Читать книгу Las plegarias de los árboles - Joaquín Berger - Страница 16
Capítulo 12 El forastero
ОглавлениеPor un dilatado instante los guerreros contemplaron con sorpresa y desencanto al misterioso forastero.
—¿Por qué habríamos de confiarle el liderazgo de nuestra compañía a un hombre que jamás habíamos visto y que ni siquiera tiene el valor de exhibir su rostro? –cuestionó finalmente Eric.
Todos pudieron ver cómo dentro de la oscuridad de la capucha las facciones del forastero dibujaban una sonrisa. Luego, extendió su brazo hacia una vela en el centro de la mesa y se la acercó al rostro.
De entre todos los semblantes que los guerreros hubiesen podido imaginar ocultos debajo de aquel lienzo de oscuridad, el que la luz reveló fue el último. Aquel forastero no era nada menos que Owen, rey de Eirian.
—¡Mi rey! –exclamó Eric avergonzado–. ¿Qué hace usted aquí? ¡Le ruego que disculpe nuestros rudos modales!
—Por favor –susurró Owen en el momento en que extendía la mano y aferraba la muñeca del herrero–, no pronuncies mi cargo en voz alta.
—Su majestad –acotó Tarla–, su aparición, y las formas de esta, nos deja a todos desconcertados.
Owen se quitó momentáneamente la capucha, su rostro parecía haber recuperado la vitalidad que el concilio le había arrebatado.
—Vengo a ayudar –dijo–, a sumarme a quienes desafían a Maki.
—Eso es fantástico –dijo Leto volviendo a tomar la palabra–, un hombre sagaz como usted es siempre bienvenido.
—Señor –exclamó Eric–, al hacerse presente y ofrecernos su asistencia está yendo en contra de su propia sentencia. Las autoridades del clan no estarán contentas cuando su participación se haga pública, ¿o acaso ha cambiado de parecer?
—No, Eric. La Ciudad Gris será evacuada en los próximos días, tal y como fue acordado en el concilio. Nuestro pueblo debe ser protegido. Por eso es por lo que nadie puede saber de mi vínculo con esta misión, por lo menos por ahora –replicó Owen al momento que volvía a esconder su rostro dentro de la capucha.
—Entonces –dijo Vricio en voz baja e inclinándose hacia delante–, ¿usted nos guiará?
—Exactamente –repuso el rey con entusiasmo–, a eso he venido. Siempre y cuando ustedes crean conveniente delegarme la tarea.
—Para nosotros sería un honor –exclamó Eric alzando su copa.
—Le estamos profundamente agradecidos, su majestad –agregó Tarla.
Owen agradeció las palabras con una ágil reverencia. Luego se adelantó y, con una voz más seria, dijo:
—Por el momento, quiero que recluten a todos los guerreros que puedan, hombres y mujeres comprometidos y corajudos si es posible, yo haré lo propio. Díganles que vengan armados y con provisiones para una semana. Nos encontraremos dentro de dos días en la colina de Ecrod, a las afueras de la ciudad. Ahí les comunicaré el plan que habremos de seguir. Y recuerden, no comenten a nadie de mi participación, eso solo nos traería más problemas de los que ya tenemos.
—¿A qué se debe este cambio tan repentino de parecer, su majestad? –preguntó Leto.
—Nunca cambié de opinión, desde el momento en que Baris nos informó a todos del regreso de Maki supe que yo lucharía, igual que los héroes de antaño.
—¿De dónde nace su deseo tan profundo de combatir? –quiso saber Tarla–. Usted no cuenta con una formación como guerrero.
—La lógica y la sapiencia dan sus frutos –replicó Owen–, pero hay veces en que es mejor escuchar las intenciones del corazón. Por eso es por lo que he decidido luchar yo también.
El rey de Eirian se puso de pie y se dirigió hacia la puerta del recinto. A medio camino se detuvo, se quitó la capucha, se volvió hacia los guerreros y, con una gran sonrisa en el rostro, volvió a hablar.
—Ante la adversidad, todo individuo se encuentra frente a la oportunidad de convertirse en un héroe o en un cobarde. Deberemos elegir bien. Esta es nuestra oportunidad de que nuestros nombres queden grabados a fuego en las memorias de los árboles, y tras haberse pronunciado, el rey desapareció cual flecha en la oscuridad.