe, 1992, p. 1652.
8. San Juan Damasceno, De fide orthodoxa, II, XXV, citado por Emanuele Coccia, Filosofía de la imaginación, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2008, p. 364.
9. Emanuele Coccia, Filosofía de la imaginación, p. 375.
10. Gottlob Frege, “Función y concepto”, en Escritos lógicos-filosóficos, Buenos aires, Colihue, 2017, pp. 16-17.
11. Ibid., p. 30.
12. Ibid., p. 56.
13. Ibid., p. 57.
14. Ibid., pp. 79-80.
15. Gottlob Frege, Diálogo con Pünjer sobre la existencia, Madrid, Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense, 1996.
16. Gilles Deleuze, Derrames II, aparatos de Estado y axiomática capitalista, Buenos Aires, Cactus, 2017.
17. Gilles Deleuze, Derrames II, p. 285.
18. Marx y Engels dialogan preferentemente con la filosofía alemana, especialmente Hegel, la política francesa, la que surge con la revolución de 1789, y con la economía inglesa, cuyos mayores exponentes fueron Adam Smith y David Ricardo. Este último fue uno de los economistas más importantes de comienzos del siglo XIX. Su obra principal es Principios de política económica y tributación, publicada en 1817. Es junto con Adam Smith quien introduce una teoría del valor, considerando su doble sentido de uso y de cambio.
19. “Pero esto debe hacerse siempre con gran cautela; no se debe educar al enfermo para que se asemeje a nosotros, sino para que se libere y consume su propio ser” (Sigmund Freud, Los caminos de la terapia psicoanalítica, en O.C., Buenos Aires, Amorrortu, 1979, t. 17, p. 160).
20. Sigmund Freud, Psicología de las masas y análisis del yo, en O.C., Buenos Aires, Amorrortu, 1976.
21. François Furet, Le passé d’une illusion, Lévy, 1995, citado por Jean Allouch, El sexo del amo, Córdoba, Ediciones Literales, 2001, p. 189.
22. Gilles Deleuze, Derrames II, p. 314.