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El movimiento feminista

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No cabe duda de que uno de los ámbitos donde resulta más preocupante la debilidad de la agenda progresista es el terreno del feminismo. Es evidente que el pensamiento social y político de López Obrador está muy apartado de él, desde su visión de la familia como “la institución de seguridad social más importante del país”, hasta su planteamiento de que “la tradición en México es que las hijas son las que más cuidan a los padres”.22

Durante el tiempo que lleva esta administración probablemente no se había visto una conducta presidencial que generase tanto malestar —incluso dentro de sus propios seguidores— como su reacción poco empática frente a los feminicidios. Ante la irrupción de un fuerte movimiento y el creciente reclamo social de las mujeres, el presidente se ha mostrado ciego y sordo. Hasta ahora, lo que hemos visto es que más allá del compromiso genuino de Olga Sánchez Cordero y otras mujeres del gabinete frente al tema, el carácter fuertemente personalista de este gobierno impide que adquieran relevancia pública aquellos asuntos que no le interesan al presidente.

López Obrador siempre se ha caracterizado por entender los ánimos sociales. Tristemente, no ha sabido estar a la altura de esta expresión. Con sus diversas declaraciones no ha demostrado la suficiente sensibilidad ni la debida empatía. Por ello es que su relación con el feminismo se ha caracterizado por una larga serie de desencuentros. Si bien durante la campaña ya existían algunas señales que preocupaban a las feministas, prevalecía el optimismo por la incorporación al gabinete de mujeres con estas posturas. Parecía que, aunque el presidente no comprendiera mayormente las demandas del movimiento, había construido un equipo sólido de mujeres capaz de impulsar una agenda a su favor.23

Muy pronto, sin embargo, comenzaron a aparecer señales preocupantes como la desaparición del programa de Estancias Infantiles para el Apoyo a Madres Trabajadoras y su sustitución por la entrega directa de recursos a las madres. Lo que realmente activó al movimiento de mujeres fue la mayor visibilización de los casos de feminicidio y de violencia, donde llamaron poderosamente la atención casos como los de la niña Fátima Cecilia, Ingrid Escamilla, Ana Paola, Jessica González Villaseñor, Dalia Martínez o Bianca Alexis, entre tantas otras. El 2019 fue el año más violento para las mujeres con 1,006 feminicidios registrados, y las manifestaciones públicas estuvieron presentes desde las múltiples pintas al Ángel de la Independencia y el simbólico uso del glitter —todavía sin entrar en confrontación directa con el gobierno de López Obrador—, hasta que en febrero de 2020 la Fiscalía General de la República (fgr) planteó modificar el tipo penal del feminicidio, supuestamente por la dificultad para acreditar este delito, provocando la crítica de numerosos colectivos que se manifestaron frente a Palacio Nacional.

En aquella ocasión, como en muchas otras, López Obrador se ganó el reclamo de muchas mujeres por pedir a los periodistas que la nota del día no fuera la eliminación del feminicidio como tipo penal propuesta por el fiscal Gertz Manero, sino el cheque de dos mil millones de pesos que ese mismo día la fgr había recuperado del crimen organizado y entregado al Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado para comprar premios de la rifa del avión presidencial.24 En las protestas del 13 y el 14 de febrero por el caso de Ingrid Escamilla y por el aumento de los feminicidios, diversos grupos feministas llevaron a cabo acciones directas frente a Palacio Nacional como quemar un billete de lotería, realizar pintas e incluso golpear la puerta; una de las protestas callejeras más violentas que ha enfrentado este gobierno.

