Читать книгу Pensamientos y algunos recuerdos - Horacio García - Страница 11
ОглавлениеEsta mañana, como todos los días, hablamos y tomamos mates en la cama, un hábito de toda la vida que tenemos con mi mujer y ya que yo me despierto muy temprano, suelo prepararlo y llevarlo antes de ir a mi trabajo, es un tiempo de diálogo que compartimos. En un momento de la conversación surgió el tema de mis escritos, ella siempre me ha alentado para que lo haga, conoce mi pasión por escribir y le decía que tendría que contar nuestra historia, suelo escribir sobre muchas cosas, pero no de este tema, y me respondió “hacelo”, entonces con su aliento y su permiso, ya que es algo íntimo de los dos, y si tienen la paciencia y ganas de leerme, es un poco extenso, les cuento...
Hace muchísimos años vi pasar a una chica por la puerta de casa y me llamó la atención, pero quedó solo en eso, con el correr de los días su pasar se hizo frecuente y en una oportunidad me acerqué a ella para hablarle, un momento tenso de dos chicos, ella 15 y yo 16, intentando sacar temas para provocar una conversación, cosa que no se producía, pero no me di por vencido. Ella estudiaba corte y confección y tomaba clases de piano, rigurosamente la esperaba y ya me conocía de memoria su ensayo de “Para Elisa”, debajo de la ventana del profesor de música, hasta que de a poco fuimos acercándonos y terminó en un beso y un noviazgo. Quizás suene raro hablar de esa palabra, pero en esa época era normal, como también que me presentara a sus padres, los que impusieron vernos solamente los jueves, por la tarde y en su hogar, eso sí, con su hermano menor de pañales en el medio de los dos y que alguna vez se orinó en mis pantalones. Mis suegros, un poco por razones de crianza, por carácter o costumbres, mucho no me querían a su lado, de todas formas nos ingeniábamos de mil maneras para vernos. Ella ya cantaba y había ganado un festival, lo recuerdo porque compré mi primer traje, un príncipe de Gales gris para asistir, que me hacía ver mucho mayor. Celoso, caprichoso y de acuerdo a la edad que tenía, sentía que eso la alejaba de mí, lo que me llevó a discusiones con su padre, de resultas, no quisieron verme más, prohibieron nuestra relación, cosa que a esa altura y con mi personalidad era casi imposible. Pues bien, tomaron la resolución de que ella se fuera a vivir a otra provincia, Corrientes, a más de mil kilómetros, en la casa de sus tíos, fue un período difícil, muchos meses, por supuesto no había los medios de comunicación de hoy y nuestro único contacto eran las cartas, siempre nos reímos cuando lo recordamos, porque tomamos el compromiso de escribirnos todos los días, el cartero se hizo amigo de tanto venir a casa y la tía de mi mujer terminó siendo cómplice de los dos. Con el paso del tiempo buscamos esas cartas que eran cientos y que esperábamos ansiosos a diario. Un día, casi no recuerdo por qué, decidieron que volviera, cuando llegó y quiso ir a verme discutió con sus padres que la echaron de su casa y así con una pequeña valija llegó a mi puerta, todavía recuerdo su carita triste y también el apoyo de mis padres, que tuvieron que declarar en una comisaría para hacerse cargo de ella, teníamos ya yo 17 y ella 16 y tomé la decisión de casarme, por supuesto no podía, ella era menor. Después de recorrer varios lugares logré hablar con un juez, que me sometió a interrogatorios, me pidió certificados y constancias de que yo trabajaba y fue así como me dio la autorización. Cuando llegó el día parecíamos de comunión, yo de esmoquin y ella con su traje de novia, voy a poner la foto para que la vean, una fiesta sencilla en el garaje de casa y todos los comentarios que escuchábamos de que éramos dos niños y una aventura de escaso tiempo. Pues hoy, después de 43 años de casados, cinco hijos y seis hermosos nietos en la tierra y otros que nos ven desde el cielo, creo que puedo afirmar con mucha seguridad que se equivocaron. No fue una vida fácil, hubo períodos de necesidad económica, enfermedad de los chicos y las circunstancias que de una u otra forma suceden. Con el tiempo llegó el perdón a mis suegros, que terminaron queriéndome como a un hijo. Es cierto que quemé una etapa de mi vida, salir de noche, farra y picardías de soltero, pero la vida me premió con no ser rutinaria jamás, darme una enorme experiencia y poder disfrutar de cosas como haber sido abuelo a los 38 años, ver casarse a mis hijos y jugar con mis nietos. En definitiva, no cambiaría en mi vida ni un segundo de lo hecho, nuestras peleas, que las hubo y las habrá muchas, siempre fueron por temas triviales, hoy somos amigos y compañeros, compartimos la pasión por una vida espiritual, donde tenemos largas y profundas discusiones y aprendimos a respetar el mundo de cada uno, ella la música, el canto y yo mis aventuras políticas, mi hobby de navegar por las redes, hacer amigos de todos los países y, sin duda, seguiremos juntos por siempre. Perdón por lo extenso, pero no es fácil contar una vida en tan pocas líneas y más o menos así fue nuestra historia, espero no haberlos aburrido.