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El camino por recorrer

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En el capítulo 1, se examina brevemente el concepto de espacio público, especialmente sus principales características y las tendencias actuales en las ciudades globales. Una vez establecida la definición, se analizan algunas de las principales amenazas que enfrenta. En primer lugar, el incremento de la delincuencia y la creciente sensación de inseguridad ciudadana. En segundo lugar, el dominio del parque automotor sobre las vías y veredas, lo cual aumenta los riesgos sobre los peatones y ciclistas, e inhibe una mayor presencia de ellos en las calles y veredas de la ciudad. En tercer lugar, la hegemonía del paradigma liberal y su cuestionamiento de lo público como mecanismo eficiente de gestión de la ciudad, que se traduce en asumir que las fuerzas del mercado son las más apropiadas para asignar los usos de los espacios urbanos. Para finalizar, indago sobre la relación entre el territorio y la identidad social en el pasado y el presente. Intento, principalmente, discutir sobre el efecto de la globalización en nuestra relación con el territorio.

Sobre la base de estas observaciones y los datos recolectados –siguiendo la metodología que detallo al final del libro–, construyo la imagen de una ciudad que se privatiza, pero bajo la condición de la sub-institucionalidad8. Con ello, me refiero a una situación en la cual las normas formales y las instituciones encargadas de formularlas y hacerlas cumplir tienen baja legitimidad. Ello conduce a la relativización de las reglas y a comportamientos particularistas, que reducen la efectividad de los marcos normativos. En términos referenciales e ilustrativos, en los tres capítulos que siguen describo y analizo las tres principales formas de privatización bajo el signo de la informalidad, cada una en un capítulo separado.

Con el feudo, en el capítulo 2, me refiero al patrimonialismo –la apropiación privada de lo público– que ejercen algunos alcaldes sobre el espacio público, muchas veces en complicidad con grupos de vecinos o empresas. En términos espaciales, incluye la reestructuración inconsulta de parques y plazas, la restricción de usos y acceso, el cobro de admisión, la rebaja de la condición ciudadana por la de usuario, por inversiones de dudosa necesidad y estética, entre otros. La autoridad municipal «feudal» saca provecho de las reglas de juego de un sistema político de baja legitimidad, en el cual se busca el apoyo de los vecinos vía prácticas populistas y clientelistas. Esto se logra ejecutando obras, casi siempre de carácter efectista y, desafortunadamente, como solución cortoplacista. En este proceso, la ciudad termina perdiendo ante la ausencia de visiones de mediano a largo plazo, a la vez que no se cultiva la participación ciudadana.

En el capítulo 3, se ve cómo, en la comarca, los vecinos se apropian del espacio público como si fuera propio y restringen el acceso y uso de los demás ciudadanos. La creciente delincuencia e inseguridad es esgrimida como principal razón detrás del enrejado de calles y urbanizaciones. Pero ello se realiza sin autorización gubernamental, por lo que constituye una violación de facto del derecho al libre tránsito, y debilita más aún la institucionalidad democrática en la ciudad. Mis pesquisas, no obstante, confirman lo analizado por otros autores: la inseguridad puede ser una razón para enrejar, pero de igual o mayor importancia es el afán de excluir.

En la ciudad posmoderna surgen espacios públicos alternativos a los tradicionales, y este es el tema del capítulo 4. Entre estos espacios el shopping mall es el más importante9. El mall cumple varias funciones importantes en ciudades como Lima –de gran extensión y multicéntrica– al concentrar el comercio de bienes y servicios en una zona. Su carácter festivo y lúdico lleva a asociarlo con las ferias regionales de los últimos dos siglos del feudalismo. Sin embargo, es evidente que su principal razón de ser es el consumo y que restringe las posibilidades de expresión ciudadana por ser propiedad privada. De ahí que expertos lo cataloguen como espacio «cuasipúblico». La enorme popularidad de estos centros y el éxodo hacia ellos desde la calle y el parque, debido a la inseguridad –real y percibida–, preocupa porque no es un proceso muy propicio para el fortalecimiento de la ciudadanía. En este capítulo, se analizan esta y otras cuestiones, y se indaga sobre el uso de estos espacios por los adolescentes y jóvenes que nacieron cuando los malls ya eran hechos concretos y cotidianos.

