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Restauración de este libro

En algún día de 1972, Enrique Lihn apareció en mi casa con un ejemplar de la revista colombiana Eco, donde había publicado un largo artículo sobre Zoom, que de inmediato me leyó. Si no hubiera sido por eso, pienso ahora, quizá este libro no habría sido reescrito y reeditado.

La novela, publicada originalmente en México en 1971, llegó en escasos ejemplares a Chile, debido a la miseria de divisas. Aparte de los que yo regalé, no supe de nadie más que lo hubiera leído. Siendo yo una persona de izquierda, que trabajaba en una institución comprometida con el nuevo gobierno, la prensa de derecha no lo mencionó; la de izquierda tampoco lo hizo, sin duda a causa de la imagen sombría y a la vez hilarante de una Checoslovaquia aún comunista, donde se desarrolla parte de la acción.

En ese tiempo la vida intelectual de la izquierda estaba dominada por la sociología. La literatura era considerada un objeto de consumo burgués, los escritores éramos valorados o bien como agentes de ese pensamiento burgués, o bien como eventuales propagandistas de la fe revolucionaria.

Frente a ese silencio o indiferencia, yo mismo terminé por pensar que había escrito un texto inoportuno para un tiempo inadecuado. Inmerso en el ambiente tenso y enardecido de esos días, escondí mi frustración para mejores oportunidades.

Ello hasta el momento en que Lihn, él mismo un marginado de los favores del nuevo pensamiento, descubrió el interés del libro e intentó incluso una interpretación que iba más allá de mis propias pretensiones. Eso fue un alivio y una especie de recompensa más que amistosa para mí en esos días. Pero, aparte del ejemplar de la revista que él había recibido, no había otros. En ese tiempo las fotocopiadoras o impresoras domésticas eran desconocidas, de modo que aquel artículo permaneció como parte de una publicación privada.

Las cosas no fueron más allá. La realidad política y sus efectos en la vida privada se imponían. Poco a poco sepulté la frustración por ese libro. Cuando me preguntaron por él, décadas después, insistí más bien en sus debilidades, sus inconsecuencias. Yo había asumido inconscientemente la indiferencia de los otros.

Hasta que redescubrí, solo hace un par de años, el texto de Lihn en la red. No provenía de la misma revista que él me había mostrado entonces, Eco, sino como un artículo en la Revista Chilena de Literatura, de 1972, de la cual en aquellos tiempos no tuve noticias, debido tal vez a que no llegó a los escasos canales de distribución.

Ello me impulsó a releer el libro. Me sorprendió descubrir que había partes bien escritas, algunas bastante mordaces, y de una calidad literaria poco común. De modo que, con el propósito de rescatarlo, me puse a eliminar todo lo superfluo, lo mal concebido, lo incoherente como continuidad dramática, y luego de algunas modificaciones reescribí las partes que debían corresponder mejor al propósito de la novela, al carácter y destino de los personajes en relación con los diversos ambientes y tiempos. Este es pues el resultado que, espero, consiga restituir una obra que raramente existió.

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