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CAPÍTULO 3
Seminario de Jacques Lacan sobre un cuento de Edgar Allan Poe
ОглавлениеEn “La carta robada”, el cuento de Poe, la carta está escondida a la vista de todos.
Lacan se refiere en sus Escritos (edición de 1966 que incluye el que inicia el tomo 1 de los Escritos) al seminario sobre “La carta robada”,1 alteración del ordenamiento que considera asombrosa porque no tiene que ver con la cronología que ordena el resto. Entonces las razones que evoca son de otro orden: que la carta haya llegado a destino y que todo el cuento transcurre sin tener en cuenta su contenido que nunca se conoce.
Introduce una afirmación que necesita ser trabajada: el efecto de feminización que produce a su turno para quien detenta la carta. No es una cuestión sencilla darse cuenta a qué se refiere. Será repetición que toma su principio en la insistencia de la cadena significante. Más adelante me ocuparé de “La instancia de la letra…”, donde el término “instancia” también remite a insistencia.
Se refiere al cuento y sitúa dos escenas, en la primera, que llama “escena primitiva”, los personajes son la Reina, el Rey y el Ministro; en la segunda, que considera su repetición, los personajes son Dupin, el Ministro y la policía. La trama es conocida. No la repetiré. Importa destacar que es un escrito sobre el significante y la letra.
Lo que será tomado como automatismo de repetición es que el desplazamiento de la carta se determina por el lugar que viene a ocupar como “puro significante”. Y como tal no basta, para esconderla, volverla sobre su cara significante. Si eso no basta, piensa Lacan, debe haber otro enigma en el mostrar esa cara. El primer diálogo, del jefe de policía con Dupin, es el de un sordo con uno que oye, con lo cual interviene la noción de comunicación, esto quiere decir que comprende un solo sentido.
Lacan resalta un triple filtro subjetivo: 1) el narrador, amigo y pariente de Dupin; 2) el relato del jefe de policía, y 3) lo que le ha contado la Reina. Indica que pertenece a la dimensión del lenguaje, en el cual todo dato natural se desintegra a causa del uso del símbolo. Pero quiero destacar que esa forma de la narración que va pasando por diferentes filtros subjetivos ¿no es acaso lo que ocurre en nuestra experiencia en la supervisión, en la fabricación de casos, en el pase?
En el segundo diálogo, que se opone al recientemente mencionado, se pasa del nivel de la exactitud al de la verdad, diferencia muy importante. Ambos se oponen como la lengua al habla o un término al habla. La posición del jefe de policía podría representar el conductismo, y lo que no ve es que un problema demasiado simple y evidente puede parecer oscuro y, en cuanto conductista, puede creer que hacer cosquillas es lo mismo que un chiste.
La carta tiene un lugar, Lacan usa una palabra en inglés, odd, bizarro, singular, como la del significante, un lugar de materialización en la letra y, como se sabe, la letra mata, en tanto el espíritu vivifica, con lo que el significante se materializa en la instancia de la muerte. El espíritu es la viviente significación, por eso hay discursos cargados de significación. En cuanto a la letra, debe entenderse… a la letra.
El significante es único en cuanto es símbolo de una ausencia. Lo que está escondido es lo que falta en su lugar, la carta, y la policía, por más que la haya tenido en sus manos, no pudo leer de qué se trataba. La traducción del título del cuento por parte de Baudelaire, “La lettre volée”, muestra que el significante precede al significado.
El título en inglés sugiere otra cosa, que toma Lacan con regocijo: es la carta puesta de lado, de recorrido prolongado, en espera, o, como se expresa en francés, en souffrance. La carta es el verdadero tema o sujeto de la historia, tiene un trayecto que le es propio y determina los actos de los sujetos. De tal modo que, al caer en posesión de la carta, los sujetos en cuestión van a ser poseídos por el sentido. A partir de ese momento el sujeto ya no ve lo que vio, la situación simbólica que supo ver tan bien.
