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SUMMER
Оглавление(13 de julio de 20011)
Summer era feliz cuando el sol le tostaba la piel y le perlaba ligeramente la frente con sudor; para ella su mayor expresión eran los vestidos cortos, los pijamas frescos y las sandalias que mostraban uñas pintadas. La época del año en que había más luz, más vida, más ganas de salir de casa e ir a la playa o barbacoas, era su favorita. En definitiva, adoraba el verano. Creía firmemente que llamarse igual que la estación tenía algo que ver1.
Ese día estaba tomando el sol en la piscina. Ya empezaba a tener la marca de biquini. Quería ir bronceada a la universidad: empezaba el próximo otoño gracias a una beca. Estudiaría bellas artes. Porque aquello se llevaba dentro y ella tenía la cultura bajo la piel.
La música era una expresión más del arte. Unía a la gente de todos los rincones del mundo. Si la melodía era buena y te dejabas guiar por ella, podrías conectar con el rock más puro, con el flamenco español o una lambada. Lo importante era sentir y dejarse fluir con las notas.
Había heredado el don de cantar de su padre y componía sus propias canciones desde que la primera canción con su firma fuera la más escuchada durante quince semanas consecutivas. Además, la productora había descubierto que tenía buena voz. De la noche a la mañana, Summer se había convertido en cantautora.
Había empezado a dar algún concierto en salas pequeñas después de la conversación del año anterior con T.J y este le había pedido grabar un single. Quería ver qué impacto tenía en el mercado. Los conciertos iban bien y la prensa se había hecho eco de varios, si bien eso era secundario. Lo importante era saber qué opinaba el público en su sentido más amplio.
Ese día salía su canción al mundo. La primera con su voz y su firma a todos los aspectos. No había mirado ninguna noticia al respecto. Vivía en la inepcia más absoluta porque no quería ser esclava de aquella profesión, como lo era su padre. No comprobar opiniones ni cómo estaba en las listas de reproducción, le hacía pensar que aquello podía ser un pasatiempo más y no algo a lo que dedicarse.
Se obligó a no mirar el móvil. Le habían dicho que la llamarían a lo largo del día para comentarle el qué y no iba a ser ella quien marcase primero. Si T.J y sus chicos querían comentarle algo, ya lo harían.
Así que se relajó en la tumbona. Se centró en componer mentalmente nuevos temas y en disfrutar del sol calentando la piel, untada en crema protectora.
Una sombra le cubrió la luz. No era una nube, pues seguía notando aquel picor en las piernas. Abrió un ojo y bufó.
Su padre estaba parado frente a ella, con los brazos como jarras. Estaba enfadado, se apreciaba en su ceño fruncido y en su forma de torcer la boca.
—Gary, me tapas el sol —fue todo cuanto dijo.
La relación con su progenitor se había enfriado en los últimos años. Lo del hotel había sido la gota que había colmado el vaso. Su regreso a la casa familiar, tras la muerte de la abuela, había obligado a Gary a ir a un centro de rehabilitación porque el ambiente era insostenible. Al recibir el alta médica y volver, todo había parecido ir bien, pero Summer había desconfiado desde el principio. No se creía que tantos años de adicción fueran tan fáciles de dejar atrás. No se había equivocado. Los insultos, las amenazas y las vejaciones habían vuelto a sus vidas muy pronto.
Si Summer se hubiera podido emancipar vía judicial, lo hubiera hecho gustosa. Pero no quería dejar sola a su madre. Michelle todavía estaba ciega por su esposo y creía que los especialistas le ayudarían con mucha terapia. ¿Cómo iba a dejarla sola ante semejante monstruo? La tenía ya sometida, anulada. ¿Qué pasaría con la salud mental de Michelle si Summer volvía a marcharse?
El año anterior Gary se había vuelto a internar por segunda vez. Había regresado sonriente y asegurando que esa vez sí, que estaba curado. Todo mentira. Su amor hacia las drogas era demasiado grande en comparación con el amor que sentía hacia su familia… y había regresado a la vieja relación con la cocaína y todas sus consecuencias. Eso había complicado las cosas en casa.
