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D. La batalla de Ciénaga y la campaña de Santa Marta

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A mediados de agosto de 1820, un año después de la victoria patriota en la batalla de Boyacá, Bolívar llegó a Barranquilla procedente de Villa del Rosario de Cúcuta. En Soledad se reunió con Montilla y Córdova, hizo un reconocimiento de la línea del Magdalena, y dio instrucciones sobre el ataque a Santa Marta. En esos días decisivos para la Independencia del litoral Caribe, también llegó a territorio colombiano el conde sueco Federico Tomás Adlercreutz. Bolívar lo recibió en audiencia y luego de revisar su trayectoria militar y diplomática, se lo recomendó al entonces coronel Mariano Montilla. Así, el 24 de agosto de 1820 (el 29 de agosto según O´Leary), durante la campaña de Santa Marta, Adlercreutz fue incorporado oficialmente al Ejército Libertador como teniente coronel de caballería, al igual que el capitán alemán Felipe Braun (Lecuna, 1982; Brante, 1941).

Mapa 2. Sitios visitados por Adlercreutz para incorporarse al Ejéricito Libertador, agosto 1820.


Fuente: Elaboración propia.

El 26 de agosto, Bolívar viajó de Soledad al “Cuartel General Libertador” de Turbaco, para pasar revistas a sus tropas y recibir los informes sobre el sitio de Cartagena. El primero de septiembre un destacamento realista con sede en Cartagena atacó sorpresivamente a las tropas republicanas acantonadas en Turbaco, de donde Bolívar había salido horas antes. Desde su cuartel en Soledad Montilla dispuso de inmediato una contraofensiva para recuperar las posiciones perdidas en Turbaco, población estratégica situada a poca distancia de Cartagena.

Montilla era un rico y aristocrático hacendado venezolano que se unió a la causa de la Independencia de su país en 1808. Derrotada en Venezuela la primera república, Montilla fue acogido por el gobierno republicano de Cartagena, ciudad que defendió durante el sitio de Morillo de 1815. De nuevo derrotado viajó por Estados Unidos, México y Haití, y en este último país discutió con Bolívar sobre la unidad de mando militar. Ante sus desavenencias con Bolívar en 1816, quedaron expulsados del Ejército Libertador Mariano Montilla, el corsario Luis Aury y Juan Miramón. Tres años después Montilla se reincorporó al Ejército Libertador en la isla de Margarita, bajo el mando del general Rafael Urdaneta. Luego de algunas acciones militares en Venezuela, Urdaneta y Bolívar le encargaron la misión de expulsar a los españoles de la costa colombiana sobre el Caribe (Imprenta de Manuel A. Carreño, 1851; Cacua, 2001).

Adlercreutz comenzó su actividad militar al mando del entonces coronel Mariano Montilla, comandante general del ejército que actuaba en las provincias colombianas del Caribe. Durante su primer año en la Gran Colombia (entre agosto de 1820 y junio de 1821), Adlercreutz estuvo al lado de Montilla reconociendo el terreno, las tropas, los jefes y las condiciones como se desarrollaba la guerra, y el 30 de mayo de 1821 fue nombrado ayudante general del estado mayor del ejército de la costa, comandante de su vanguardia y del escuadrón de húsares, “en cuyos destinos ha hecho la campaña del Magdalena hasta la entrada en esta plaza en donde es comandante del cuerpo de ingenieros” (Ediciones de la Presidencia de la República, 1982, p. 916, t. 2).

En este período crucial para la historia de Colombia, Adlercreutz mantuvo enterado de los acontecimientos al gobierno sueco, a través de su correspondencia con Johan Norderling, gobernador de la colonia sueca de San Bartolomé, en los años 1820 y 1821. El 8 de octubre de 1820 escribió desde Barranquilla una carta, en la que define crudamente su percepción del conflicto: “La guerra parece ser llevada más bien por comerciantes que por militares”. En este sentido considera al almirante Brión como la “imagen de una ignorancia completa, sin respeto ni crédito”, y critica en general a los oficiales extranjeros. Su visión es desconsoladora, pero no muy lejos de la realidad:

Si no estuviese España tan débil como lo está, podría sin duda alguna, con sólo cinco mil hombres para este continente prolongar la guerra o el juego de la guerra durante siete años todavía. Probablemente no volverá a producirse nunca más la invasión por parte de España (Vidales, 1991, p. 3; Mörner, 1961, pp. 34-35; Vidales, 2004, p. 11).

