Читать книгу Martes once la primera resistencia - Ignacio Vidaurrázaga Manríquez - Страница 21
La salida hacia La Moneda
ОглавлениеAmanece en Santiago. Es un día gris y frío. Juan Osses tiene veintitrés años y, como forma parte de la escolta presidencial, utiliza el nombre político «Silvio». Apenas ha dormido un par de horas cuando suena la alarma cerca de las 06:00. «Nos levantamos rápidamente, me puse una camisa celeste, un sweater concho vino, una chaqueta clarita, un pantalón verde y unos bototos. En un pequeño maletín celeste eché una corbata y una camisa porque me casaba ese día»5.
Tres autos Fiat 1256 de color azul esperan con sus motores en marcha y sus puertas abiertas que una reducida comitiva los aborde para cubrir la distancia entre la casa presidencial y el Palacio de La Moneda. Una camioneta roja que lleva empotrada en su techo una ametralladora punto 30 acompañará a los vehículos. Las habituales tanquetas Mowag7 de Carabineros esta vez se encuentran en La Moneda. A esa comitiva se unirán otros dos autos Fiat 125 de color blanco.
Silvio corre, como todos esa madrugada. «Mauricio» (Luis Fernando Rodríguez)8 le pasa un maletín tipo James Bond que contiene una subametralladora Walther MP9 y le dice que se haga cargo de esa arma. Además, le entrega una caja de balas de 9 milímetros y él se guarda otro puñado en los bolsillos de su chaqueta.
El auto uno es conducido por Julio Soto, quien en la escolta es conocido por el nombre «Joaquín»10. En el asiento trasero viaja el «Doctor», como suelen llamar, con respeto y cercanía, los integrantes de la escolta a Salvador Allende. A su lado va «Víctor» y como copiloto el «Huaso Raúl» (Oscar Valladares)11. Él y el Doctor abordan el vehículo muy poco antes de las 07:00. La mayoría de estos hombres porta fusiles AK-4712, mientras que el presidente mantiene a su alcance una subametralladora y un revólver.
En el auto dos el conductor es «Eduardo» y el copiloto «Manque» (Osvaldo Ramos). Atrás van Mauricio y «Jano» (Daniel Gutierrez Ayala)13. El auto tres es conducido por «Roberto» (Isidro García)14; junto a él van «Pablito» (Pablo Zepeda), «Johnny» (Óscar Lagos Ríos) y Silvio. El jefe del dispositivo es «Aníbal» (Juan José Montiglio)15, quién viajará en el vehículo cuatro junto con «Carlos Álamos» (Jaime Sotelo)16. Ellos dos serán la jefatura de ese grupo, y en la resistencia del Palacio de Gobierno actuarán como los «comandantes» del GAP.
La comitiva sale apremiada durante algún minuto entre las 06:50 y las 07:00 de esa mañana. Según Joaquín, realizaron el trayecto en ocho minutos. La ruta elegida fue: Tomás Moro hacia el norte, luego Apoquindo en dirección poniente hasta Manquehue y, desde allí, tomaron la avenida Kennedy, Recoleta, el puente Mapocho hasta llegar a Bandera17 esquina Moneda.
Cuando salgo alertado por la alarma, el presidente está llegando al auto con «Raúl». Creo que salimos de Tomás Moro poco antes de las 07:00. En el trayecto le toco la rodilla a Raúl y le pregunto con discreción: «¿Qué pasa?». El Doctor se dio cuenta y me dijo: «Compañero, se ha alzado la Marina, ¡corra! Tenemos que llegar antes que los marinos». Imagínate la orden. Estaba tranquilo, pero muy inquieto ante la eventualidad de que no pudiera ingresar a La Moneda porque los marinos y militares la coparan antes. Cuando llegamos todo estaba normal y él [Allende] dijo: «¡Por fin!». Creo que deben haber sido unos ocho minutos. Los autos estaban como para correrla y el camino hacia La Moneda estaba prácticamente vacío18.
Yo en lo personal iba tan consciente de que íbamos a ganar, que nos íbamos a enfrentar a un nuevo Golpe, que actuaríamos más fuertes y más implacables. Nunca imaginé que nos íbamos a enfrentar a todo un Ejército de tierra y aire. Eso cambió durante el transcurso del día. Nos fuimos dando cuenta de que ya no era un 29 de junio, que los combates eran distintos. Ese día empezábamos un tiempo definitivo. Para mí era imposible que no hubiera una unidad de Ejército que nos viniera a apoyar o que hubiera algún sector de los militares que saliera, no lo creía porque como había todo un trabajo del propio presidente [...] pero después la gran sorpresa fue quedar solos19.
A esas horas aún era adelantado presagiar que este será el último viaje de los muchos que hizo este grupo de escoltas, los «amigos personales» del presidente. Eran militantes socialistas, pero ya se habían fundido con el líder y se consideraban a sí mismos «allendistas», una denominación particular, extendida por todo el territorio, que se irá fortaleciendo lentamente tras décadas de experiencias, frustraciones y grandes esperanzas.