Summer ya no toleraba su comportamiento. Le había perdido el respeto por completo y no le tenía miedo. Se enfrentaba a él, visto que su madre no lo hacía porque estaba superada por la situación, que se desbordaba de sus vidas como un río con demasiado caudal.
Tras tantos años siendo humillada y ninguneada, a diferencia de su progenitora, Summer dudaba poder sentir amor o afecto hacia ese hombre. Era un desconocido que solo le causaba mal humor cuando le veía. No le soportaba.
—Eres una descarada.
Summer cerró los ojos con fuerza. Intentó armarse de paciencia. Se sentó en la tumbona y cogió su pareo para envolvérselo alrededor de las caderas.
—A ver, ¿qué se supone que he hecho para molestarle, oh, Su Majestad?
—A mí no me hables así, imbécil.
—Creo que tú también deberías controlar la lengua, Gary —le devolvió la pulla cruzándose de brazos.
Gary estaba muy enfadado. Summer podía verlo en lo roja que estaba su piel y en lo dilatadas que estaban las aletas de su nariz. Algo había hecho ella que le había hecho enfurecer hasta niveles insospechados, si bien no tenía claro que podía ser. Llevaba tres o cuatro días que no se cruzaba con él, por suerte la mansión era inmensa y no tenía necesidad alguna de verle a menudo.
Lo observó a través de las gafas de sol, esperando a que dejase ir la bomba. Había cambiado mucho. Había tenido etapas de más gordura o de más delgadez, si bien en esos momentos estaba raquítico. Se le notaban las costillas a través de la camiseta y había tenido que hacer un agujero al cinturón para poder sostener los pantalones en su estrecha cintura. Verle le daba repulsión. ¿Su madre tenía estómago y valor para acostarse a su lado cada noche? ¿Y se acostaban? Summer quería vomitar solo de pensarlo. Parecía un pellejo sobre un puñado de huesos débiles y cansados. Incluso su voz sonaba vieja y astillada, como si hubiera perdido fuelle. Tras su segundo internamiento en la clínica ya no era capaz de cantar. Se agotaba con mucha facilidad, le costaba respirar y eso le impedía desenvolverse sobre el escenario y frente al micrófono. Era un cadáver musical… y uno andante también. Si seguía con ese ritmo de vida, no duraría mucho. Al menos, el color de su piel, su poco peso y su pelo blanco y lacio indicaban que era un hombre enfermo.
Sentía pena por él. Sentía pena porque era un hombre que lo tenía todo: familia, dinero, un trabajo vocacional que le daba beneficios increíbles…; y lo había lanzado por la borda.
—He oído tu canción. ¡Y es horrorosa! —Le espetó, despreciando su trabajo.
Pero Summer conocía a su padre. Si decía que no valía nada, es que era muy buena y que la gente del sector empezaba a alabarla a las pocas horas de haber visto la luz. Notó la euforia crecer en su interior. Había tenido tantas dudas: sobre si su voz serviría para cantar, si sus letras encajarían igual de bien en el mundo cantadas por ella y no por gente reconocida con años de trayectoria…
Y todo parecía ir rodado. Todavía era pronto para pronunciarse, pero tener el odio de Gary frente a las narices era un buen aval de que iba por el buen camino. Tenía que seguir así.
Pero no podía regocijarse demasiado en el orgullo de una mamá primeriza. Gary Donovan había venido con ganas de guerra y Summer debía prepararse para presentar batalla. Si se permitía ser pisoteada, ese tipo se creería indestructible y Summer no estaba dispuesta a darle ese poder sobre ella.
Se acabó ser la dulce, tierna e inocente Summer. Ahora era una guerra, una mujer independiente.
—Contando que de pequeña solo escuchaba tu música, supongo que aprendí del mejor a crear basura.
De acuerdo, aquello había sido un golpe bajo, pero no tenía intención alguna de que su padre pisoteara su trabajo. Le había costado mucho decidir qué canción cantar y había estado muchos días trabajando la voz y con la melodía correcta que encajase con todo lo que quería transmitir. Habían sido muchas noches en vela, muchos ataques de nervios, muchas ganas de rendirse. No merecía ser humillada de aquel modo.
