Читать книгу Las leyes del pasado - Horacio Vazquez-Rial - Страница 17

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Sanofevich y la negra estaban sentados en la cama, en el dormitorio de ella. Él se señaló el pecho.

—Sanofevich —dijo.

—Lo sé —confirmó ella—. Es cierto.

Él negó con la cabeza. No era una respuesta así lo que esperaba. Insistió.

—Sanofevich —se señalaba el pecho y después señaló el de ella con una interrogación en la mirada.

—Sybila —entendió la mujer, y lo repitió, apuntándose con el índice.

—Sybila —repitió él. Y puso un dedo sobre la mano de Sybila, apoyada sobre la sábana.

—Mano —dijo ella.

—Mano —rumió él. Y sacó la daga de la cintura y la mostró.

—Cuchillo —dijo ella.

—Cuchillo —sonrió él—. Sanofevich cuchillo, Sybila mano —concluyó. Y movió los dedos sobre su propio pecho, los dedos juntos, con golpes ligeros y reiterados.

—Corazón —reconoció Sybila, imitando el gesto.

—Sanofevich cuchillo, Sybila corazón —asoció él.

—Sanofevich corazón —acusó ella.

Él negó una vez más con la cabeza.

—No —enseñó ella, remedando el gesto del hombre.

—Sanofevich corazón no —confirmó él. Y fue hacia la ventana y señaló hacia abajo.

Sybila comprendió y dijo: «Calle». Y siguieron con otras palabras: dinero, casa, cama, trabajo, pierna, abrir, cerrar, clavar, hombre, mujer, bebida, comida, cigarrillo, todas las que hicieran falta para expresar los requerimientos elementales del ruso y los deberes de ella para con él.

—Sybila calle hombre dinero —resumió él al final—. Casa Sybila, casa Sanofevich. Sanofevich casa, comida, cigarrillos, bebida. Sanofevich cuchillo. Sybila corazón. Sanofevich corazón no.

—Salir —completó Sybila, yendo hacia la puerta.

—Callar —recordó él—. Sanofevich cuchillo, Sybila lengua.

Sybila dejó la casa y Sanofevich, desde la ventana, la vio andar hacia la esquina y girar, perderse de vista, escapar al control.

—Ésta me quiere joder —concluyó él, en ruso.

Las leyes del pasado

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