Lacan se refiere al Ministro y dice:
Es que al jugar la baza del que esconde, es el papel de la Reina el que tiene que adoptar, y hasta los atributos de la mujer y de la sombra, tan propicios al acto de esconder. […] es significativo que la carta que al fin de cuentas el Ministro se dirige a sí mismo sea la carta de una mujer: como si se tratara de una fase por la que tuviese que pasar por una conveniencia natural del significante.2
Parece una adivinanza, el signo o el ser, desarticulados. ¿Cuál tiene la primacía? El hombre al desposeer a la mujer de su signo sufre hasta la metamorfosis la maldición de este y queda en posición de significante o de fetiche, y solo tiene que permanecer inmóvil. Y lo hace caer mostrándose sin equívoco como inacción. El poder de la carta está dado por las asignaciones del puro significante.
Hay un detalle que nos interesa destacar especialmente y es que el ladrón, para esconder la carta poniéndola a la vista, escribe su dirección con una escritura femenina; lo curioso es que el sello que pone en el remitente es el propio. Por lo cual dice Lacan:
La carta que […] el Ministro se dirige a sí mismo sea la carta de una mujer: como si se tratara de una fase por la que tuviese que pasar por una conveniencia natural del significante.3
En este caso se da que este personaje, rodeado de los rasgos de la virilidad, “exhale cuando aparece el odor di femina más singular”.4
De lo que se trata en el inconsciente es que el hombre está habitado por el significante. Lacan indica que Poe recurre a esos “nombres toponímicos” que una carta geográfica sobreimpone a su dibujo. Esto me recuerda Cinco tumbas al Cairo, una película de 1943, cuyos protagonistas eran Franchot Tone y Eric von Stronheim, dirigida por Billy Wilder. Buscaban algo escondido de los alemanes en África, en Egipto, durante la Segunda Guerra Mundial. Cada lugar, cada tumba que escondía el tesoro buscado, correspondía a una letra del topónimo C A I R O.
La carta es como un gran cuerpo de mujer; lo que intenta Dupin es desnudarlo y, como ya sabe dónde está, va derecho adonde yace y se aloja el cuerpo hecho para esconder. Lacan se pregunta si nosotros, analistas, nos hacemos emisarios de las “cartas robadas” que nos dejan en souffrance por la transferencia, y redobla su pregunta: ¿la hacemos equivaler al significante aniquilador de toda significación, el dinero?
El lugar del Rey y el de la policía son el de la ceguera, hay verdades que es mejor dejar en la sombra. Dupin va a entregar la carta al jefe de policía, pero “¿[q]ué queda ahora del significante cuando, aligerado ya de su mensaje para la Reina, lo tenemos ahora invalidado en su texto desde su salida de las manos del Ministro?”,5 o, lo que es lo mismo, ¿qué es lo que queda de un significante cuando ya no tiene significación? Es la pregunta del jugador sobre la Tyché, la fortuna, buena o mala, que hace girar con el dado, la bolita de la ruleta o la carta. Qué es esa figura del juego si no nada o, más bien, la presencia de la muerte. Ahí Dupin, ahora poseedor de la carta o, más bien, poseído por la carta, no puede dejar de sentir “una rabia de naturaleza manifiestamente femenina”.
La carta, que nadie, salvo la Reina, ha leído, queda del lado invertido, “petrificante”, del significante. Ahí Dupin deja, del lado de la mueca, la mueca de la muerte en la cita de la tragedia de Prosper de Crébillon: “Un rostro [en francés: un dessein] tan funesto…”.
Para Lacan esa es la respuesta del significante más allá de todas las significaciones, el convidado de piedra.
En el “Paréntesis de los paréntesis” escribirá que el caput mortuum del significante toma su aspecto causal. La carta, es decir el significante, ha producido su efecto sobre todos los que la detentaron, sin que nadie haya tenido que preocuparse por lo que está escrito. La verdad que surge de este trabajo sobre el texto de Poe es la dominación del significante sobre el sujeto.
Queda bastante claro lo que dice sobre el efecto de feminización sobre aquel que es portador de la carta, es decir del significante, en cuanto es el símbolo de lo que está ausente. Hay una sola significación del falo, que es dar la significación, justamente por su ausencia. Y solamente puede considerarse símbolo de una ausencia. Si la carta se pasea como un gran cuerpo de mujer es justamente por eso, porque es en el cuerpo de una mujer donde se señala la falta. Ahí donde no falta nada, se instaura la falta. Entonces quien soporta el significante se feminiza, se vuelve cuerpo de mujer ya que porta el signo de la falta.
