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Entre las armas y las letras

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GUILLEM CREIXELL D’ELNA fue un caballero que, sin ser un destacado poeta, supo conquistar la amistad y la admiración de la mayoría de los trovadores de su tiempo, poniendo acompañamiento musical a las más famosas composiciones del trobar clus. Con ello queda dicho su valor como músico inspirado. Inventó asimismo una máquina de trovar, antecedente remoto de las máquinas parlantes y de los cerebros electrónicos, que más tarde fue perfeccionada por don Blasco de Alama, el caballero que batalló en Marea y colaboró con Tomàs Çafont, comisionado real, en el desenmascaramiento y derrota del paleólogo Dimas.

Guillem Creixell nació en Elna, a la sombra de su imponente catedral, pero pasó su adolescencia en la corte de su tío el conde de Foix. Vivió extraordinarias aventuras en estas turbulentas tierras occitanas, cuya belleza bien pronto iba a ser empañada por las más terribles desgracias. Falta todavía mucha luz en algunos rincones del pasado, y ya Claude de Vic y Joseph Vaissète, los dos dominicos de la Congregación de San Mauro, que en 1730 publicaron en París su Histoire Générale du Languedoc, escribieron que «personne n’ignore que la Province du Languedoc est une des plus belles, des plus étendues et des mieux situées du Royaume, et peut-être la plus féconde en événements. Son histoire mérite par là une attention singulière: cependant on peut dire que ceux qui jusqu’ici y ont travaillé, n’en ont donné que des ébauches très imparfaites».

Espíritu delicado y sensible, Guillem Creixell aborreció desde un principio la poesía realista y panfletaria, de intención social, y se refugió en las sutilezas de un idealismo cortante como un cuchillo. El jilguero fue su divisa y el amor cortés, su ambición. A los veinticinco años marchó a la corte del rey de Castilla, en donde alcanzó éxitos resonantes, y allí trabó amistad con un moro juglar, medio mago y matemático, muy hábil en el discurso de la trompa, el cual amplió los conocimientos musicales que el caballero había adquirido durante su juventud en el estudio del quadrivium. El moro tenía una sobrina bellísima muy enamoradiza, llamada Fátima, por cuya causa Guillem riñó con el moro. Parece ser que, después de este percance, nuestro caballero estuvo en Córdoba, despertando el recuerdo de Gerberto, el que luego fuera papa con el nombre de Silvestre II, exaltando siempre su amor por Ripoll, y allí concibió, con la ayuda de mecánicos árabes, su famosa máquina de trovar. Fuentes un poco sospechosas afirman que el moro tocador de trompa y mago poderoso animó con vida natural y vengadora a uno de aquellos animales fantásticos, concretamente a un ave espantosa de ojo almendrado y color verde, que hoy admiramos en los pocos beatus y códices mozárabes que nos quedan. Guillem dio un paso atrás y, soltando el libro, decapitó con su espada al terrible engendro, que ya había empezado a volar amenazadoramente por la cámara.

Guillem Creixell d’Elna dio por terminada su estancia en tan lejanos parajes y emprendió el viaje de regreso. De paso hacia Tolosa, visitó en Barcelona a un primo suyo, notario real, y adquirió una tierra de labranza en Sant Cugat del Vallés permutándola por un rico tratado de astrología. Poca cosa más sabemos de la vida de este caballero, que fue músico y poeta. El gran amor de su vida fue la condesa de Peitien, a quien enamoró poniéndole delante su máquina de trovar, las palabras de la cual acompañaba dulcemente con música de vihuela. Hasta hace muy poco, y pese a los estudios que se han hecho desde Milá y Fontanals a Martín de Riquer 1, se creían anónimos unos versos suyos cuyo esquema métrico es AA bAba AA. Son sus únicos versos que, con la correspondiente anotación musical, el tiempo nos ha conservado. Son los siguientes:

D’amor m’estera ben e gent

s’eu ma dona vis plus sovent.

Balada faz ab coindet son,

d’amor m’estera ben e gent,

qu’a ma bela don a randon,

quar ai estat tan lonjament.

D’amor m’estera ben e gent,

s’eu ma dona vis plus sovent.

Guillem Creixell d’Elna escribió planhs, pastorelas, tensós y algún sirventés. Se conservó soltero y fue amigo íntimo de Guilhem de Saint-Leidier, de Bertrán de Born y Arnaut de Maruelh. Usaba siempre guantes perfumados y era un apasionado de los halcones, a los que encapuchaba con caperuzas recamadas de perlas y rubíes. Fue afortunado poseedor de un cuerno de unicornio, lo que le valió la envidia de muchos grandes señores cátaros. Murió en la batalla de Muret, en la flor de la edad, combatiendo al lado del rey de Aragón, el infortunado don Pedro. Un poco más tarde, y a propósito de las luminosas tierras languedocianas, Bernat de Auriac escribió:

Veiran les Flors, Flor d’honrada semença

Et auziran dire […]

Oil Nenil en luec d’Oc o de No.

Todo esto no lo he soñado. Isabel ha cantado la «Balada del caballero de Elna», muy bella junto al piano. Los que allí estábamos hemos sentido, por nuestra piel, un ligero escalofrío. De pronto ha penetrado en la habitación la sombra de un enorme pájaro y se han hecho añicos los espejos, las copas, los objetos de vidrio. Hemos acudido precipitadamente a la ventana y hemos visto cómo en el jardín era más vivo el rojo de las rosas. El aire seguía siendo dulce y templado.

1 Pasando por Faral, Jeanroy e Higinio Anglés.

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