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CAPÍTULO UNO La noche de los golpistas Los cuellos anaranjados

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El subteniente del Ejército Manuel Vásquez Nanjarí1 es incapaz de imaginar que los acontecimientos de esta jornada lo convertirán en el custodio de los restos mortales del presidente de la república Salvador Allende Gossens. Luego de la toma del Palacio de Gobierno, Vásquez recibirá la orden de hacerse cargo de trasladar el cadáver del extinto mandatario desde La Moneda hasta el Hospital Militar. Solo podrá dar por cumplida su misión transcurridas trece horas, cuando, cerca de las cuatro de la madrugada del miércoles 12, suba a la misma ambulancia que trajo el cuerpo de Allende y regrese al regimiento Tacna para informar lo sucedido a su comandante, el coronel Hernán Ramírez Pineda.

Comienza el día. Es martes 11 de septiembre de 1973 y el subteniente Vásquez Nanjarí, al igual que muchos oficiales del Ejército, tendrá hoy su bautizo de fuego. Uno verdadero. No como las maniobras simuladas que realizó durante sus años de cadete en la playa La Ballena, donde una vez le hicieron un callejón oscuro y lo mojaron para «curtirlo». Él es un hombre alto, de casi un metro ochenta, rubicundo y macizo. Seguramente por eso los «pelaos» del Tacna lo apodaron el «guagua rusa»2. Ingresó a la Escuela Militar a los diecinueve años como estudiante-soldado y su primera destinación, a los veintidós, fue el Regimiento de Artillería Tacna.

El comandante Hernán Ramírez ha convocado a toda la oficialidad a una reunión a las 4 a.m. Son alrededor de treinta hombres. Cuando el subteniente Vásquez Nanjarí ingresa al casino, le llama la atención, al igual que a todos los presentes, que tanto el comandante como su ayudante, el teniente Tapia, llevan cuellos de color anaranjado. Ese distintivo es el primer indicador de que «algo iba a suceder».

En la ocasión, el comandante les informa que «se pondrá término al gobierno popular y que las Fuerzas Armadas se harán cargo del país». Ramírez Pineda pregunta con voz firme, pero inquisidora, si alguien está en desacuerdo y agrega que quienes lo estén pueden hacer abandono del regimiento. «Nadie estuvo en desacuerdo. Entonces, nos proporcionaron a todos los oficiales el cuello naranja como especie de distintivo, sin darnos en ese momento mayores explicaciones», recordará treinta y ocho años después Vásquez Nanjarí:

A continuación, se procedió a formar a todo el regimiento, a quienes también se les consultó [...] su opinión: si estaban o no de acuerdo con participar del golpe militar. A lo que un cabo manifestó su negativa y por tal motivo fue dejado en primera instancia apartado. Sin embargo, al ver que [el apoyo] era algo masivo, asintió en participar. Fue así como todo el regimiento estuvo de acuerdo en ser parte de dicho procedimiento3.

Martes once la primera resistencia

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