La carta o la letra –ambas traducciones son posibles– porta el significante. Lacan indica claramente la distinción del significante de la letra, a pesar de que la carta, la letra, conlleva el significante. Ocurre allí que el mensaje, desconocido, pasa como por juego de prestidigitación, con la carta, haciendo peripecias, sin ser tenido en cuenta y ni siquiera que se lo conozca. Esa elisión no podría, de ninguna manera, ser conocida por su psicobiografía, pues más bien la obturaría.
Luego Lacan dice: “[L]a psicoanalista”, ¿quién? Se refiere a Marie Bonaparte, quien no se ocupó justamente de este cuento de Poe, a pesar “de haber restregado los otros”, la depreciada traductora de Freud al francés.
La carta llega siempre a su destino. Pero para ser convenientemente leída es necesario que efectivamente llegue a destino. Si la letra queda en souffrance, es el fracaso del psicoanálisis. Entonces invoca las luces, lo que se lee en la contratapa de los Escritos: “… que allí se prosigue un solo debate, siempre el mismo, y que, aunque pareciera quedar así fechado, se reconoce por ser el debate de las luces”.6
¿Se refiere Lacan al debate que se inaugura en los siglos XVII y XVIII? ¿El del predominio de la razón? ¿Es ahí que el psicoanálisis hace agujero? Contemporáneamente, entre Freud y Lacan, en la ciencia y en las más duras, la física por ejemplo, Max Planck, Albert Einstein y otros, al introducir la teoría corpuscular de la luz, corpuscular y ondulatoria, hacen agujero. Dice Plank que la teoría ondulatoria es más exacta que la ley de causalidad, y Freud, en la misma línea de razonamiento, propone la sobredeterminación, que también desplaza la idea de causalidad.
Einstein, al referirse a fenómenos asociados a la emisión y transformación de la luz, dice “si se supone que la energía de la luz está distribuida por el espacio en forma discontinua”.7 Esa suposición sobre la discontinuidad entra fuertemente en los debates científicos de la época.
Como se puede ver, el debate de las luces, de la razón, es también el debate sobre la naturaleza de la luz. La luz interacciona como compuesta de partículas y transporta una cantidad de movimiento según una fórmula matemática. Al haber una colisión, una fracción desconocida de esa cantidad de movimiento se transferiría a la partícula en la colisión. El fotón agujerea a la partícula en colisión, hay una pérdida y se introduce una indeterminación en la medida.
En la misma contratapa de los Escritos se lee: “…cuando invoco, así, las luces, es para demostrar dónde él hace [el psicoanálisis, se entiende] agujero”. E inmediatamente se refiere a la óptica y a la reciente física del fotón.
Pero también el psicoanálisis justifica su intrusión en la crítica literaria, al quedar el enigma de su lado. Justifica así su intrusión. Un crítico literario, André Jolles, intentó basar los géneros-tipos en la lengua tomando las formas simples de la literatura. Elabora un cuadro clasificatorio que introduce, en las formas del silencio, al enigma. Da forma a ciertas expresiones verbales que toma Lacan, por ejemplo, el proverbio, el enigma y otros. El enigma queda del lado del psicoanalista ya que tiene que ver con el silencio y, entre verdad y saber, queda del lado de la verdad.
Opone, a los que entienden mal sus palabras, supongo que se refiere a los analistas de la IPA, los que, más que ejercerlo, son ejercidos, opone verdad y saber. La verdad queda en dos lados, donde reconocen su oficio y lo que espera de ellos, de los psicoanalistas, de los analizantes.
Escribe que va a “corregir su tiro” con un savoir en échec: como se dice, figure en abyme. Aquí la traducción se ve en figurillas; hay varias versiones ya que no es sencillo. Échec puede ser ajedrez, que no tiene cabida en el sentido del texto, o jaque, con lo cual, como varios lo traducen, “errar el tiro con un saber en jaque”, o “fracaso”, con lo cual se entiende “un saber en fracaso”, lo que es coherente puesto que aclara diciendo “no el fracaso del saber”. Para esta figure en abyme que introduce hay una pertinente traducción, ya mencionada, de Félix Contreras, Roberto Pincirolli y Ángel Atila Rodríguez, quienes consideran que puede traducirse por “relato metadiegético”, que quiere decir la inserción de un relato en el relato. Efectivamente eso es lo que realiza.
