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La Grande Guerre 1 (1914-1918)

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Pero fue la tragedia que significó la Primera Guerra Mundial la que definitivamente cambió los marcos institucionales conocidos. Hay circunstancias que fuera de toda previsión producen cambios profundos en la visión que se tiene sobre el mundo y modifican las instituciones que son el marco en que los individuos interactúan.

La Grande Guerre tuvo consecuencias de largo plazo. Los Estados mayores de los países en conflicto diseñaron sus planes pensando que tendría una magnitud y características similares a las del pasado. Prevista una corta duración, se supuso que los requerimientos de recursos serían limitados y en gran medida pagados por el derrotado, como en la guerra Franco-Prusiana de 1870. Aceptada la capacidad destructiva de las nuevas tecnologías, estimaron que duraría sólo algunos meses. Para su desconcierto, ocurrió todo lo contrario. La guerra duró cuatro interminables años y movilizó una masa enorme de población civil, millones de personas fueron incorporadas a los ejércitos viviendo el terror de las trincheras durante esos largos años. De ese modo, la guerra requirió una magnitud de recursos económicos que ninguno de los países (salvo Estados Unidos, que llegó al final) estaba en condiciones de afrontar. Esto tuvo consecuencias de larga duración, entre otras razones porque una vez finalizada la guerra, los millones de hombres, en gran medida campesinos, que habían expuesto sus vidas, retornaron a sus hogares con una visión distinta de sus derechos de las que habían tenido cuando fueron movilizados.

En el plano de la economía, es probable que la Grande Guerre haya sido la divisoria de aguas entre el mundo abierto al comercio, a los movimientos de capitales y población y el que lo siguió, aunque fue la crisis de 1930 la que, en forma definitiva, hizo lugar a las instituciones de un mundo que iba a ser distinto.

La suspensión del patrón oro, el financiamiento con deuda o emisión, la intervención en los mercados de mercancías, fijando precios máximos, las regulaciones del comercio y la producción fueron fenómenos que se generalizaron. Aunque al concluir el conflicto bélico se trató de volver a la normalidad, esto no se logró del todo en los años veinte (el caso más notorio fue el fracaso de los intentos de retornar al patrón oro) y, finalmente, la crisis de 1930 condujo al nuevo modelo institucional. También tuvo un efecto intelectual nada despreciable. No sólo los gobiernos habían tomado una intervención en la economía que respondía a la nueva noción de la guerra total, sino que los titulares de los factores de producción capital y trabajo, que hasta entonces negociaban sus remuneraciones en el mercado, empezaron a darse cuenta de que podían mejorar –o empeorar– sus posiciones respectivas (sus precios relativos) apelando a la intervención del gobierno.

Los reclamos por cambios en el Estado llegaron en casos extremos a la instauración de un régimen comunista en Rusia en 1917, donde el gobierno de los sóviets pudo instalarse gracias a que utilizó las instituciones autoritarias de una economía de guerra. Pero también en los países que seguían bajo regímenes democráticos tuvieron lugar cambios constitucionales profundos como la Constitución de Weimar en Alemania en 1919, que en su artículo 159 incluyó clausulas sociales y la formación de un Consejo Económico Social que preveía también participación a los obreros, o la Constitución mexicana de 1919 y sus cláusulas sociales.

Pero aun en los países en donde no se había llegado a procesos revolucionarios la experiencia de las medidas tomadas durante la guerra generalizaron la idea de que el poder político podía intervenir en los mercados modificando los precios. Esto podía ocurrir indirectamente, aunque no explícitamente, cuando monetizaba el déficit provocando inflación y caída de los salarios reales. También directamente, regulando los mercados fijando precios o por medio de la política cambiaria o tarifaria. No se trataba sólo de la utopía de la propiedad colectiva de los medios de producción o de la economía planificada, sino de una variedad de medidas que, ensayadas durante la guerra, volvieron a aplicarse en la emergencia de la crisis.

Si la economía de la guerra total había experimentado que el Estado podía intervenir en los mercados, se empezó a pensar que también se podrían usar esas formas de intervención para subsanar sus fallas. Estas transiciones hacia un nuevo marco institucional fueron graduales y sólo más adelante se advirtió la verdadera magnitud de los cambios.

La economía de Perón

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