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Carlsbad y los secretos de la Historia
ОглавлениеSI MARIENBAD FUE EL LUGAR preferido por la aristocracia europea para curar sus males o su tedio, todavía lo fue más el balneario de Carlsbad (asimismo en Bohemia), hasta el extremo de que casi todos los príncipes de las familias reinantes acudían a tan fastuoso y bello lugar un día u otro de su vida. Generalmente quedaban marcados por el impacto que les producía, y algunos parecían como embrujados por su recuerdo e incluso hubo quienes se suicidaron después de releer perfumados paquetes de cartas de aquellos días felices. Las cartas las había amarilleado el tiempo y las cintas con que se habían atado eran casi inexistentes por su fragilidad y de un desvaído color rosa de té. Inevitablemente, antes de que se produjera el hecho fatal
—casi siempre un pistoletazo en la sien—, las cartas eran quemadas una a una en la chimenea y era triste ver cómo el fuego las convertía en negras mariposas de cenizas.
Algo parecido le ocurrió —aunque sin llegar al suicidio— al príncipe Fernando de Sajonia-Coburgo, regente de Portugal, que se enamoró, en Carlsbad, de la señorita Hensler, cantatriz de belleza extraordinaria. Fue un dúo, tierno y exquisito, amenizado por el fragor de las aguas del Hervidero o Sprudel, fuente que sale a chorro de una cuenca gigantesca a la que los enamorados acudían para, allí, ante fondo tan grandioso, unir sus voces ensimismadas en delicados rizos melódicos. Esto sobrecogió en gran manera a la gente, y los corresponsales de prensa enviaron cables y crónicas detalladas con exceso a sus periódicos que alarmaron penosamente a la corte lusitana. Arrebatado por su locura de amor, el príncipe Fernando invitó a la señorita Hensler a cantar para él en el palacio real de Lisboa, una vez terminada la temporada de baños, cosa que esta efectuó con muchísimo gusto. Indudablemente, nada es más fuerte que el amor, y lo que hubiera podido ser un segundo Mayerling terminó felizmente en matrimonio el año 1869, después de rechazar el príncipe Fernando la Corona de España, que le era ofrecida por el general Prim, y de elevar a la señorita Hensler al rango de condesa de Edla.
Otro asiduo concurrente de Carlsbad fue Lord Stanhope, el célebre aristócrata inglés que terminó sus días devorado por una planta carnívora en su jardín de Londres, mientras aguardaba la llegada del premier británico para tomar juntos el té. Lord Stanhope, en una carta dirigida al naturalista barcelonés Antoni de Montpalau, nos ha dejado una descripción tan exacta del aspecto mundano de Carlsbad que no podemos dejar de transcribir este fragmento:
«Hay en Carlsbad un gran número de establecimientos de primer orden montados con todas las exigencias científicas, y al propio tiempo con grandísimo lujo. Entre ellos, el principal es el Kurhaus, luego hay el Baño Nuevo, la casa de baños del Hervidero, con galería magnífica de vidrios emplomados, y el Baño Elisabeth: mas para las personas de la realeza y alta aristocracia hay el Baño Imperial, de moderna construcción, de estilo Renacimiento y montado con un lujo extraordinario. Posee un espléndido vestíbulo y, al lado de la monumental escalera exterior, hay dos rampas para coches de mano; tiene ascensor hidráulico, ingenioso artefacto que dispensa de subir escaleras; peluquería de alta fantasía y cosmética suprema; salones deslumbrantes para fiestas de alcurnia y otros de descanso para señoras y para caballeros fatigados. Los criados y camareras realizan los servicios con pasos de ballet al son de músicas ejecutadas por una orquesta oculta tras los cortinajes. Hay una serie de cuartos de baño dispuestos en semicírculo, todos ellos provistos de un gabinete para desnudarse, recubiertos de azulejos y con retrete, tocador, calefacción al vapor y estufa para calentar la ropa de baño, siendo de notar que todo ello está perfumado con un perfume distinto cada día de la semana. El primero de estos cuartos está destinado exclusivamente a reyes y emperadores, pues además de estas dependencias tiene un salón ricamente amueblado para, si se tercia, celebrar consejo de ministros. Cada cuarto de baño contiene dos bañeras empotradas en el suelo, una para agua mineral y otra para los lodos, con toda clase de duchas. En este edificio hay una gran sala para ejercicios de gimnasia sueca y una instalación completa de mecanoterapia Zander. Cuenta además con baños de ácido corrosivo para operaciones reservadas».
En uno de sus viajes a Carlsbad, Lord Stanhope llegó acompañado del infortunado Kaspar Hauser, hijo, según se decía, de la gran duquesa Estefanía, y a quien Lord Stanhope había prometido adoptar. Lo presentaba a sus amistades con explicaciones prolijas, y aun peligrosas y temerarias, pues en este asunto, todavía no resuelto por la historia, confluían muchos hilos tenebrosos e intereses dispares. En una ocasión se presentó un mensajero de Núremberg, que se entrevistó con el aristócrata inglés en un gabinete secreto del Baño Imperial…, mientras Kaspar Hauser era raptado por unos esbirros de cara patibularia que lo sacaron a cajas destempladas de un baño de lodo que estaba tomando y lo montaron a un coche preparado al efecto. Al oír los gritos, Lord Stanhope reaccionó vivamente, sospechando lo que ocurría, pero tuvo que entretenerse rechazando la agresión del mensajero de Núremberg, que iba vestido enteramente de negro y envuelto en una gran capa del mismo color, el cual se abalanzó sobre él pretendiendo estrangularlo. Después de un violento forcejeo, y gracias al excelente estado físico que le proporcionaba la práctica continuada de los deportes, Lord Stanhope logró rechazar a su rival de un puñetazo en la barbilla. Este, impulsado hacia atrás por el golpe, tropezó con la bañera y, como castigo de la divina Providencia, cayó dentro del ácido corrosivo que estaba allí para las «operaciones reservadas». El ácido cumplió su cometido y, entre burbujas corrosivas, se disolvió el enlutado mensajero de Núremberg. Se buscó inútilmente a Kaspar Hauser y, registradas sus habitaciones, solo fue posible encontrar un crucifijo, una enigmática cartulina con una mano roja estampada y unos versos dirigidos a la desconocida condesa de X, madre, según se infería, de una misteriosa novia suya. Estos versos, muy divulgados en su tiempo, fueron traducidos al castellano, no recuerdo si por Hoyos y Vinent o Luis de Val, y rezan así:
Este día de contento
y general alegría,
puede ser para mí día
de feliz recordamiento
si presta usted asentimiento
y autoriza a mi pasión
para que, con efusión,
a su hija decir pueda
que suya mi vida queda
y suyo es mi corazón.
Las singulares propiedades de las aguas de Carlsbad, que a veces producen efectos dramáticos, o, a todas luces, fuera de lo común, se han pretendido explicar por la radiactividad. En efecto, según los doctores Gilbert y Carnot, analizadas las aguas con el fontactoscopio de Engler y Sieveking en el laboratorio de radiactividad de Madrid, se ha encontrado, empleando la fórmula de Madame Curie, la radiactividad en el punto de emergencia de 878 voltios-hora-litro, «casi toda debida a la emanación disuelta, puesto que si se hace hervir el agua desaparece por completo el poder radiactivo, del cual, al cabo de veinticinco días, tan solo reaparecen 6,4 voltios-hora-litro, indudablemente debidos a la existencia de una mínima cantidad de sustancia radiactiva fija».