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SUMMER
Оглавление(3 de julio de 1999)
La Summer de seis años adoraba pasar las noches con su madre. Nunca se acostaba sin que ella le leyera un libro. Sin embargo, esa noche le estaba costando mucho sumergirse en la historia de la princesa que cabalgaba a lomo de un dragón.
Summer era una niña que se distraía con facilidad. Nunca se aburría. Siempre andaba pintando, jugando con muñecos, guiando el coche teledirigido por todo el jardín o viendo la televisión. Su madre bromeaba con que era un terremoto que no sabía estarse quieta.
Pero eso no había impedido que la niña se diera cuenta de que su madre se había pasado parte de la tarde llorando. Summer imaginaba que era por papá. Era cantante. Tenía una voz preciosa. Summer le pedía siempre que le diera un concierto privado cuando se montaban al coche. ¿Quién quería la radio teniendo una estrella de rock al volante? Summer no terminaba de encontrar el sentido a las letras que componía, pero no le importaba, porque se quedaba embobada viendo la fuerza y pasión que desprendía su padre al ponerles voz.
Tenía legiones de fans por esa misma razón. Quien le escuchaba, se embelesaba. Esa gente pagaba mucho dinero por comprar sus cintas o verle en directo. Su padre hacía giras a menudo. Llevaba seis meses fuera de casa, viajando por Estados Unidos, Canadá y México. Apenas le habían visto cinco días en esos ciento ochenta que llevaba en la carretera. Su madre le echaba de menos. Habría llorado por eso…
Summer no sabía qué era el amor, si bien lo suponía al verlos juntos. Esas miradas parecían magia en todo su esplendor.
—Mami —comenzó Summer—, ¿cuándo volverá papá?
La mujer alzó la vista del libro y un extraño brillo cruzó sus ojos. Summer pudo apreciar que la sonrisa que le dedicó fue tensa.
—En un par de días estará en casa.
—Tenía que volver ayer.
Summer marcaba siempre en el calendario los días que quedaban para que su padre volviera a cruzar el umbral de la puerta, cargado con su maleta y su bajo.
Esa vez, llevaba días contados de más y no era normal en él. Su madre le había prometido que no le había pasado nada malo y Summer le había creído, si bien ahora le provocaba dolor en el pecho pensar que papá se retrasaba.
—Sí, cariño, debía regresar ayer… pero le ha salido un trabajo de última hora. Ya sabes que papá nunca dice que no a la música.
—¿Por eso estás tan triste?
—Oh, cariño…
Su madre dejó el libro sobre la mesita de noche y se sentó a su lado. La abrazó. Summer se relajó; la colonia de su madre siempre era como un estrujón cálido que le arrebataba las preocupaciones.
—Le echo de menos, eso es todo… —le contó su madre, acariciándole el pelo. Summer notó que empezaba a tener sueño—. Pero en nada volverá a estar aquí.
—Sí…
—Hagamos algo: ¿vamos mañana a ver a la abuela y paseamos a Milán?
Summer asintió medio adormecida. La abuela y su perro color chocolate siempre eran buena idea, sobre todo cuando su padre faltaba. Sus vidas no parecían tan solitarias en su compañía.