Читать книгу El hábito del miedo - Irene Klein - Страница 14
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Inclinada sobre el tablero, la cabeza envuelta en el brillo cálido que entra por la ventana, mamá firma con su nombre bajo cada dibujo. Como una lagartija, corre el atril por la habitación persiguiendo los charcos de sol. Bajo la luz de la tarde, que es anaranjada, el trazo de la sanguínea adquiere una tonalidad más cobriza.
Ahora dibuja una mujer desnuda. Surge de un entramado de paños y cada pliegue parece una llama de fuego. ¿Cuándo le habrá aparecido esa manía de dibujar?
—¿Puedo sacarte una foto? —pregunto.
No me responde. Alza un poco la mirada, observa la cámara de reojo, con recelo y me arrepiento. Tal vez la incomode. Pero no. Se desabotona el chaleco de lana, se peina el pelo hacia atrás, lo recoge en la nuca con un lápiz a modo de pincho y posa. Apenas la enfoco, gira la cabeza.
La distrae la cortina de voile que ondea en el viento.
—No dejan de bailar en toda la noche —dice.
—¿Quiénes, mamá?
Saca el lápiz de la cabeza y señala el placard. El pelo se le desliza por la cara como una cortina de lluvia.
—Todos. Los vestidos, las polleras, las blusas de seda. Sobre todo las blusas de seda.
—¿Blusas de seda? No tenés blusas de seda, mamá.
—Me lo imaginé. Vienen de otro lado. De lejos, de cerca. Las escucho cuando voy al baño. Entran por debajo de la puerta, se deslizan por el piso y se esconden en el armario. Yo hago como que no las veo. Pero escucho el fru fru. Salen cuando apago la luz.
—Apagás la luz.
Me dijo Mirta que mamá deja el velador encendido.
También yo, de chica, tenía miedo.
—Si no la apago, no salen. Es un ir y venir sobre el piso, sobre los muebles —dice y mueve los brazos.
—¿Y cómo los ves si apagás la luz?
Mamá me mira, mueve la cabeza:
—Las luciérnagas brillan en la oscuridad.
Junta las palmas y me muestra la luz que ella imagina entre sus dedos.
Yo cazaba luciérnagas de chica, en el jardín de Olivos. Las atrapaba y las encerraba en mis manos. La luz atravesaba mis dedos como una linterna.