Читать книгу Cuautepec. Actores sociales, cultura y territorio - Iván Gomezcésar Hernández - Страница 10
La Sierra de Guadalupe: fuentes documentales, interpretaciones, historias HERNÁN CORREA ORTIZ Introducción
ОглавлениеEn este capítulo nos proponemos aportar elementos para reflexionar acerca de la Sierra de Guadalupe como una región, desde el punto de vista histórico y social. Partimos de la idea de unidad geológica, geográfica y fisiográfica, y desembocamos en el desenvolvimiento de procesos políticos, demográficos y culturales contemporáneos. El propósito es abrir paso a la crítica y el debate de esta propuesta, tomando en consideración que la sierra es una heterogénea composición histórica y social.
La sierra tiene dos caras principales: la que se aprecia desde México, al sur, y la faz visible desde los lagos del norte. Sin embargo, no se pueden dejar de mencionar los otros puntos cardinales: la vertiente oriental está en frente del lago de Texcoco, y por el poniente nos topamos con la cordillera o Sierra de las Cruces.
Actualmente, la sierra está rodeada en su totalidad por la conglomeración urbana de México. Históricamente, se han considerado las secciones lacustres como subregiones de la Cuenca de México: así, en los lagos al norte de la cuenca, a los pies de la Sierra de Guadalupe están Tultitlán, Coacalco y Ecatepec; además Cuautitlán, Zumpango, Xaltocan y Tecámac constituyen una región en sí. En cuanto a los lagos del centro, en el extremo norte están Tlalnepantla, Tenayuca y el Tepeyac; además Azcapotzalco, Chapultepec, México, Tlatelolco y demás islotes circundantes son otra región. En cambio, no se ha considerado que el conjunto de la Sierra de Guadalupe sea una región cultural en sí, como no sea desde una perspectiva geológica o geográfica.
Empezaremos por considerar las características físicas que le confieren unidad geológica a esta región. Sin embargo, de entrada esto contrasta con una gran diversidad cultural e histórica. Sostendremos que la suma de estas visiones de un territorio es lo que nos permite hablar de una región histórico-cultural que incluye dos vertientes: una geografía física y una geografía humana constituyen una región marcada más que nada por ser un crucero de fronteras.
Plantear la idea de «región» en situación de frontera se entenderá mejor cuando nos adentremos en el tema de las fronteras políticas del periodo Posclásico, también llamado «chichimeca», en donde aparecen diversas ciudades-Estado, o altepeme, y diversas entidades etnopolíticas. Se hace necesaria la referencia inmediata a Tenayuca como un centro rector en la Cuenca de México, en un momento dado. Tenanyocan,1 como centro ecuménico del altiplano central, tuvo su carácter de ciudad principal alrededor del siglo xii; la capital chichimeca de Xolotl no duró mucho, no obstante que su poblamiento como región tuvo una larga duración, una muy larga continuidad histórica. Posteriormente quedó atravesada por el conflicto histórico, etnopolítico, entre los tepanecas de Azcapotzalco y los acolhuas de Texcoco, que se repartieron la dominación en el poniente y el oriente de la cuenca, respectivamente, entre los siglos XIII y XIV. Si sumamos a esta complejidad la existencia de otros señoríos chichimecas como Xaltocan, Cuautitlán y Ecatepec, visibles desde la cara norte de la Sierra de Guadalupe, o de México y Tlatelolco, al sur, es que llegamos a considerar la sierra como una región atravesada por las disputas por el poder en la Cuenca de México en el periodo Posclásico.
También consideraremos cómo las divisiones administrativas coloniales, llamadas alcaldías mayores, o corregimientos, y asimismo las divisiones administrativas del periodo republicano, llámense distritos, municipios o delegaciones —más aún en el presente— vuelven a mostrar sucesivos mapas de la sierra más como un lugar de cruce de fronteras que como una región.
En este texto también intentaremos enunciar, presentar y analizar diferentes conjuntos de fuentes documentales que nos hablan de las características históricas (políticas, económicas, sociales y culturales) de la Sierra de Guadalupe, desde su más remota antigüedad hasta la actualidad.
Para reconstruir el periodo Posclásico (900-1500) no sólo contamos con fuentes arqueológicas, sino que, como para toda la Cuenca de México, contamos con una diversa cantidad de fuentes etnohistóricas que se refieren a la complejidad etnopolítica de esta región del México central, a partir del legado tolteca. Cabe anotar que la mayoría de estas fuentes etnohistóricas fueron generadas en los primeros siglos de la dominación colonial española y tienden a legitimar la continuidad de una clase noble indígena, que era propietaria de tierras privadas en diferentes locaciones de la cuenca.
Tenemos, por otra parte, una abundante historiografía contemporánea que nos permite adentrarnos en el panorama político, religioso y económico de la Cuenca de México en el periodo colonial. En ese sentido, podemos reconstruir las líneas generales de los ciclos de descenso y recuperación demográfica de los pueblos de indios durante los tres siglos de la Colonia. Asimismo, podemos apreciar, en contraste, el auge de las haciendas agrícolas, ganaderas y explotadoras de recursos naturales en esta región, cuya misión era básicamente nutrir el mercado de la capital de la Nueva España, quizás la ciudad más poblada de todo el hemisferio americano. Gracias a estas fuentes también podemos reconstruir el desarrollo histórico de todos los pueblos que conforman la región de la sierra (tanto las cabeceras como los pueblos sujetos), desde la época colonial hasta el agotamiento de la reforma agraria.
En síntesis, intentamos mencionar la importancia de tomar en consideración otras fuentes de información que hacen referencia a los principales determinantes y efectos del proceso de desarrollo urbano, a partir del fenómeno de explosión demográfica: el proceso de industrialización, la expansión de la urbanización, la transformación del perfil sociocultural de la población, la aparición de nuevas problemáticas sociales, la determinación de zonas de reserva ecológica y finalmente la orientación económico-productiva, resultante de dicho proceso de masificación urbana.
Concluimos que el tiempo presente del territorio de la sierra está ocupado por el crecimiento exponencial de la población urbana durante la segunda mitad del siglo XX, lo que nos enseña un nuevo paisaje en sus faldas y laderas, originalmente precario y en vías de estabilización en términos demográficos.
Para volver al punto de partida, el criterio principal para considerar la Sierra de Guadalupe como una región es, al mismo tiempo, el medio físico y político: una geografía montañosa, boscosa, borde de la planicie lacustre, región compleja y asombrosa, hoy por hoy está en estado de riesgo por causas antrópicas, y la comparten cinco entidades locales: cuatro municipios del Estado de México (Tultitlán, Coacalco, Ecatepec, Tlalnepantla) y una delegación de la Ciudad de México (Gustavo A. Madero).