Читать книгу Un diccionario sin palabras - Jesús Ramírez-Bermúdez - Страница 18

AGOSTO, 2009

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Abro la puerta de mi oficina. Diana camina sin dificultades; se ha vestido con esmero y luce muy bien, al igual que su madre y su novio, Oswaldo. No es sólo la ropa gris y negra, ajustada, los zapatos de tacones altos que contrastan en cierta forma con el estatus de enferma, asignado por su carnet de la institución; por un momento me parece incluso una fanfarronería el uso de los tacones o una imprudencia de la madre y el novio, pero Diana ha subido las escaleras y ahora cruza la puerta sin titubeos.

La forma simétrica y continua de la cabeza, y una cicatriz del lado izquierdo, revelan que la cirugía para colocar el fragmento de hueso, conocida como craneoplastía, se ha llevado a cabo. El cabello aún no crece: debe tener medio centímetro de largo.

–Quiso cortarse todo el pelo, doctor; no solamente el área de la cirugía.

Al explorar la fuerza y el tono muscular del brazo y la mano derecha, encuentro capacidades de movimiento prácticamente en rangos normales. Hace algunos meses, cuando traté de flexionar y extender la extremidad, encontré una resistencia leve al inicio del arco de movimiento. El término neurológico sería espasticidad. También había entonces un aumento en los reflejos osteotendinosos de ambos brazos y piernas. Ahora los reflejos son normales y el tono muscular también.

–Hola, doctor. Buenos días.

Lo que estoy oyendo es su voz.

La saludo y me devuelve unas palabras de cortesía; le hago algunas preguntas acerca de su viaje a Monterrey y su relato es sencillo pero correcto. Detecto algunas fallas menores en la pronunciación de algunas palabras, y en un par de momentos repite algunas sílabas, comete errores gramaticales, pero en general es fácil comprenderla y ella me entiende también. Miro desconcertado a su madre y a Oswaldo, y explota la emoción grupal. Celebramos el cambio drástico; hago muchas preguntas, pero el hecho es simple: en los últimos meses el lenguaje ha mejorado notablemente; los defectos no son fáciles de percibir ahora, ¡hay que poner atención para definirlos! La mejoría ha sido gradual y constante en los dominios del habla, la escritura, la lectura, la comprensión del lenguaje hablado. Al parecer el inglés se recuperó un poco antes que el español. Sin duda es otra variante desconocida (para mí) del fenómeno conocido como afasia del políglota.

Su comportamiento ha ganado organización y autocontrol de una manera igualmente notable. Seguimos hablando un buen rato; me entero de que ella planea regresar a su trabajo como administradora de un hotel en el centro de la ciudad; más aún, ella y Oswaldo tienen planes de casarse; bromean un poco sobre los detalles de la boda. Oswaldo está frente a mí, con un gesto de confianza en sí mismo, ¿satisfecho? Lo encuentro de pie, apoyando el hombro derecho en el marco de la puerta, jugando con las manos mientras piensa (imagino) que Diana es y será siempre su mujer, y en un futuro próximo, la madre de sus niños.

La señora Casanova nos mira a los tres; autoriza la escena: nos ve confirmando con resignación serena la validez del acontecimiento; a pesar del panorama sombrío que descendió a su vida como secuela de la catástrofe, ahora nos observa involucrados en la conversación, usando las manos como si intentáramos hablar con ellas. Así la imagino: superado el asunto del habla, nos contempla en una película muda y atiende a la mímica de la comunicación, que pasa de unos a otros; codificamos juntos los estados mentales del intelecto, del afecto, procreamos signos en el aire con la motricidad cambiante. Pero, ¿cómo diríamos lo que expresamos ahora si no tuviéramos palabras? Si todos fuéramos afásicos, como lo fue antes Diana, ¿podríamos aprender el lenguaje de señas de los sordomudos? ¿Contaríamos nuestra historia como lo hizo el personaje de Ítalo Calvino en El castillo de los destinos entrecruzados, mediante el ordenamiento secuencial de unas cartas de Tarot? En su relato, un viajero se pierde en el bosque y descubre en una taberna que ha perdido el habla, descubre que todos los viajeros también. El dueño de la taberna aparece y trae consigo una pila de cartas y las pone en la mesa. La única solución frente al mutismo inexplicable consiste en tirar la baraja, lentamente, para revelar cartas, una tras otra, para comunicar la historia que los llevó a perderse en el bosque. Pero, ¿es posible decir cualquier cosa con cartas de Tarot, con imágenes fotográficas, con cine mudo, con pintura?

Un diccionario sin palabras

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