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AYUNO Y ENFERMEDAD

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También el enfermo necesita silencio, protección y calor; también él desea más que nunca estar solo consigo mismo. El niño con fiebre rechaza el alimento y pide únicamente zumos frescos. El perro enfermo se recoge en su rincón y no come nada durante días. Los seres vivos enfermos hacen así intuitivamente lo correcto: ayunan.

Para sanar, el organismo requiere tiempo y energía para sí mismo. La energía necesaria para reponer las células enfermas y producir células nuevas la obtiene de sus propios depósitos corporales de alimentos. Mientras ayuna se ahorra el trabajo de la digestión, que constituye el 30% del total del gasto energético, y emplea la energía libre para el trabajo de curación.

Este ayuno instintivo durante la fiebre o ante determinadas enfermedades es una valiosa ayuda que nos brinda la naturaleza. Sabemos bien que tanto la fiebre como el ayuno son, para cada persona sana, ayudas curativas altamente eficaces, pues:

• tienen una gran capacidad destructora de bacterias invasoras;

• inhiben la diseminación y el crecimiento de virus;

• aumentan la capacidad defensiva de la sangre y de las células;

• acrecientan la eliminación de sustancias tóxicas y patológicas.

Rejuvenecer con el ayuno

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