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MICHELLE

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(22 de abril de 2019)

Michelle Donovan se desperezó al despertarse y observó la habitación en la que llevaba alojada desde hacía cinco días. Le parecía de lo más acogedora. La habían mantenido como si fuera de los años setenta y le recordaba mucho a la habitación de sus padres. Incluso había un tocadiscos antiguo en un rincón.

Aquel sitio era tranquilo. Estaba alejado del pueblo y estaba perdido en medio del campo. A su alrededor, todo era de color verde. Solo se escuchaba el trinar de los pájaros. No había motores de ningún tipo surcando el ambiente, lo cual era relajante.

Llevaba dos meses viajando a lo largo y ancho de Estados Unidos y por ahora aquel rincón de Alabama era su preferido. Tenía que visitar un par de lugares más, pero nada se parecía a aquello. Se respiraba calma, se respiraba anonimato. Su hija iba a adorar aquel sitio si le daba una oportunidad, algo que le sería difícil a alguien tan urbanita como Summer.

Solo le preocupaba que la reconocieran. En los últimos años, la fama de Summer se había disparado. Siempre había sido del interés de los periodistas por ser hija de Gary, pero desde que cantaba sus propias canciones y hacía giras, no había nadie en el planeta que no la conociera.

De hecho, Michelle mismo también era conocida y se había registrado en el lugar como Michelle Marjorie. Su apellido de soltera nada tenía que ver con el de casada, así que nadie diría que era la esposa del difundo Gary Donovan. Ella estaba en el olvido, a diferencia de Summer.

Pero Summer necesitaba vacaciones. Alejarse del móvil, del estudio, de su representante y convertirse en un ser humano normal y corriente unas semanas. Dejar atrás la estrella internacional que había reventado cada entrega de premios a la que iba y ser más ella.

Pensó en que se había perdido la transformación de su hija. Sus últimos recuerdos eran de ella siendo pequeña, siendo feliz, ajena a la adicción a las drogas de Gary… y ahora ya era toda una mujer, millonaria, llena de talento que entregaba al mundo más de lo que este le daba a ella.

Había estado ausente la mayor parte de su vida. Se había dejado arrastrar por Gary a un mundo de tinieblas del cual no había sabido salir. Verle hundirse en las drogas, saber que tenía amantes, había destruido su autoestima y la había recluido en un caparazón del cual no podía salir. Luego habían llegado los insultos y las amenazas y había abandonado atrás su papel de madre y de mujer para quedarse en un rincón, para ser espectadora. Durante un tiempo había perdido incluso la custodia de Summer, pues su hija había decidido marcharse de casa. Pero cuando la madre de Michelle murió, su hija había regresado a casa y había tenido más agallas que ella. Había enfrentado a Gary en tantas ocasiones, que Michelle había sentido vergüenza de sí misma por no tener más arrojo que una adolescente.

Pero todo cambió el día que vio a su marido pegar a Summer. Ella acababa de lanzar su primer tema. Era letrista y se había atrevido a ser cantante con una letra personal, muy íntima y suya. Summer era independiente y ya no la necesitaba.

Así que había hablado con ella y juntas se habían marchado a un pequeño piso de Los Ángeles. Habían subsistido gracias al dinero que Michelle se había llevado con el divorcio, el cual había tardado tantos meses en trascender al mundo público que la prensa ya no lo encontraba interesante. Michelle había estado internada en un psiquiátrico y todavía ahora iba a un psicólogo para tratarse. Llevaba tanto tiempo bajo las garras de Gary y sus cambios de humor, de sus insultos, que había necesitado aprender a ser madre, a ser mujer.

Por suerte para ella y su alma, Summer la había perdonado de inmediato y había tratado de recuperar su relación desde el momento.

Y ahora Michelle trataba de compensarla. Llevaba mucho tiempo sin escribir ninguna canción y sin dar ningún concierto con un tema nuevo. La productora la presionaba para que hiciera algo que la lanzase de nuevo, pues la gente empezaba a olvidar quién era Summer Donovan. Mantenerse activa en redes sociales ya no parecía bastar. Así que Michelle iba a pagarle un retiro unas semanas para que se encontrase a sí misma y hallase las musas.

Al fin de cuentas, su hija llevaba mucho tiempo dedicándose a los demás y al trabajo. ¿Cuánto hacía que no se tomaba vacaciones? ¿Cuánto hacía que no se sentaba en silencio para hablarse a sí misma y saber qué quería? Michelle tenía la sensación de que se estaba dejando arrastrar por T.J y sus compañeros, quienes solo querían ingresos y más ingresos.

Tenía veinticinco, por el amor de Dios.

Michelle se vistió y preparó la maleta. Bajó con ella y cuando llegó al recibidor, un olor muy agradable a bizcocho recién hecho le hizo rugir el estómago.

—¿Ya se va, señora Marjorie?

Y aquel era otro buen motivo para que Summer fuera a New Hope.

El hombre que acababa de salir de la cocina cargado con una bandeja de pastas y el bizcocho caliente era atractivo, y tenía una sonrisa que hasta ella le provocaba escalofríos pese la diferencia de edad.

Zane White era soltero, tenía cinco años más que su hija y era amable, simpático y muy agradable. Michelle y él habían mantenido varias conversaciones y la mujer había extraído dos cualidades del chico: era inteligente y muy maduro.

Summer necesitaba alguien así, aunque fuera para tener un amor de verano, fugaz e intenso. Michelle no sabía cuánto hacía que su hija no se relacionaba con hombres, pero lo suficiente como para echar de menos notar piel con piel.

—Sí, tengo que ir a visitar a unos familiares —mintió. No iba a decirle que tenía reservas en ranchos de Oregón y Phoenix—. Y luego regresaré con mi hija.

—Vaya. ¿No desayuna antes? —le mostró la bandeja—. No puede irse sin probar la especialidad de Luanne. Nuestra cocinera hace unos bizcochos rellenos de chocolate y mermelada deliciosos.

—Me encantaría, pero mi vuelo sale dentro de un rato. ¿Crees que puedo usar el teléfono para llamar a un taxi?

—Tómese un café y yo mismo se lo pediré —él le sonrió y la acompañó hasta el salón. Todavía no había bajado nadie a desayunar—. Es tan temprano, que es la primera huésped que ronda por aquí. Estará tranquila, se lo aseguro. Tendrá cinco minutos para usted sola antes de embarcarse en un avión lleno de gente.

—Realmente, sabes cómo convencer a una mujer de que desayune.

Él le sonrió y se retiró con la promesa que le traería un café con hielo. Michelle llevaba pidiendo eso desde que llegó. Que el muchacho se acordase, teniendo más huéspedes alojados, decía mucho de su dedicación al negocio.

A simple vista, no tenía ningún defecto. Era el yerno perfecto. Oh, si tan solo Summer pudiera conocerlo. Michelle estaba segura de que su hija quedaría impactada por el hombre. No era la belleza clásica de Hollywood o de las alfombras rojas, tenía un aspecto más rudo.

Cuando hubo desayunado y Zane le informó que el taxi estaba en el jardín delantero, Michelle pagó la estancia y le dejo una buena propina.

—Le recomendaré a mi hija venir en verano a este lugar. Creo que le va a gustar.

—Estaremos encantados de recibirla, señora Marjorie —Zane fue con ella hasta el porche—. Si dice que viene de su parte cuando reserve, me encargaré personalmente de que reciba un descuento.

—Tendréis noticias mías, te lo aseguro…

El verano en que nos enamoramos

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