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Los refuerzos de provincia

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Según Manuel Contreras Valdebenito, hijo del jefe de la DINA28, el 11 de septiembre se dirigió a Santiago un batallón del regimiento Ingenieros, de Tejas Verdes, que, para no ser detectado, se movilizó en camiones civiles, con oficiales vestidos de civil y con su tropa y armamento camuflados y cubiertos con lonas. Así fue como, sin ningún contratiempo, logran llegar hasta los Arsenales de Guerra (o Escuela de Suboficiales) a las 07:30. No ocurre lo mismo con otras tropas que se adelantan a la hora fijada y dan las primeras alertas al presidente y algunos mandos leales.

Esa misma noche, en la Escuela de Alta de Montaña de Río Blanco, el conscripto Máximo Núñez (18), de la compañía Andina, se echó a la litera como venía haciendo desde quince días atrás: en tenida de combate, con los bototos puestos y su fusil FAL cargado y a mano. A la medianoche lo despertaron y le ordenaron formarse en el patio. Ahí, junto a sus compañeros, le entregaron municiones.

El regimiento de Núñez era especial. Está metido en la cordillera, casi en la frontera, a 34 kilómetros del regimiento Guardia Vieja, de Los Andes. En ese entonces lo dirigía el coronel Renato Cantuarias , un oficial considerado cercano a la Unidad Popular y al que Pinochet , viejo zorro, le mandó a su familia para que la resguardase, en caso de un fracaso golpista.

A la una de la mañana del 11, Núñez recuerda haber visto a Cantuarias paseándose por el cuartel, todavía al mando de su regimiento. Minutos más tarde, un mayor de apellido Carvacho lo reemplazó.

—Cantuarias andaba vestido como guerrillero, su pistola en el muslo y con su fusil, y media hora después lo vimos desarmado. Carvacho se apoderó de las tropas y si él no hubiera asumido, hubiéramos salido con Cantuarias. En Los Andes nos esperaba el Guardia Vieja para aniquilarnos porque supuestamente íbamos a defender a Allende.

Las mismas conclusiones que en Santiago, a 80 kilómetros, sacó en el patio de la Escuela de Suboficiales el soldado Juan Molina (18), ya vestido y con dos cafés con leche y aguardiente en el cuerpo, fusil al hombro y frente al diminuto pero enérgico coronel Julio Canessa Robert , que les explicó la misión de ese 11 de septiembre:

—Hay que hacer una limpieza a Santiago 29 .

No todo el despliegue hacia Santiago resulta perfecto. Los resguardos tomados por el coronel Manuel Contreras, comandante del regimiento de Tejas Verdes, para encubrir el desplazamiento de sus tropas, no son similares a los de otros regimientos, y el presidente es alertado en su residencia de Tomás Moro. Por otra parte, el teniente coronel Luis Prussing Schwartz, que viaja al mando del Regimiento de Infantería de Montaña Reforzado Guardia Vieja, de Los Andes, comenzó a desplazarse hacia Santiago a las 21:30 del lunes 10.

Madrugada del 11 de septiembre, 1973. El Boca de Rana va contento en el bus, tranquilo. Sus compañeros están nerviosos. Conversan entre ellos. Van, dicen, a una guerra, a invadir Santiago. La mayoría de los conscriptos de la Escuela de Alta Montaña de Río Blanco que viaja en los buses rumbo a la capital tiene miedo. Gaspar Sánchez Frías, de dieciocho años, no.

Yo siempre he sido medio malito para mis huevás. Es que en mi juventud estuve rodeado de puros huevones malos, gente mala. Robábamos carteras, le sacábamos la chucha a cualquier huevón. Yo iba contento —dice ahora, treinta y tres años después. En ese septiembre, tampoco le falta experiencia con el gatillo. Es de los pocos que han disparado antes. Empezó cazando en los cerros; luego, en los nueve meses de Servicio Militar, se especializó. En su grupo, es el tirador escogido. Le da al disco a 600 metros [...] a mitad de camino algunos se devuelven a Chacabuco, a hacer hora y evitar ser descubiertos. En total, desde el Guardia Vieja y la Escuela de Alta Montaña, esa madrugada viajarán más de 700 hombres armados, parte de los 3 mil soldados que ocuparán Santiago. La mayoría, jóvenes de la edad de Gaspar Sánchez, que pasará la mañana frente a La Moneda, barriendo el palacio con su fusil SIG. En los días siguientes, golpeará gente, les disparará a detenidos y violará a una mujer presa en el Estadio Nacional. Todo, dice, siguiendo órdenes de sus superiores. Hasta transformarse en lo que es ahora: un viejo de cincuenta y tantos años que vive en Los Andes. Alcoholizado y arrepentido30.

Martes once la primera resistencia

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