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La Historia en las artes y la cultura popular

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El interés de los intelectuales renacentistas por la Historia abrió camino a los artistas. En el siglo XV, poco después de la publicación de las primeras traducciones latinas, hubo pintores que encontraron una musa en ella. Uno de los más tempranos fue el flamenco Gerard David. Su díptico —compuesto por El juicio de Cambises y El despellejamiento de Sisamnes, datados en 1498 y expuestos en el Museo Groeninge de Brujas— refleja el cruento castigo que el inestable monarca persa infligió a un juez corrupto (V 25, 1). Apenas unos años más tarde, hacia 1514, Albrecht Dürer pintó la acuarela Arión cabalgando un delfín, que puede verse en el museo La Albertina de Viena y reproduce el milagroso rescate del célebre músico, cuyo ahogamiento en el mar evitó un animal (I 23-24). En el Barroco, Pieter Paul Rubens plasmó la venganza de la soberana de los maságetas (I 214) en dos óleos, fechados entre 1620 y 1630 y exhibidos en el Museo de Bellas Artes de Boston y en el Museo del Louvre de París, respectivamente: Cabeza de Ciro traída a la reina Tomiris y Tomiris sumerge la cabeza de Ciro en un recipiente lleno de sangre. En los siglos XVIII y XIX, los pintores historicistas recurrieron repetidamente a Heródoto. Así, en 1782 el francés Jean-François-Pierre Peyron realizó su Funeral de Milcíades, que evoca el juicio y la muerte del general ateniense victorioso en Maratón (VI 136) y está colgado en las paredes del Louvre. El mismo museo alberga el cuadro Leónidas en las Termópilas, con que Jacques-Louis David recordó en 1814 la gesta de los espartanos con su rey al frente (VII 201-238).

Estos ejemplos ilustran cómo los artistas acercaron la Historia a las clases altas de Europa occidental. Desde las élites culturales, económicas y políticas, fue calando en las capas menos privilegiadas de la sociedad. Actualmente cualquier persona, sea cual sea su procedencia, tiene acceso a manifestaciones artísticas influidas por Heródoto. Fuera de los museos, la literatura de ficción y no ficción, las novelas gráficas, el cine y los videojuegos testimonian la vitalidad y la capacidad de inspiración que nuestro autor y su obra poseen hoy.

En 1981, el dramaturgo y novelista estadounidense Gore Vidal publicó una de sus obras mejor acogidas por el público: Creación. Esta novela contempla la interacción entre griegos y persas desde la óptica de estos, recalcando que el mundo es más grande de lo que da a entender la Historia. El tópico de la parcialidad e inexactitud de Heródoto resurge como airada protesta ante las falsedades vertidas por un extranjero. Para refutarlas, el ficticio anciano Ciro Espitama rememora desde la Atenas de Pericles, donde reside como embajador de Artajerjes I de Persia —hijo y sucesor de Jerjes—, su vida de viajero, marcada por sus encuentros con los personajes más extraordinarios de los siglos VI-V a. C., entre los cuales se cuentan el profeta Zoroastro, Confucio o Sócrates.

Los viajes determinaron también la vida del explorador y cartógrafo húngaro László de Almásy, que sirvió de base al poeta y novelista canadiense Michael Ondaatje para crear al personaje homónimo, el misterioso paciente de su obra más famosa, El paciente inglés. Publicada en 1992 y llevada al cine por Anthony Minghella con un reparto estelar en 1996, la novela nos presenta a un de Almásy postrado a causa de un accidente de aviación ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial. Pese a sufrir graves quemaduras, consigue a duras penas salvar del fuego su ajado ejemplar de la Historia. El texto de Heródoto, leído constantemente en voz alta, constituye un hilo narrativo paralelo que se imbrica con la vida del viajero herido y sus relaciones con los demás personajes, según se aprecia en el romance desencadenado al calor de la historia de Candaules (I 8-13).

Igualmente imbricada con la Historia se puede considerar la trayectoria profesional del reportero y corresponsal de guerra polaco Ryszard Kapuściński, que cubrió algunos de los conflictos más relevantes del siglo XX mientras recorría innumerables países con su copia de Heródoto en la mochila. En ninguno de sus libros dicha imbricación es más patente que en Viajes con Heródoto. En esta serie de ensayos parcialmente autobiográficos publicada en 2004, Kapuściński se declara deudor de nuestro autor en la manera de percibir las culturas ajenas. Al mismo tiempo, ve en Heródoto un trasunto de sí mismo que, como un reportero avant la lettre, reúne historias, mitos y anécdotas en un esfuerzo por componer un relato coherente sobre lo sucedido.

Aparte de la fascinación por los viajes, muchos europeos y estadounidenses sienten el choque de civilizaciones latiendo entre las páginas de Heródoto. La pequeña y dividida Grecia hace excepcionalmente causa común contra un formidable enemigo imperial y triunfa, como David sobre Goliat. Esparta, encarnación de este helenismo combativo, se lleva la palma. Viejas películas como El león de Esparta, dirigida por Rudolph Maté y estrenada en 1962, lo demuestran. El fenómeno ha perdurado y Leónidas es la estrella indiscutible de la novela gráfica 300, del ilustrador estadounidense Frank Miller, que salió a la luz en 1998. En 2007, fue adaptada al cine con el mismo título por Zack Snyder y cosechó tal éxito que encumbró a su actor protagonista. Tres años más tarde, el escritor español Arturo Pérez-Reverte publicó el cuento infantil El pequeño hoplita, con ilustraciones de Fernando Vicente Sánchez.

Si bien su halo de gloria no es equiparable a la espartana en la imaginación colectiva, la contribución de Atenas a la derrota persa y su posterior elevación política no han pasado inadvertidas. A rebufo de la excelente aceptación lograda siete años antes por la película 300, Noam Murro dirigió en 2014 la secuela 300: el origen de un imperio, con Temístocles acaparando la atención del espectador como héroe guerrero en Salamina. Más recientemente todavía, en 2018, Frank Miller ha retomado la senda iniciada veinte años atrás. Su nueva novela gráfica, Jerjes: la caída de la casa de Darío y el ascenso de Alejandro, comienza con los atenienses doblegando a los bárbaros en Maratón, abundando en la idea de la confrontación cultural.

Desde los libros y las salas de cine nuestro autor ha saltado a las pantallas de ordenador y las consolas de la mano de una popular saga de videojuegos, que se distingue por una cuidada recreación histórica y escenográfica. En su nueva entrega disponible en el mercado desde 2018, Assassin’s Creed Odyssey, aparecen múltiples personajes históricos griegos. Entre ellos, sobresale Heródoto, porque acompaña al jugador hasta el final como su guía y consejero en distintas misiones.

En realidad, este papel de guía y consejero no tiene nada de extraño, ya que la Historia de Heródoto continúa siendo una lectura enriquecedora que nos ayuda a reflexionar y afrontar los retos que plantea el mundo globalizado actual.

CARMEN SÁNCHEZ-MAÑAS

Barcelona, diciembre de 2019

1 Agradezco encarecidamente a Antonio Sánchez Vallés y Luis Unceta Gómez sus minuciosas revisiones de esta introducción y sus excelentes sugerencias para mejorarla.

2 Todas las traducciones de Heródoto citadas en esta introducción son de Carlos Schrader.

3 La traducción es de Juan José Torres Esbarranch (Tucídides. Historia de la guerra del Peloponeso. Libros I-II. Madrid, Gredos, 2019).

4 La traducción es de Vicente Ramón Palerm (Plutarco. Obras morales y de costumbres. Volumen IX. Madrid, Gredos, 2002).

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