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Prólogo

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Daniel Riquelme *

Solo producimos una impresión de verosimilitud en el lector cuando quebrantamos la mecánica del lenguaje.

Carlos Mastronardi, Cuadernos de vivir y pensar

Viajar es extraño, no pasa todos los días.

Viajar está en el extremo opuesto al turismo que, al decir de Carlos Mastronardi, estaría más cerca de lo mecánico, puesto que, si en alguna época tuvo un sesgo pedagógico, hoy en día se ha reducido al ocasional disfrute.

Viajar es experimentar una nueva ruta, una deformación, una salida de las costumbres. Hay una diferencia bastante explícita entre aquel que muestra las fotos de un viaje y aquel que trae una visión de un viaje. Entonces, a veces sucede que alguien emprende un viaje y nos transmite su testimonio en un escrito, en una especie de bitácora donde anota, registra los recorridos, los accidentes, los encuentros y desencuentros, el paso manso de su errancia, los temporales que arrecian lo sabido, los paisajes que modulan el canto, los silencios que dejan oír el latido extravagante de la tierra cuando hacemos nuestro el litoral con los restos de lo visto y oído en el navegar sinuoso, en el rizo barroso que nos encalla. Desde la húmeda tosca que se abarranca, Guillermo Izaguirre se detiene y tiene una visión: tres ríos como tres cuerdas desanudadas por un genocidio silenciado. Tres ríos como las venas abiertas de un continente desangrado. Tres ríos singulares, diferenciados en sus torrentes, en el fragor que se cuece en sus entrañas, en las noches que reflejan tras los chañares sus lunas y estrellas, en sus remolonas aguas, cada río nombrado para siempre en una lengua, la lengua guaraní. Y la proposición de Guillermo Izaguirre consiste en un nuevo anudamiento: ese ramo de ríos anudados por el arte del litoral.

Viajar es experimentar un litoral. Escrito en la orilla es el testimonio de dicha experiencia. Experimentar un litoral implica un salto, no hay trazo anterior a su tachadura.

El arte del litoral también como sutura, como costura escondida del desgarro de la conquista. Un cuarto que suple un arte más ignorado que renegado. En este sentido, la incidencia política de Escrito en la orilla es una invitación a restablecer un continuo; a continuar nuestra educación, nuestra política, nuestro análisis. Imposibles, al decir de Freud. Educarnos, conocer y reconocer los albores de las lenguas que continuamente nos forman y nos deforman. Política de un modo de estar en el mundo, haciendo mundo. Análisis que devuelvan al tiempo su potencia.

Una visión implica lo disruptivo de la verdad y, en cuanto tal, quiebra la mecánica del lenguaje. La visión que nos acerca Guillermo Izaguirre en el sobrevuelo de los diversos poemas que recorren y escriben nuestro litoral nos invita a recordar las tres visiones del horizonte temporal: presente, pasado y futuro, imprescindibles para recordar que nuestra política no puede desoír la lucha, las discordias que habitan, que han habitado y que habitarán a nuestras comunidades.

El arte del litoral, en su función de cuarta cuerda, como nos propone pensar Guillermo Izaguirre, implica producir una lectura crítica, a contrapelo de los discursos que ordenan la cultura. Implica el reconocimiento real del otro, de una alteridad que debemos alojar. Ahí lo extraño de realizar un viaje. Ahí también el testimonio vivo de quien ha experimentado un litoral y nos acerca un recorrido posible, un camino. Y serán necesarios muchos recorridos, experimentar otros relieves para que lo político pueda volver a ser pensado con las lenguas que nos han trenzado, con los cantos que nos anudan a la tierra, con la luz de los paisajes que nos pintan entre ríos. Y así, tal vez, darle a nuestro único patrimonio, al decir de Lacan, el saber inconsciente, un soporte más propio.

* Psicoanalista.

Escrito en la orilla

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