Todos los preparativos se pondrán a prueba en este día único y final. El dispositivo presidencial está desgastado por la intensidad del trabajo posterior al tanquetazo del 29 de
junio20. Han sido setenta días en los que el grueso de los integrantes del GAP ha somatizado la presión existente. Insomnios, gastritis y úlceras afectan a este grupo de hombres jóvenes, pero sometidos a un ritmo agotador y a niveles de tensión extremos.
Ahora bien, estos mismos jóvenes ya han recibido instrucción militar. Algunos han participado en cursos cortos en Cuba, particularmente en los campamentos «Punto Cero»21 y «Pinar del Río»22. Otros se han preparado en los alrededores de Santiago o en el propio Cañaveral23. Todos conocen las armas de infantería y las Tácticas Individuales de Combate (TIC). Con frecuencia reciben charlas de educación política y conocen informes y análisis sobre los acontecimientos políticos más relevantes. Algunos son solteros y viven de forma permanente en Tomás Moro o El Cañaveral. Otros hacen vida de «cuartel», aunque pueden visitar o viajar a ver a sus familias, ya que muchos son originarios de provincia. La pertenencia al GAP es de carácter reservado y compartimentado, por lo tanto, al ingresar, cada miembro escogía un nombre político o «chapa» con el que desarrollaba sus funciones regulares.
El 11 sorprende al GAP24 con un mínimo de contingente en Tomás Moro (cerca de veinte integrantes de un total de sesenta, sin contar los componentes de los nuevos grupos en instrucción). Tampoco está presente uno de sus jefes principales: «Bruno» (Domingo Blanco Tarrés) que se encuentra en El Cañaveral instruyendo a nuevo grupo. Según Renato Moreau25, el GAP contaba con dos escoltas y un total de veintiocho hombres, más el personal de Tomás Moro (cerca de veinte personas) y una «tropa» en formación en El Cañaveral que tampoco superaba la veintena. Es decir, los combatientes efectivos eran entre treinta y cincuenta, ninguno más, y estaban divididos en cuatro secciones: escolta, operativo, guarnición y servicios.
La partida hacia La Moneda se realiza con quienes están disponibles en horas de la madrugada. Allá se sumarán unos pocos y, por las características del cerco y el temprano apresamiento de los refuerzos comandados por Bruno, así quedará conformado el esmirriado contingente que acompañará las últimas horas de Salvador Allende. Atrás, en Tomás Moro, queda un pequeño grupo que debe proteger a la primera dama, Hortensia Bussi26 de Allende, la «Tencha», y además cumplir otras tareas que eran parte de una planificación resuelta con anticipación.
¿Cuál es, en ese momento, el estado físico del presidente Allende, un hombre de sesenta y cuatro años que se encamina al último y más intenso episodio de su vida?
Silvio ofrecerá una respuesta a esta interrogante:
Tiene que haber sido extraordinario. Era un presidente que se acostaba a las tres de la mañana trabajando, un trabajólico enfermo, y se levantaba a las seis o siete. Cuando se desplazaba con nosotros cerraba los ojos y dormía veinte minutos en el auto y aparecía como si nada. Él era un presidente de otra talla, de estas personas que surgen del movimiento popular luego de muchos años. Tenía un sentido de la responsabilidad en todas las áreas, desde su autocuidado hasta estar posesionado del cargo de presidente en todo momento. Creo que estaba muy consciente que su capacidad de regeneración y recarga de energías era muy importante, y eso debe haberlo entrenado y trabajado, además había sido deportista. Tenía una tremenda vitalidad 27 .
Salvador Allende vivirá a toda velocidad este día. Va en silencio. Toca su bigote cano mientras recorre con sus ojos las calles de Las Condes, ese sector privilegiado de la capital que luego saldrá a celebrar el Golpe. Se ha preparado pacientemente para este día que advirtió temprana y públicamente. Ahora se dirige al único lugar que es coherente con su investidura. Así lo ha dicho de forma incansable, porque su decisión no podría ser otra: estará en La Moneda y no renunciará. Desconoce aún los detalles de las fuerzas alineadas al mando golpista, pero intuye que esta vez no se trata de la mera repetición del 29 de junio. Ya no está el general Carlos Prats ni se presentan los factores que en su oportunidad neutralizaron al golpismo. Tiene perfecta conciencia de que todos sus compatriotas, partidarios y adversarios, estarán pendientes de las acciones que realice y las palabras que profiera durante este día.
En el asiento trasero del auto uno ha quedado olvidado el ejemplar de El Mercurio del día 10 de septiembre. Bastará una mirada somera a sus titulares para percatarse de que estos están consagrados a tres logros deportivos: «Ganó a Porto Alegre 5-0. Con una goleada se despidió la Selección», «Marca mundial de Atalah en Skeet: 199 en 200», «Nacional de Atletismo. Beatriz Arancibia batió el record de pentatlón»28. Es sorprendente que en la víspera del Golpe nada sea contingente ni esté dirigido a preparar el derrocamiento o realzar el desgaste del gobierno popular y su presidente.
¿Acaso Salvador Allende piensa en esa frase que él mismo expresó hace seis años ante el Senado al realizar un homenaje al guerrillero Ernesto «Che» Guevara? Cuando parafraseando a San Juan de la Cruz29 dijo: «Murió a tono y, por lo tanto, tendrá vida en todo»30. ¿Cómo será su propia muerte «a tono»?