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1.2.1 Acceso libre (universal)

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Al crecer y densificarse la ciudad, aumenta significativamente el proceso inmobiliario de especulación y el costo de la tierra. Esto, por un lado, lleva a una clara diferenciación entre la propiedad privada en cuanto espacio controlado por el individuo –sea como actor económico en la empresa o como actor social en su vivienda– y el espacio público en cuanto lugar de encuentro y vida colectiva. El espacio privado residencial, no obstante, va reduciéndose, lo que provoca que los habitantes se vuelquen hacia las calles. Como resultado, aumenta la «publicidad» de la vida urbana al jugar, comer, pasear, ejercitarse, leer, cantar y protestar a la vista y paciencia (no siempre) de los demás. Una primera característica del espacio público, entonces, es su libre accesibilidad.

En el espacio privado –sea residencial o empresarial–, el control social nace del poder que otorga la propiedad o posesión sobre ese territorio particular. En algunos casos, la estructura de poder familiar es la que determina el uso del espacio, las costumbres y las reglas que gobiernan la conducta de sus miembros, y establece quiénes tienen acceso al espacio y con qué derechos. En otros casos, son los documentos de constitución, estatutos y reglamentos los que fijan las conductas y usos apropiados del espacio, sea en la empresa, iglesia, museo o restaurante. En cambio, en el espacio público el control social es más complejo porque requiere de voluntades colectivas, siendo la más importante la tolerancia y la capacidad de construir consensos entre los habitantes y con las autoridades. Para el reconocido urbanista catalán Jordi Borja (2001):

El espacio público es un concepto jurídico: un espacio sometido a una regulación específica por parte de la Administración Pública, propietaria o que posee la facultad de dominio de suelo, y que garantiza su accesibilidad a todos y fija las condiciones de su utilización y de instalación de actividades. El espacio público moderno proviene de la separación formal (legal) entre la propiedad privada urbana […] y la propiedad pública […], que normalmente supone reservar este suelo libre de construcciones (excepto equipamientos colectivos y servicios públicos) y cuyo destino son usos sociales característicos de la vida urbana (esparcimiento, actos colectivos, movilidad, actividades culturales y a veces comerciales, referentes simbólicos monumentales, etc.). (pp. 12-13)

El mismo autor, sin embargo, enfatiza que el espacio público también tiene una dimensión sociocultural, porque es el lugar de contacto, de expresión de la comunidad, de encuentro entre conocidos y extraños. De ahí que pueda existir y crearse espacio público sin que lo sea jurídicamente, como cuando los ciudadanos se apropian de algún local abandonado, del espacio entre edificios, de las estaciones de buses, trenes o subterráneos, lo cual muestra que «l o público es el uso y no el estatuto jurídico» (Borja, 2001, p. 13)5. Es por ello que Loukaitou-Sideris y Ehrenfeucht (2012) recomiendan que la «publicidad» debe ser evaluada en el transcurso del tiempo, porque las actividades que ocurren en un determinado espacio pueden variar y con ello aumenta o disminuye la función pública. Por ejemplo, como se verá más adelante, el espacio del centro comercial es de acceso público, pero las actividades están restringidas por un reglamento interno (no se puede montar bicicleta, hacer una demostración, filmar, entre otros). Sin embargo, los púberes, adolescentes y adultos jóvenes han estado apropiándose de sus pasillos, alamedas, escaleras, patios de comida, y transformándolos en lugares de encuentro alternativos a los parques.

Blakely (2006) insiste en la centralidad del acceso universal. Considera que, en una ciudad, la élite no solo se distingue por quienes la conforman, sino también por aquellos a los que logra excluir. Ocurre así porque el carácter excluyente nace del estatus social que detenta, pero asociado a la distancia físico-social que establece con respecto a los demás. Esto es inevitable en cualquier ciudad democrática, en la cual las personas pueden decidir con quiénes se juntan y asocian. No obstante, la ciudad moderna también se construyó sobre procesos que han debilitado y parcialmente diluido esta distancia, siendo uno de los esenciales la conformación del espacio público; aspecto que cobra, además, enorme importancia al disminuir el espacio privado del que se dispone (fenómeno que afecta a todos los sectores). Como se mencionó antes, las personas se vuelcan hacia la calle y a compartir bienes públicos. En el proceso de compartir se vuelven parte de la comunidad, se transforman en ciudadanos (Blakely, 2006).

La accesibilidad característica del espacio público no se limita a poder llegar y entrar a él, o sea, no se define en términos puramente físicos. También tiene que estar acompañada de lo que Akkar (2005) denomina el acceso «simbólico»: hasta qué punto el tipo de personas presentes, la disposición del espacio, los signos, las señales, las ordenanzas y el mobiliario resultan ser un estímulo o impedimento al uso por parte de los diversos grupos que conforman la ciudad. Por ejemplo, en muchas ciudades están aumentando, como mobiliario, bancas diseñadas de tal manera que las personas no puedan sentarse cómodamente o que limitan enormemente la posición del cuerpo y el poder compartir el espacio con otra persona.


El feudo, la comarca y la feria

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