Читать книгу Narrativa completa - Говард Лавкрафт, Говард Филлипс Лавкрафт, H.P. Lovecraft - Страница 39
ОглавлениеAzathoth36
Cuando el mundo envejeció y la maravilla evadió la muerte de los hombres, cuando oscuras ciudades, elevaron hacia el cielo cubierto por el humo, altas torres, espantosas y grotescas bajo cuya sombra nadie podía fantasear sobre el sol ni sobre praderas floridas en la primavera, cuando el saber despojó a la tierra de su túnica de belleza y los poetas no alabaron sino a deformes fantasmas que vieron a través de ojos cansados e introspectivos, cuando todo ello tuvo lugar y los sueños infantiles se habían esfumado para siempre hubo un individuo que ocupó su vida en la búsqueda de los lugares hacia los que habían escapado los sueños de todo el mundo.
Poco hay registrado sobre el nombre y origen de este hombre ya que eso incumbía exclusivamente al mundo despierto aunque mencionan que ambos eran oscuros. Basta con saber que habitaba en una ciudad de muros altos donde ocurría un estéril anochecer y que trabajaba todo el día entre sombras y griteríos, regresando a casa por la tarde, a un cuarto cuya ventana no daba a campos y arboledas, sino a un triste patio hacia el que muchas otras ventanas se abrían en sombría desesperanza. Desde ese alféizar solo se distinguían paredes y ventanas, a menos que uno se inclinara mucho para curiosear hacia arriba, hacia las pequeñas estrellas que brillaban. Y dado que las paredes desnudas y las ventanas transportan pronto a la demencia al hombre que sueña y lee demasiado, el inquilino de esta habitación solía asomarse noche tras noche, observando a lo alto para percibir alguna fracción de cosas que existían más allá del mundo despierto y de lo gris de la elevada ciudad. Con el pasar de los años, fue dominando por su nombre a las estrellas de tránsito lento y comenzó a seguirlas con la imaginación cuando, con pesar, se escurrían fuera de su vista, hasta que un día su mirada se abrió a la infinidad de paisajes secretos cuya existencia no llegó a imaginar el ojo mundano. Y una noche esquivó un tremendo abismo y los cielos colmados de sueños se arrojaron hacia la ventana del recluido observador para mezclarse con el aire viciado de su habitación y hacerle cómplice de sus fabulosas maravillas.
A ese cuarto llegaron raras corrientes de medianoches violetas brillando con polvos de oro. Torbellinos de oro y fuego apiñándose desde los más apartados espacios, cuajados de fragancias de más allá de los mundos. Océanos de opio se volcaron allí, iluminados por soles que los ojos jamás han observado, amparando entre sus remolinos insólitos delfines y ninfas marinas de profundidades olvidadas. El infinito silencioso se enroscaba alrededor del soñador, seduciéndolo sin siquiera rozar su cuerpo que se asomaba rígidamente a la solitaria ventana. Y durante días no marcados por los calendarios del hombre, las mareas de las remotas esferas lo llevaron gentilmente a reunirse con los sueños por los que tanto se había empecinado, aquellos que el hombre había perdido. Y en el transcurrir de infinidad de ciclos, lo dejaron durmiendo tiernamente sobre una verde playa al amanecer, un litoral de verdor, perfumado por los capullos de lotos y plantado de rojas calamitas…
Azathoth: escrito en 1922 y publicado de manera póstuma en 1938.