Lacan se cita, al apelar a “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”,8 un escrito que está en la línea de las ideas desplegadas en “Lituraterre”, y dice que el título, tomado por dos autores –Jean-Luc Nancy y Philippe Lacoue-Labarthe–, en un trabajo universitario muy crítico, El título de la letra,9 que vale la pena leer, entre otras razones porque Lacan lo recomienda y lo considera una muy buena lectura, con odio. El título rinde homenaje a la literatura en tanto sería la “calificación común en la que encuentra su convivencia”.10
En este escrito recuerda la exigencia primera de Freud para la formación de los psicoanalistas en “¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis?”,11 que es lo que llama la universitas litterarum, que le lleva a Lacan a formular una pregunta esencial:
¿Cómo un psicoanalista de hoy no se sentiría llegado a eso, a tocar la palabra, cuando su experiencia recibe de ella su instrumento, su marco, su material y hasta el ruido de fondo de sus incertidumbres?
E inmediatamente propone la siguiente observación: “Lo que la experiencia analítica descubre en el inconsciente” es “toda la estructura del lenguaje”.12
Estas dos opiniones bastarían para justificar el recorrido que propongo, siempre y cuando decidamos apoyarnos en un argumento ad hominem. Intentaré legitimarme también en esta apelación al prestigio de otro nombre, Freud, en este caso, en La interpretación de los sueños. Comienza el capítulo sobre “el trabajo del sueño” con indicaciones fundamentales sobre el contenido manifiesto y las ideas latentes, las relaciones entre ambas escrituras, “dos lenguajes diferentes”, o el pasaje o la transferencia de un modo de expresión a otro; se refiere a una traducción o a una transcripción, el contenido es una pictografía que debe leerse según su referencia signante, etc., y da un ejemplo figurado: “[S]upongamos que me presentan un acertijo en figuras: una casa sobre cuyo tejado puede verse un bote, después una letra aislada…”.13
¡Sorpresa! Una letra aislada en un paisaje. Pero no se trata solo de una extraña curiosidad, de una sorpresa; es también necesario que marque la indicación de Freud, que es que en un paisaje se inscriba una letra o que caiga una letra. Y no tiene el mismo “carácter signante” de las otras figuras, sino de precipitación de la letra en el paisaje.
Lacan se pregunta cómo tomar la letra “al pie de la letra”, para darnos inmediatamente una indicación esencial sobre el lugar que le da: “Es el soporte material que el discurso concreto toma del lenguaje”, a lo cual agrega una referencia que no se puede descuidar: “La estructura del lenguaje preexiste a la entrada que hace en él cada sujeto”. El sujeto es siervo del lenguaje y “lo es más aún de un discurso” cuyo lugar ya está inscripto en el nacimiento.14
Se producen efectos del significante en dos vertientes que dan la creación de significación. Como se sabe, la lingüística se funda en un algoritmo, que intenta llevarla al plano de la ciencia: S/s, significante sobre significado, inversión del orden de la Lingüística general de Ferdinand de Saussure, que permanecen separados por una barrera o barra, resistente a la significación.
Para Lacan, circunscribir la constitución del objeto en el lenguaje lleva a ver que este se encuentra a nivel del concepto, de tal modo que –juego de palabras de este escrito entre el francés y el latín, rien y rem y cause– la cosa se quiebra entre la causa y la nada, ahí se pierde.
Después critica la ilustración de los alumnos de de Saussure, arbre/dibujo de un árbol, porque conlleva la idea de que cada significante remite a su correspondiente significado, cuando, por lo contrario, el significante “debe responder a una significación cualquiera”.15
Sustituye los dibujos saussureanos por dos puertas, “Damas y Caballeros”, y los dos hermanitos peleándose en la estación de tren, con lo cual llega a que el algoritmo es pura función del significante.16 Se refiere a las dos vertientes que dan la estructura del significante, es decir, que sea articulado, con elementos diferenciales últimos, y compuesto según leyes de un orden cerrado.
La letra es la estructura esencialmente localizada del significante y se organiza según un orden cerrado que es su sustrato topológico: una cadena significante, que va determinando el orden de imbricaciones de esa unidad básica hasta las unidades superiores, la frase, la locución verbal. Recordemos que en el seminario Encore dice que hasta el proverbio.