Le devolvería a Gary cada pulla con la misma maldad que él se la dirigía a ella.
—Idiota. ¿Cómo te atreves a airear nuestra relación al mundo de ese modo?
Summer enarcó una ceja. Aquello no se lo esperaba.
La canción que había escrito hablaba directamente hacia una persona que le había roto el corazón. No indicaba que fuera una pareja, una amiga o un familiar. Era solo para describir ese sentimiento de soledad, de estar roto en mil pedazos, mientras quien había infligido el sufrimiento no se daba cuenta del daño que había causado. Era una letra abstracta.
—¿Te ves reflejado en la canción?
Al componerla, no había pensado en su padre. No había puesto en su cabeza un rostro en concreto, sino esas emociones que había sentido ante el dolor que le causaba Gary, ante lo desprotegida que se sentía porque su madre no actuaba para salvarla de aquel monstruo, incluso había destripado su pecho en busca de los sentimientos que había albergado cuando había perdido amigas por desacuerdos o había sufrido su primer amor no correspondido.
No obstante, suponía que, si se daba por aludido, era porque una parte de él sabía que había obrado mal para con su hija. ¿Había esperanza para Gary después de todo?
Summer no quería albergar ningún tipo de ilusión al respecto. Gary tan pronto sonreía como explotaba, cual volcán en erupción. Summer había aprendido a desconfiar de él.
—¡Por supuesto que sé que esa canción la escribiste pensando en mí! Eres tan joven e ingenua que crees que todo el daño que pueda hacerte el mundo es culpa mía. ¡Quizá eres tú el problema! —Sus palabras eran como puñales. Summer todavía se sorprendía porque Gary aún tenía esa capacidad. Si le odiaba, ¿cómo podía seguir hiriéndola? Maldijo por lo bajo—. Eres tan tóxica, tan estúpida, que solo consigues que la gente de tu alrededor te deteste. Por eso te sientes tan sola.
—Siento romperte la burbuja de egocentrismo en la que vives, Gary. Pero la canción no habla de ti.
—Claro que lo hace. Soy un drogadicto, pero todavía sé leer entre líneas.
Summer desenfocó la vista para concentrarse en sus pensamientos. T.J había leído la canción y no había dicho nada. Solo la había alabado. Lo mismo su madre y la productora.
¿Pensaría la prensa lo mismo que ellos u opinaría como su padre?
Todo el globo terráqueo sabía que Gary Donovan coqueteaba con las drogas desde hacía tanto que ya no era el hombre que había encandilado a el mundo entero con sus canciones. Cada semana, los fotógrafos lo buscaban para que las revistas publicasen sus imágenes: borracho, con prostitutas, con cantantes que cargaban con denuncias de posesión de drogas, armas ilegales, pedofilia o abuso sexual.
Si Gary creía que la canción hablaba de él, mucha gente podría hacer la misma lectura.
—Pues te equivocas —decidió enfrentarse a aquello con la misma ponzoña que Gary. Además, su padre todavía pensaba como si fuera una estrella del rock, cuando ya no era más que un recuerdo echado a perder. Iba a jugar sus cartas—. Pero ¿sabes? Si la gente cree que lo hago, mejor para mí.
—¿Perdón?
—¿Qué mueve al mundo? —preguntó Summer, bajando las gafas para mirarlo por el borde—. El morbo, Gary. Tú en eso eres un experto, ¿verdad? —vio cómo la rabia y el dolor le deformaba el labio superior—. Si la prensa airea que la canción habla de ti, todo el mundo querrá escucharla. Todos se la descargarán, todos pagarán por oírla. Y eso me subirá a lo más alto. Seré escuchada en todo el país y más allá.
—Eres una…
Summer no vio venir la bofetada. Ni siquiera fue consciente de que la había recibido hasta que se encontró con la cara volteada, las gafas en el suelo y un escozor poco familiar en la mejilla. Parpadeó mientras notaba que aquella picazón se extendía del pómulo hacia los ojos. Su cuerpo quería que llorase, más no iba a mostrarse débil.
