Читать книгу Un diccionario sin palabras - Jesús Ramírez-Bermúdez - Страница 16

ABRIL, 2009

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El Instituto de Neurología es como una ciudadela, un pueblo amurallado con quince edificios interconectados por puentes, pasillos cubiertos y descubiertos, calles y jardines. Desciendo la colina urbana, desde la Unidad de Neuropsiquiatría, ubicada en la parte alta del diseño arquitectónico, hacia la Unidad de Resonancia Magnética Nuclear. Un magneto de potencia espeluznante funciona allí como herramienta para generar imágenes del cerebro: fotografías digitales capturadas por métodos magnéticos, que permiten adquirir datos anatómicos inaccesibles a la vista, mediante una antena: supongo que se trata de un tema atractivo para cualquier teoría general de la imagen. Pero yo no tengo la menor idea acerca de los debates contemporáneos sobre la epistemología (o la física) de la imagen. Resignado a desconocer la mecánica secreta de la imagenología penetro en el búnker donde se encuentra el magneto, camino entre pantallas de computadora, encuentro a un amigo y maestro: el Dr. Roger Carrillo me extiende su reporte técnico.

Existe una craniectomía en la región frontotemporal izquierda, con una zona de encefalomalacia principalmente a nivel de la región temporal del hemisferio izquierdo. He hablado de este tema varias veces con Diana y su familia, y hemos hecho planes para la colocación del hueso faltante en el cráneo de la chica.

–El fragmento de hueso se encuentra en Monterrey –me ha dicho la madre.

Piensan volar allá para colocarlo durante la última intervención quirúrgica. Al fin dejaremos atrás la fragilidad de la cabeza; a pesar de muchos años en el hospital de neurología no me acostumbro a ese aspecto y tal parece que no me acostumbraré nunca. Mientras leo el reporte de Roger Carrillo, posiblemente Diana y su familia se encuentran en el espacio aéreo, rumbo a Monterrey; tal vez está bajo anestesia, en los quirófanos de esa ciudad y ahora mismo el cirujano coloca el fragmento. Por mi parte, observo imágenes de resonancia magnética, en la secuencia conocida como FLAIR (por las siglas en inglés, que significan: Fluid Attenuated Inversion Recovery), y en la parte inferior derecha de cada corte (que corresponde a la porción posterior del hemisferio izquierdo) es fácil ver una región de aspecto irregular con mayor claridad en la escala de grises: una mancha blanca, heterogénea, con pequeñas imperfecciones grises en su interior.


Contrasto mi observación con el reporte de Roger Carrillo: En la unión del lóbulo parietal con el lóbulo temporal del hemisferio izquierdo, se encuentra una zona de encefalomalacia localizada en la corteza cerebral, con extensión a la sustancia blanca subyacente, lo cual provoca retracción del sistema ventricular, que se aprecia con discreto aumento de tamaño del lado izquierdo en comparación con el derecho. La actividad del cerebro es asimétrica: en los individuos diestros, el hemisferio izquierdo procesa en forma preferente información lingüística; genera secuencias ordenadas de datos que se objetivan en el movimiento corporal dirigido, en la escritura, en el discurso: podríamos decir, patrones secuenciales de datos que sólo pueden realizarse y aprehenderse en la dimensión del tiempo. El hemisferio derecho se especializa en el conocimiento del espacio corporal y del entorno; así lo hemos aprendido desde la segunda mitad del siglo XIX mediante evidencias clínicas, fisiológicas, mediante los recursos de la biotecnología. En la unión de los lóbulos parietal y temporal se localiza el módulo más importante para la decodificación de signos lingüísticos, auditivos o visuales. Una lesión en esa zona produce una pérdida en la habilidad para entender el lenguaje. Se trata del área designada con el nombre de un investigador pionero, el neuropsiquiatra alemán Karl Wernicke. La persistencia de una lesión localizada en el área de Wernicke sugiere que el defecto afásico será permanente: una zona de encefalomalacia significa que el tejido cerebral, formado por neuronas, vasos sanguíneos y células gliales, ha sido destruido en esa región y sustituido por líquido y tejido de cicatrización: en pocas palabras, por una masa inerte desde la perspectiva neurológica.

A pesar de la parafernalia contemporánea de las neurociencias, se desconoce aún el método para regenerar las zonas muertas del encéfalo que aparecen tras el acontecimiento de enfermedades y accidentes. La esperanza de Diana reside entonces en el canto afásico, en la cultura bilingüe, la plasticidad cerebral, los mecanismos de suplencia, la neurogénesis y la sinaptogénesis, en los factores de crecimiento neural… Pero llega un momento en que todos esos conceptos encantadores de la ciencia neural parecen artilugios de la ciencia ficción, mientras que las zonas muertas dentro de un órgano vivo, a pesar de ser conceptos negativos, presentan atributos recalcitrantes de eso que tantos filósofos odian y tantos científicos mistifican: pura y simple realidad.

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