Tenemos que tener muy en cuenta que el sentido insiste en la cadena significante y que ningún elemento consiste en la significación. Todo se juega en el título.
Considera al discurso, cuya formalización todavía no ha realizado, como una polifonía, no una linealidad. ¿Cómo se organiza? Una de las formas de su estructuración que tiene que ver con la letra es el anagrama que ejemplifica con el dibujo de de Saussure, entre barre y arbre, en francés.
El significante opera estando presente en el sujeto, por eso Lacan escribe el sujeto dividido, marcado, barrado, $. Barra de la significación, del corte, de la división… En la cadena significante lo que nos interesa es que abre la posibilidad de significar algo diferente de lo que dice.
Distingue dos funciones del significante: la metonimia y la metáfora. Para la primera toma el ejemplo de Quintiliano: “treinta velas” que remite a barcos, pero la relación entre “velas y “barcos” no es por la cosa, sino que es una relación de significantes o la conexión de “palabra a palabra”. El sintagma “barco de vela” es lo que está en juego. El efecto que produce es que el sentido tome su lugar. El ejemplo es tomado del Otelo de Shakespeare: “treinta velas” anuncia la proximidad de la flota de los moros. Es también un llamado de atención, incluso lo que todos están esperando para jugarse sus vidas.
Para la segunda, toma un ejemplo de un verso de Victor Hugo de “Booz endormi”: “Sa gerbe n’était pas avare ni hainaise”, que se traduce: “Su gavilla no era avara ni tenía odio”. En este ejemplo la chispa creadora de la metáfora brota entre dos significantes –uno sustituido por otro– que toma su lugar en la cadena. Un significante queda oculto pero sigue presente por su conexión metonímica. La fórmula es “una palabra por otra”.
Una gavilla remite a Booz, entre el significante del nombre propio y el que lo cancela metafóricamente. Resulta así eficaz para realizar, por su chispa poética, la significación de la paternidad. Es como decir que el sentido se produce en el sinsentido. Sa gerbe es un haz, un manojo, un ramo. Está formado por algo desperdigado que se reúne, que le da unidad a esa pluralidad de elementos. En los misterios antiguos, entre los romanos, un manojo de laureles, por ejemplo, es tomado como símbolo fálico y puede representar la fecundidad. Ese es el sentido del verso de Victor Hugo, el advenimiento de la paternidad. Con lo cual podríamos traducir, en el castellano del Río de la Plata, sa gerbe por “su verga”.
Al tomar el libro sobre el chiste de Freud y según la traducción de witz al francés, mot d’esprit, Lacan le agrega sentido a la letra: “Sin duda la letra mata, como dicen, cuando el espíritu vivifica”. Y agrega que la letra produce efectos de verdad cuya revelación le llegó a Freud, quien lo llamó inconsciente. Efectivamente, en La interpretación de los sueños Freud trabaja la letra del discurso en “su textura, empleo, inmanencia a la materia…”.
Si el sueño, como dice Freud, es un rebus, hay que tomarlo por su valor significante. Dice Lacan que eso está en el principio de la significancia del sueño, por otra parte una diferente traducción del título de Freud. Basta leer el capítulo sobre el trabajo del sueño para darse cuenta de que el sueño sigue las leyes del significante y de la letra. Pero el espíritu necesita la letra para vivir, la que produce todos los efectos de verdad. Este es el descubrimiento que Freud llamó inconsciente. Este movimiento de la letra y del espíritu ¿no es también el de la pulsión descripta por Freud? La letra del lado de la pulsión de muerte, el espíritu, el significante, del lado de las pulsiones de vida en ese movimiento que señala Lacan en el seminario 11, el sentido que va de vida y regresa de muerte.
Entonces Lacan propone una lógica del inconsciente freudiano siguiendo las leyes de la metonimia y de la metáfora a partir de la inversión del algoritmo saussuriano: S/s.
Toma la función de la metonimia como la conexión de un significante con otro y la escribe con la siguiente fórmula: f(S…S’) S#S (-)s, y la de la metáfora, como la sustitución de un significante por otro produciendo efectos de sentido, con la siguiente: f(S’/S) S#S (+)s.