En el epílogo, intento rescatar las principales ideas y preocupaciones examinadas, casi todas ellas relacionadas con el peligro de una creciente privatización acompañada de informalidad. Como se verá, no es ningún consuelo que en varias partes del mundo existan procesos de privatización, especialmente cuando nos comparamos con países desarrollados. Estos últimos tienen sociedades que consolidaron sus instituciones democráticas durante la modernidad y ahora estas son el soporte que permite conjugar la convivencia con los procesos de hiperindividualización que caracterizan a la posmodernidad. Nuestra realidad, en cambio, es muy distinta porque estamos ante procesos de gran individuación, pero en ausencia de instituciones sólidas. El liberalismo económico no ayuda en este sentido, pues convierte en un fetiche el mercado y el crecimiento, restando importancia a los otros procesos que hacen posible una ciudad justa: democracia, equidad, diversidad y sostenibilidad (Fainstein, 2005).

Los aspectos metodológicos de la investigación se abordan en la coda metodológica, en la cual se desarrolla cómo se recolectó la información que sustenta las interpretaciones presentadas en los capítulos previos. He ubicado este capítulo al final para no interrumpir el análisis sobre los espacios públicos de la ciudad. Asimismo, su tratamiento por separado permite tocar algunos hallazgos importantes que resultaron marginales al énfasis interpretativo. No tiene el carácter analítico de los capítulos anteriores, sino que más bien cumple una tarea afín a un inventario de procesos y resultados. Es decir, relata la aventura de la investigación y la indagación. Me permite, entonces, compartir mis impresiones de un proceso metodológico que me facultó para armar la información como piezas de un rompecabezas. Así ofrezco un panorama general de qué opinan los habitantes de la ciudad sobre los espacios urbanos y sus usos. Primero, examino cómo los limeños se apropian y usan sus espacios públicos, cuán seguros se sienten en ellos, qué opinan de sus vecinos y barrios, y qué prácticas aprueban o desaprueban. Para ello, fundamentalmente, cuento con los datos de la encuesta realizada y comparo esta información con otros estudios y encuestas de los últimos años. Segundo, narro cómo organizamos –con los alumnos y alumnas– las visitas a diferentes espacios públicos y cuasipúblicos de la ciudad, y muestro algunas de las principales observaciones sistematizadas. Tercero, presento una breve síntesis de los grupos focales efectuados, información que resultó esencial para recrear los imaginarios de los niveles socioeconómicos (NSE) A/B. Para terminar, analizo las entrevistas a los funcionarios municipales, prestando especial atención al lugar que ocupan los espacios públicos en las políticas y gestiones ediles.

Durante el desarrollo de la investigación, tuve la oportunidad de publicar artículos y preparar ponencias con los avances de diferentes etapas de este estudio. En el presente libro, incluyo algunos de estos textos, que han sido parcialmente modificados para encajar mejor dentro de la lógica y organización antes descrita.

Como todo esfuerzo intelectual, la investigación que condujo a este libro fue posible gracias al apoyo de muchas personas. Debo agradecer, en primer lugar, al Instituto de Investigación Científica de la Universidad de Lima por el apoyo financiero, el respaldo anímico y la paciencia. A mis colegas –muchos de ellos también mis amigos–, gracias por compartir sus impresiones y sugerencias respecto a la investigación; especialmente a quienes me acompañaron en los cursos de Sociales y de Problemática Nacional que fueron pacientes y generosos con sus ideas. Agradezco especialmente a los alumnos y alumnas de la Escuela Universitaria de Humanidades, que me apoyaron con las observaciones in situ. A mi compadre –antropólogo y sociólogo Iván Mendoza–, por enviarme con regularidad artículos académicos sobre los espacios públicos y ser un atento escucha y comentador de los avances del estudio. Finalmente, el apoyo del «frente interno», de mi familia, siempre crucial por ser el soporte cotidiano de mis actividades, por inspirar y por acompañarme dentro y fuera de los espacios públicos. Raquel, Kai y Miguel son una parte esencial de este libro. Fue justo pensando en las familias –particularmente en los hijos y las hijas– que me inspiré para realizarlo. Los padres y las madres que vivimos en Lima nos preocupamos, con toda razón, por nuestros hijos cuando deambulan por las veredas, calles y parques de la ciudad. Con frecuencia nos sentimos tentados a pedirles que se queden en casa por los riesgos percibidos, pero también somos conscientes de que para crecer sanamente deben «tener calle» y que la mejor manera de hacer frente a los riesgos es prepararlos para ello. Sin embargo, también es necesario que los ciudadanos nos apropiemos de estos espacios porque nos pertenecen y luchemos para que se conviertan en lugares acogedores de la diversidad.

Javier Díaz-Albertini

El feudo, la comarca y la feria

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