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ZANE
Оглавление(7 de mayo de 2015)
Lucy, la madre de Zane, estaba tan ilusionada por el cambio de vida que iban a dar, que el muchacho no quería romper la burbuja en la que se había sumergido con sus protestas. Entendía que sus padres ansiaban libertad e intimidad tras tantos años dedicándose a los demás y a sus hijos, así que se dejó hacer. Cuando ella le puso un pañuelo alrededor de los ojos y lo guio hasta el solar de al lado, que antaño había sido de la familia Rhage, no opuso resistencia.
Cuando le quitó el pañuelo de los ojos, Zane sonrió. Aunque todavía se le hacía difícil aceptar que ahora era el dueño de la casa y el negocio de los White, debía admitir que la mini casa que sus padres habían comprado era magnífica. En tan poco espacio habían sabido aprovechar cada rincón para tener un hogar de lo más acogedor; además, como tenía ruedas, podían atarlo al coche y viajar por el país.
Era envidiable y admirable que a su edad hubieran decidido romper los esquemas de lo conocido y se hubieran embarcado en semejante aventura.
Su padre estaba sentado en los tres escalones que comunicaban el suelo con la pequeña puerta principal. Estaba tomándose una cerveza mientras disfrutaba de la brisa en el rostro. Su padre había envejecido en los últimos años y, en realidad, no era tan mayor. Pero que Daniel se hubiera ido a Europa y la marcha de Sky al ejército había hecho que se disparase el instinto paternal y la preocupación y el dolor habían arrugado su corazón y su piel.
—¿Te gusta? —preguntó su madre mientras se tocaba la cara.
Parecía no creerse que habían tomado aquella decisión por fin. Le iba a ser muy complicado dejar atrás la vida de la casa, tener un espacio tan grande a su alcance y pasar el día con Luanne. Por suerte, como estaban a pocos pasos, Lucy tenía intención de seguir pasándose día y noche echando una mano en el hostal. Aunque viajaría con más asiduidad y se dedicaría a la jardinería por placer, no porque todo quedase más arreglado y vistoso.
Si alguien merecía dedicarse un poco de tiempo a sí misma, esa era Lucy White. Era una superviviente nata. Había vivido demasiado y sufrido en consecuencia, lo cual la convertía en una mujer fuerte. Sin embargo, a Zane le daba lástima saber que su madre había reído más que llorado.
Por eso había aceptado el traspaso del negocio cuando se lo habían propuesto.
—¿De verdad crees que yo estoy listo para asumir el control? —preguntó cuando su padre le plantó delante los papeles de la compraventa de la finca colindante y el permiso para derribar la enorme casa de los Rhage. Querían que Zane dirigiera el hostal como había hecho su padre y su abuelo, y el padre de su abuelo…
—Confío en ti. Eres el único hijo que ha antepuesto nuestros deseos y necesidades a su vida y creo que… debemos recompensarte. Con el hostal, tendrás la vida solucionada: no tendrás que hipotecarte para vivir y siempre tendrás trabajo.
—Eso es un privilegio —susurró su madre, con los ojos brillantes de emoción.
Zane todavía no se había planteado si quería ocuparse de aquel negocio o si iba a buscar otro trabajo, pero si sus padres decidían retirarse ya, no iba a dejarles en la estacada. Así que se encontró pidiendo los papeles para firmar el traspaso efectivo.
Zane suspiró. Ahora era el momento de aceptar responsabilidades. Era el jefe. El sueldo dependía de cómo promocionase el hostal, de seguir dando el excelente y familiar servicio de los White. Notaba que era mucha presión, pero llevaba desde los dieciocho años ayudando a sus padres. Sabría hacerlo. Los primeros meses seria complicado, pero en cuanto llevase medio año ya lo dominaría con ojos cerrados. Era cuestión de coger confianza en sí mismo.
Sonrió y abrazó a su madre.
—Me encanta, mamá. ¡Ya me la dejarás para que pueda irme de vacaciones!
—Ni lo sueñes —protestó su padre, meneando la cabeza. Entró en la mini casa y regresó a los segundos con una cerveza. Se acercó y se la entregó—. Yo te alquilo una autocaravana, si quieres irte por ahí. Pero mi casa ni tocarla, renacuajo.
—¿Sabes que ya no soy tan pequeño como para llamarme así?
A Zane no le molestaba que usase ese apodo con él, siempre y cuando fuera en privado. Frente a los huéspedes, se llamaban por su nombre de pila, aunque fuera haciendo un gran esfuerzo. Bueno, Grimes y Lucy no lo hacían. Se querían tanto que era imposible disimular que eran marido y mujer y con el tiempo, los visitantes aprendían a valorar sus muestras de cariño.
—Siempre serás mi hijo menor, así que te llamaré de este modo hasta que crea que eres lo suficiente adulto —se carcajeó su padre antes de abrazar a Lucy—. Ah, querida. Después de años ahorrando y de mucho dudar, finalmente está aquí. Nuestro retiro.
—Como si fuerais tan grandes —bufó Zane—. Mínimo os quedan veinte años de vida.
—¿Quieres decir que debería jubilarme cuando tengas canas? —le provocó su padre.
Zane le dio un codazo y se sentó en unas sillas que sus padres habían dispuesto frente la casita, con una mesa de mimbre, un paraguas enorme y un fuego a tierra hecho con granito. Se lo habían montado bien. Estiró las piernas cuan largas eran.
—A Sky y a Dan esto le hubiera encantado —murmuró.
Su madre se sentó a su lado y buscó su mano. Le sonrió con afecto.
—Tú eres sus ojos, hijo.