Alejó el llanto del golpe y trató de buscar a la Summer peleona de su interior. Ya pensaría más adelante en lo que había supuesto que su padre le hubiera puesto una mano encima. Era la primera vez que la pegaba.
—¡Gary! —Su madre estaba en la puerta que comunicaba el salón con la terraza. T.J estaba con ella y su piel empezaba a tornarse del color del fuego. Estaban horrorizados y enfadados por cómo había reaccionado el hombre.
Summer no se cuestionó si había hecho mal provocando a su padre. Cuando el corazón no le latiera con tanto frenesí, haría autocrítica.
Se agachó y vio que temblaba. Se obligó a mantenerse firme. Se puso las gafas de sol sobre la cabeza como si fuera una corona. Su ego, su amor propio, tenía que ser más poderosa que la rabia de su padre.
Rodeó la tumbona y se quedó a escasos centímetros de su padre. Él intentó retroceder, pero ella lo tomó del hombro y apretó los dedos con tanta fuerza, que temió romperle. Era de cristal. La cocaína le había hecho débil, enclenque. Un soplo y caería al suelo.
—Vuelve a pegarme y te mato —susurró—. Y si me entero de que levantas la mano contra mamá, o que ya lo has hecho, no tendrás hueco donde esconderte. Rata.
Gary se soltó de su agarre y la señaló con el dedo.
—Óyeme bien, niñata. Si vuelves a airear lo que ocurre en esta casa, tú sí que no tendrás dónde esconderte. La ostia que te he dado te sabrá a poco.
—No te tengo miedo —le siseó y lo empujó. Su padre terminó sentado en la tumbona, desorientado—. Escribiré lo que a mí me dé la gana, del mismo modo que tú has consumido lo que te ha apetecido. Tú no pensaste en nosotras cuando lo hacías. Yo tampoco pensaré en ti cuando componga. Ojo por ojo y diente por diente… papá.
Él entrecerró los ojos y Summer deseó que la repulsión con la que se había dirigido hacia su título como progenitor le doliera. Estaba harta de sufrir por ese hombre y que él se creyera intocable.
Sin embargo, sabía que no le movía el sufrimiento, tan solo la adicción y las ganas de ser feliz con un buen chute. No había humanidad en él. Era una carcasa vacía, un enfermo que solo vivía para la droga. Eso era en lo que te convertía aquellas sustancias: en una sombra sin sentimientos, egoísta e incontrolable.
Summer caminó hacia su madre, que quiso tocarle la cara. Ella se apartó.
—Esto es culpa tuya —no supo por qué se lo echaba en cara, pero llevaba tanto tiempo callándolo que ahora no podía detenerse—. Estás ciega. La abuela quiso sacarnos de aquí y te negaste. Debiste haberme protegido de ese monstruo cuando viste que las drogas se le iban de las manos, pero te quedaste quieta, bloqueada, permitiendo que nos ninguneara —meneó la cabeza—. Has sido más mujer que madre.
Michelle agachó la cabeza, presa de la culpabilidad. Summer se odió por hacer llorar a su madre, más ella también había derramado muchas lágrimas porque ella había permitido que la humillasen.
Summer cogió aire y se puso las gafas de sol. Miró a T.J, que miraba a Gary con el rostro deformado por la furia. Quería ir a por él. Aunque había llegado muy tarde, el mánager era el único que quería poner a aquel hombre en su sitio por maltratar a su esposa y a su hija. Era agradable tener un aliado en aquella mansión llena de gritos.
Le puso una mano en el hombro y él la miró, sorprendido de que llamase su atención.
Summer intentó sonreír. Era el día que salía su tema. Era el día que Summer Donovan se mostraba por completo al mundo. Y no había ni una nube en el firmamento, por lo cual se trataba de un miércoles resplandeciente. El espectáculo que había dado con Gary no debería opacarlo.
—¿Has venido a hablar de mi single? —cuando el hombre asintió, ella señaló la puerta del despacho de Gary. Ahora era el suyo—. ¿Me acompañas? Me muero de ganas de oír lo que tengas que decir. Aunque sean malas noticias.
—No son malas.
—Entonces mejor, ¿no? —empezó a andar—. ¿No vienes?