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III. Los primeros años de Federico Tomás

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El 23 de julio de 1793 nació Federico Tomás de Adlercreutz, en el seno de una antigua familia de la nobleza escandinava. Nació en Gammelbacka, Finlandia, perteneciente entonces al Reino de Suecia, población situada cerca de la frontera rusa. Sus padres fueron el general conde Carlos Juan de Adlercreutz y la baronesa Henriette Amalia de Stackelberg. Su padre se distinguió como un gran militar, y adquirió fama en toda Suecia luego de varios combates y victorias contra los rusos en la guerra de 1808-1809.

El torpe manejo dado por el monarca Gustavo IV al conflicto que perdieron ante los rusos, gatilló el golpe de Estado ocurrido el 13 de marzo de 1809, cuando Carlos Juan de Adlercreutz y otros seis oficiales depusieron al rey y lo reemplazaron por un tío de este, quien pasó a llamarse Carlos XIII.3 Más que un golpe de cuartel estos acontecimientos desencadenaron una revolución, una nueva época en la historia sueca. A partir de esa fecha se promovió aún más el interés de Suecia por las colonias españolas en América, ya que “toda la sociedad sueca se encontraba fuertemente ligada a los principios democráticos que habían sido establecidos a partir de la “revolución de Estado” de 1809-1810” (Vidales, 1988, p. 50).

Agitada en extremo fue la primera infancia de Federico Tomás. En 1796, cuando contaba solo tres años, quedó huérfano de madre, por lo que su padre se vio en la necesidad de dejarlo a vivir con sus tíos, ya que estaba en el frente de batalla luchando contra los rusos. A los trece años entró como cadete en la Escuela Militar de Carlberg, en donde permaneció cuatro años recibiendo una educación rigurosa y esmerada: allí hizo cursos de artillería, fortificaciones, reglamento de caballería, artículos de guerra, equitación, esgrima, topografía, álgebra, tablas logarítmicas, geografía, inglés, francés, alemán y baile (Brante, 1941, p. 224). No es extraño que descollara más tarde por su cultura entre la oficialidad colombiana y que su compañero de armas, el general irlandés Francisco O´Connor, dijera de él que era “el jefe más instruido y más completo de cuantos habían venido a Colombia”.

En 1809, formó parte de las comisiones que negociaron con Rusia el tratado de paz, y más tarde con Dinamarca. Luego viajó a la Francia napoleónica para ingresar a la Escuela de Artillería y Fortificación de Metz, en donde siguió estudios militares durante algunos meses. De regreso a Suecia en 1810 le correspondió salir al encuentro del mariscal Bernadotte, quien ocho años después sería coronado como rey de Suecia. Federico se ganó la simpatía de Bernadotte, por lo que este lo nombró su primer edecán (Giraldo, 1960).

Los años trascurridos entre 1810 y el Congreso de Viena (1815) son los más brillantes de la carrera militar de Adlercreutz en Europa, logrando sobresalir como soldado y como diplomático. Por sus servicios militares y diplomáticos, el rey de Prusia lo condecoró con la Orden al Mérito, el zar de Rusia con la Orden de Santa Ana y el rey de Suecia con la medalla de oro al valor militar, además de distinguirlo como Caballero de la Real Orden de la Espada. Sus méritos fueron de reconocimiento público, por lo que no se entiende el bajo perfil que lo caracterizó durante toda su vida:

¿Es por casualidad que no haya exhibido sus méritos, ni escrito sus memorias, o es un rasgo del carácter sueco-finlandés el de encerrar en sí las fuertes emociones y preservarlas celosamente del contacto con el mundo exterior… y relegarlos en lo trascendente, en lo metafísico, en lo religioso? (Brante, 1941, p. 230).

Lo cierto es que no todos los suecos que visitaron Colombia en esa época actuaron a la manera de Adlercerutz: por el contrario, sus compatriotas Severin Lorich, Carlos A. Gosselman, Pedro Nisser y Carlos de Greiff, plasmaron sus vivencias en informes, libros o diarios, de gran utilidad para conocer la situación de Colombia en los primeros años de su vida independiente.

Foto 1. Retrato de Federico Tomás Adlercreutz hecho por el artista Per Krafft, El jóven


Foto: Jens Lindhe.

3. El nuevo rey Carlos XIII no tuvo hijos, por lo que fue elegido como heredero un príncipe danés quien murió al poco tiempo, y en su reemplazo fue nombrado el mariscal francés Juan Bautista Bernadotte. Este militar francés se había ganado el aprecio y respeto de los suecos durante su permanencia en Pomerania (región que perteneció a Suecia) y por su decisión de combatir al ejército de Napoleón, su antiguo jefe. Bernadotte reinó en Suecia bajo el nombre de Carlos XIV Juan, desde 1818 hasta 1844, dando comienzo a la actual dinastía sueca (Parra-Pérez, 1928, pp. 11-12).

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