La primera evoca la verdad por la dimensión de coartada que el realismo toma de la metonimia, por el lenguaje emerge la verdad. En la segunda es el sentido el que tiene su acceso, ya que S y s no están en el mismo plano. En el síntoma nos encontramos con la dimensión de la metáfora y, con referencia al deseo, en la de la metonimia.
Aquí también encuentro una mención de Rabelais que se refiere “a un hilo tejido de alusiones y de citas, de juegos de palabras y de equívocos”,17 por lo cual se pregunta, rabelaisianamente: “¿Tendríamos que hacer oficio de fanfreluches antidotées?”.
También en “Lituraterre” hay una referencia a Rabelais, ya mencionada.
Continúa en los Seminarios refiriéndose a la razón y que por la fuerza de esta se avanza o, al menos, que eso avanza. Una traducción de este párrafo dice así: “¿Decirla mediana o bien extrema es mostrar la bifidez donde se compromete toda medida, pero no hay acaso nada en lo real que prescinda de esta mediación?”.18
Lacan utiliza esta expresión que es lo que se llama “proporción divina” o “división armónica” o “razón áurea”. Se trata de la división de un segmento en media y extrema razón, de tal modo que al dividir un segmento de recta en dos partes desiguales su efecto es que el segmento mayor sea al segmento menor equivalente a lo que la suma de las dos partes lo sea al segmento mayor. Expresado en una fórmula: AB / BC = AD / AC, gráficamente: A B C D.
Hay algo en lo cual se compromete toda medida, dice Lacan, en su bifidez, y por eso se refiere a la proporción armónica utilizada en el arte, sobre todo en la pintura. Supongo que la bifidez de toda medida es que esta delimita siempre, al menos, dos partes, dos espacios. Una medida es establecer una frontera. Esta solo puede establecerse con una medida, no hay otra forma. Dicho de otro modo, no hay fronteras naturales, todas son el fruto de una medida y, por lo tanto, de una decisión y específicamente política. Dos territorios fronterizos, al franquearlos, tienen común medida. Con ello Lacan utiliza esta aseveración evidente para criticar a la biología que se sustenta en una topología que divide interior de exterior, donde uno es reflejo del otro. Lo que a Lacan le fastidia de esta biología es que sustenta la ideología, darwiniana se supone, de la adaptación y la selección mal llamada natural. Para Lacan es una toma de posición política, del liberalismo, la supervivencia del más fuerte o del mejor dotado. Esto es discutible, y lo que es seguro es que no podemos repetirlo sin crítica como si fuera una verdad establecida. Lo importante de este párrafo es que pasa de la idea de frontera a la de litoral. Sigamos por el litoral en el siguiente capítulo.
1. Jacques Lacan, “El seminario sobre La carta robada”, Escritos 1, Ciudad de México, Siglo XXI, 1984.
2. Ibid., pp. 25, 29.
3. Ibid., p. 29.
4. Idem.
5. Ibid., p. 33.
6. Jacques Lacan, Jacques, Escritos 1, contratapa.
7. Albert Einstein, citado por Alberto Pérez Izquierdo, Max Planck, la teoría cuántica, la revolución de lo muy pequeño, Buenos Aires, Editec, 2012, p. 91.
8. Jacques Lacan, “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”, Escritos 1, Ciudad de México, Siglo XXI, 1985.
9. Jean-Luc Nancy y Philippe Lacoue-Labarthe, El título de la letra, Buenos Aires, El Viejo Topo, 1981.
10. Jacques Lacan, “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”, p. 474.
11. Sigmund Freud, “¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis?”, en O.C., Buenos Aires, Amorrortu, 1979, t. 20.
12. Jacques Lacan, “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”, pp. 474-475.
13. Sigmund Freud, La interpretación de los sueños, p. 287.
14. Jacques Lacan, “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”, p. 475.
15. Ibid., p. 478.
16. “Pues el algoritmo (S/s), en cuanto que él mismo no es sino pura función del significante, no puede revelar sino una estructura del significante a esa transferencia. Ahora bien, la estructura del significante es, como se dice corrientemente del lenguaje, que sea articulado”. Ibid., p. 481.
17. Ibid., p. 502.
18. Jacques Lacan, El seminario 18. De un discurso que no fuera del semblante, Buenos Aires, Paidós, 2009, p. 108.