Читать книгу El hábito del miedo - Irene Klein - Страница 17
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Nadia se fue un sábado, a media mañana de un día otoñal. Con una mochila, un bolso, tres o cuatro bolsitas de supermercado. No parecía irse de la casa sino de excursión. No aceptó las ollas y platos que Elena le ofreció, solo el juego de toallas. Quiso llevarla con el auto pero Nadia se negó.
—Me busca un amigo de Johnny —dijo mientras pasaba el pie sobre las hojas secas en la vereda.
—Mamá, por favor —dijo Nadia cuando Elena empezó a llorar. Se soltó del abrazo, le dio una palmadas a Boris y subió a una camioneta en la que decía Fletes al instante y que había parado frente a la casa. El que manejaba, un muchacho con gorra de visera, saludó a Elena con la mano. El abrazo fue breve.
—Que nos llame cuando llegue—gritó Marcos desde adentro de la casa. No había querido salir a despedirla. Se sentía estafado.
—La cuidamos tanto y ahora se va con ese idiota.
Nadia saludó por la ventanilla, luego volteó la cabeza. Elena siguió agitando la mano aun cuando su hija ya era solo una nuca, un auto que doblaba en la esquina, una calle vacía.