Esa misma mañana, en la conferencia matutina dentro de Palacio Nacional, el presidente fue cuestionado fuertemente por Frida Guerrera, una incisiva periodista y activista que exigió acciones más claras y contundentes contra el clima de violencia que viven las mujeres en el país. Acorralado como pocas veces en una conferencia, el presidente López Obrador lanzó un improvisado decálogo en el que fijaba la postura de su gobierno ante la violencia hacia las mujeres que no hizo más que aumentar el descontento por el anacronismo y simplismo de sus posturas.25 Las tensiones entre el gobierno y los movimientos de mujeres continuaron aumentando el 8 de marzo de 2020 tras la marcha por el Día Internacional de la Mujer porque López Obrador insistió en sus declaraciones sobre la presencia de mujeres infiltradas de la oposición en las manifestaciones y la condena a las expresiones de violencia. Además, se negó a crear una fiscalía especializada en delitos contra las mujeres, ya que aseguró que se está combatiendo el problema todos los días. Las cosas no mejoraron un año después, con la celebración del 8 de marzo ni con las declaraciones del presidente; ni con el espaldarazo de Morena a la candidatura de Félix Salgado Macedonio a gobernador de Guerrero, a pesar de las acusaciones por violación en su contra; ni con la postura de las autoridades que, al colocar un muro metálico en torno a Palacio Nacional, enviaron un mensaje de cerrazón frente al movimiento feminista.

Este desencuentro entre López Obrador y el movimiento feminista es grave porque las mujeres han demostrado que cada vez están menos dispuestas a callarse frente a las agresiones que sufren en todas partes. Saben que no están seguras ni en la calle, ni en sus planteles educativos, ni en el transporte, ni en las oficinas, ni en sus propias casas. Su lucha, sin embargo, no es la de un “sector” que abandere causas “progres” o “fifís”. Es la lucha popular a favor de “los derechos de la mitad del mundo”, como señaló Violeta Vázquez. Sin embargo, si el feminismo es una de las batallas de la izquierda por excelencia, es un error leer este movimiento como una expresión política en contra de la 4T. Las feministas no son enemigas de amlo, aunque así lo han querido ver tanto la oposición partidista (que pretende sacarle tajada política) como el gobierno y algunos de sus simpatizantes. Al final, creo que el presidente tendrá que ir modificando esa postura porque el movimiento feminista parece imparable y es muy probable que siga fortaleciéndose.

Si amlo no cambia la visión que ha mostrado estará incurriendo en un error estratégico, sobre todo si tomamos en cuenta que 95 por ciento de la población considera que la violencia sexual contra las mujeres es un problema muy grave y 52 por ciento piensa que el presidente ha minimizado el tema, según una encuesta de Reforma.26 De hecho, ya le ha pasado factura electoral entre diversos grupos. Según muestran casas encuestadoras, como Consulta Mitofsky y Las Heras, entre los jóvenes de 18 y 29 años la aprobación del presidente tuvo su caída más pronunciada en lo que va de su sexenio entre noviembre de 2019 y abril de 2020, cuando pasó de 70 a 47 por ciento, precisamente en un momento en que el movimiento feminista estuvo particularmente activo. Según Las Heras, la caída de popularidad presidencial ha sido más evidente en el segmento de jóvenes menores de 25 años, donde la caída fue de 21 puntos porcentuales en ese mismo periodo.27 También entre las propias mujeres varias encuestas muestran que la popularidad del presidente cayó entre finales de 2019 y el primer trimestre de 2020. Según Enkoll pasó de 70 por ciento en noviembre de 2019 a 41 por ciento en mayo de 2020; según Parametría, de 76 por ciento en diciembre de 2019 a 53 por ciento en marzo de 2020, y según Consulta Mitofsky de 57 a 45 por ciento, entre diciembre y abril.28

El presidente debe dejar de hablar sobre los problemas que aquejan a las mujeres como lo haría un patriarca y aprender humildemente a escuchar, incluso a las secretarias de su propio gabinete. El problema, sin embargo, es que la 4T no ha sido hasta ahora capaz de hacer política al margen de las creencias personales de López Obrador y es necesario que comience a hacerlo. Que las mujeres feministas que simpatizan con el obradorismo, las que forman parte de las bancadas de Morena y sus aliados en el Congreso, junto a las que están en el gabinete, abran caminos para impulsar una agenda a favor de las mujeres y la igualdad de género y contra la violencia feminicida.

AMLO y la 4T

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