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Desconocimiento de la razón y crítica de los amotinados
ОглавлениеEsta parte del discurso constituye un cierre adecuado a la exposición de Marco Antonio, que ha estado impregnada de ironía (o hipocresía, que cada uno lo valore según crea conveniente). Marco Antonio se describe como «un hombre, franco, sencillo», no un orador como Bruto. Alguien sin inteligencia, palabras, ni don de la oratoria. «Hablo de manera clara y os digo lo que todos ya sabéis».
Igualmente irónico es que, después de haber empleado palabras como cruel, ingratitud, traición, etcétera, no tenga empacho ahora en decir que «quienes han hecho esto son honorables». El pueblo está indignado, y Antonio se dispone a rematar su faena. Pide: «no permitáis que yo os arrastre a una rebelión», y asegura que eso es lo que haría Bruto si estuviera en su lugar, pero que él no tiene intención de hacerlo.
Pero, si yo fuera Bruto, y Bruto fuera Antonio, entonces Antonio excitaría el ardor de vuestros ánimos y pondría en cada herida de César una lengua capaz de conmover y alzarse en motín a las piedras de Roma.
Ni una sola palabra «franca y sencilla» ha salido de la boca de Antonio hasta el momento. Es una exhibición de manipulación de masas que tendrá que esperar al siglo XX para ver paralelos tan hipócritas en el mundo real. Y ya ha aparecido el mensaje que quiere transmitir: hay que amotinarse contra los asesinos.
Por si alguien tiene dudas todavía, Marco Antonio se dispone a cerrar magistralmente su obra.