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El diario de guerra de Xaconín
ОглавлениеSE LEVANTÓ IMPENSADAMENTE del suelo un puñado de polvo, y luego otro, y otro, mientras los silbidos rasgaban los aires que iban perfumados de tomillo, y con algo todavía del frescor de la mañana. Se arrojó de bruces contra unos zarzales, arrastrando tras de sí su fusil y su pesada mochila. Entonces, Xaconín, el bisoño voluntario realista del barón de Eroles, decidió, a pesar de una hormiga paseándosele, molesta y atolondradamente, por la nariz, escribir un diario de guerra, un diario que contara las cosas que estaban a punto de sucederle en aquella maldita contienda. Ahora, al cabo de siglo y medio, este diario, efectivamente escrito, ha sido hallado en Albinyana, escondido bajo una teja de la casa natal de Xaconín, medio comido por las ratas. Mi amigo mossèn Concordi, párroco del pueblo, estudiante que fue, en Roma, del más bello e ilustre latín del mundo, me lo trajo alborozado, como si se tratara de un fragmento inédito de Virgilio. Bailándole la mirada tras los cristales de las gafas, el docto y juvenil entusiasmo de mossèn Concordi se derretía de ternura por la figura de Xaconín.
—Le traigo a usted algo excepcionalmente interesante. Lo he leído toda la noche, y hay aquí un poco de todo, pues encontrará usted epopeya, lirismo, crueldad, hipocresía e, incluso, interés lingü̈ístico. Lo que cautiva, sin embargo, es la densidad humana de Xaconín y el constatar tristemente que todo se repite.
Preparé unos whiskys con hielo y, seguidamente, encendimos unos cigarrillos. Tomé el manuscrito entre mis manos y lo hojeé con mucho cuidado, pues su estado es muy defectuoso. En la primera página hay un dibujo, de trazo casi infantil pero extrañamente expresivo, que representa un misterioso personaje situado entre dos árboles, de los que penden unas cabezas humanas. Encima del dibujo, con cierta dificultad, puede leerse: «Llibreta de Joseph Nin, dit Xaconín, de Albinyana, soldat de Granaderos. Feta el dia 25 de juliol de 1823». Luego hay una apostilla que reza: «Cas de la perdre, fareu lo favor de tornarli, si us plau, pagant».
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Como le aconteció a mossèn Concordi, me he leído el manuscrito de un tirón. En realidad, no es un diario en el sentido literal de la palabra, sino la relación pormenorizada de los sucesos que vivió Xaconín en la guerra que mantenía la Regencia de Urgel contra el Gobierno Constitucional hasta la entrada en España de los Cien Mil Hijos de San Luis. El manuscrito, encuadernado en pergamino, se divide en tres partes. La primera, muy precisa y esquemática, es la que puede ser considerada como un diario, pues contiene, día por día, lo que hicieron los restos del ejército de la fe después de salir de Seo de Urgel e internarse en Francia por Andorra. Las autoridades francesas trataron muy bien a estos refugiados, cuyo periplo culminó en Albi, para descender luego a Salses y Perpiñán, donde fueron armados nuevamente al objeto de luchar otra vez en Cataluña. La segunda parte, que debería ser en realidad la primera, nos narra cómo Xaconín salió de Albinyana, en la provincia de Tarragona, para unirse, voluntario, a las fuerzas realistas que operaban muy cerca, así como las batallas en que intervino, para terminar con el sitio y abandono de la Seo de Urgel. La tercera parte está constituida por la transcripción de coplas, originales de Xaconín o no, que cantaba el inflamado ejército de los «serviles».
Aparte del interés histórico que contiene este diario o memoria, es la gran humanidad y el realismo de las mismas lo que conmueve a quien las leyere. El estilo de Xaconín es ingenuo y directo, lleno de faltas y repeticiones y a veces ininteligible. Pero hay cosas que nos hacen estremecer, como al contarnos una retirada con nieve hasta la cintura (la trinxa de les calces), cuando el enemigo los descubre porque se posa a plorà una criatura, empezando en seguida las terribles descargas cerradas de la fusilería. Otras veces nos relata las marchas agobiantes, el hambre saciado a medias con los tronxos de col, los favons y el sègol, el desesperado terror de un ataque a la bayoneta y los saqueos e incendios de los pueblos y villas. También con una gran conmiseración por sí mismo y sus compañeros de armas, nos dice la invasión obstinada de los piojos, plaga terrible de los ejércitos, puntualizando que «nos corrien per tot sobre de nosaltres y las esquenas deis homens semblavan les dels deixuplinats amb les crostes que hi teníem». Al evacuar Seo de Urgel, que fue el 3 de febrero de 1823, se vieron obligados a dejar, ante los ataques del general Mina, los heridos en el hospital. Esto ocurría a las dos de la madrugada y «el llant que movien los dits malalts era capaç de fer plorar a un cor de bronzo al pensar que a la una eren vius y tal vegada a las sis de matinada ja serian morts. Era un còdol per tothom que se haguessen de quedar allí sense saber lo que farian de ells al entrar los malacianos».
Como poeta, Xaconín, aunque prolífero, es bastante pedestre. Admirador del barón de Eroles, le dedica unas Coplas tretas en honor del Baró, de las suas tropas y de la Religió. Una de sus estrofas dice:
De don Joaquim Ybaña
cantaré la alabansa
perque es amich de Déu,
amich de Déu y dels Angels,
amparo de la España
y de la Religió.
Visca la Iglesia Santa
y las tropas del Baró.
No hay mucha gente que escriba diarios, y menos en una guerra. Solo por eso ya nos resulta simpático Xaconín, de quien lo ignoramos todo, excepto lo que nos cuenta en el diario recién descubierto. ¿Cómo debía ser Xaconín?
La guerra terminó con el triunfo de los absolutistas. En uno de los libros parroquiales de Albinyana consta que el día 15 de diciembre de 1823, habiéndose concluido la guerra, se celebró un solemne funeral por los que habían muerto en defensa de la Religión y del Rey. Nada se dice de los vencidos.
Como es sabido, la represión fue dura. Sin embargo, todo vuelve otra vez, y, al cabo de diez años, volvieron los liberales. Por ello, nuestro simpático Xaconín no debió sentirse demasiado seguro. Lo cierto es que el diario que relata lo más importante de su vida (en caso de perderlo fareu lo favor de tornarli, si us plau, pagant) ha sido hallado ahora, al cabo de siglo y medio, maltrecho por el tiempo, pero cuidadosamente escondido bajo una teja.