De seguro estas impresiones de Adlercreutz se basaban en amargas experiencias que se estaban viviendo en el corazón del ejército libertador en 1820, cuando legionarios irlandeses se sublevaron e incendiaron Riohacha, mientras el almirante Brión mantenía una agria disputa con el corsario francés Luis Aury, quien ofreció su armada a la nueva república, y la vieja rivalidad Montilla-Brión. Vale la pena conocer la opinión del patriota cartagenero José María del Castillo y Rada, quien el 10 de diciembre de ese año le dirigió una carta al general Santander, en que se queja por la forma seca y amenazante como el almirante Brión recibió en Santa Marta la escuadra de Aury. Sobre Brión dice que “aunque es laborioso y tiene mucho celo es hombre sin talento ni luces… El otro (Aury) tiene mucho partido; es un excelente marino, valiente oficial y el terror de los españoles” (Cacua, 2001, p. 173). Concepto similar tenía Adlercreutz, quien definió a Aury como “pirata honrado”, o el viajero sueco Carlos Hauswolff quien lo consideraba como “un gran hombre”.

En los meses finales de 1820 los patriotas efectuaron incursiones militares contra poblaciones dominadas por los españoles sobre el Magdalena y en la provincia de Santa Marta. Se debe recordar que durante la guerra de independencia, patriotas y realistas utilizaron el sistema de tierra arrasada. El saqueo de productos agropecuarios fue permanente durante la guerra, y practicado indistintamente por ambos bandos. Se sabe que algunos propietarios, cuando veían inminente el triunfo de sus enemigos, preferían incendiar sus haciendas o sus viviendas, para que aquellos no encontraran alimentos o sitio donde pernoctar. También fue política de ambos bandos imponer “cuotas forzosas” y confiscar propiedades de sus enemigos. Así por ejemplo en Cartagena, en 1815, el gobierno republicano ordenó una contribución forzosa del 5% sobre el valor del capital y las inversiones de cada persona. Al año siguiente, Morillo confiscó 109 inmuebles en Cartagena, propiedad de varios patriotas (Sourdis, 1994).

Bolívar había instruido a Montilla sobre sus prioridades en las provincias del litoral: el primer objetivo era asegurar el control del río Magdalena; el segundo, ocupar la ciudad de Santa Marta, el tercero bloquear a Cartagena, y por último lanzar la campaña contra Maracaibo. Y así se hizo, en estricto orden. Para llevar a cabo este propósito, Montilla estableció su cuartel general en Soledad, muy cerca de Barranquilla, a donde se trasladó con su oficialidad y edecanes, entre los que se encontraba Adlercreutz. Siguiendo el plan estratégico de Bolívar, los hombres al mando de los coroneles Carreño, Padilla y Maza se tomaron las baterías de la Barra y Puebloviejo el 10 de noviembre, así como las fortificaciones de San Juan de Ciénaga, mientras el almirante Brión aplicaba un cerco naval a la plaza de Santa Marta. Luego de la victoria en la Ciénaga Grande, el gobernador español de Santa Marta abandonó la ciudad y el Cabildo de la ciudad le escribió a Carreño para negociar la rendición. Los hombres al mando del coronel Carreño entraron a Santa Marta en 11 de noviembre de 1820, luego de una sangrienta campaña que dejó en el campo de batalla cerca de 700 muertos, 400 heridos y más de 600 prisioneros, en su gran mayoría pertenecientes al ejército español (Blanco y Azpurúa, 1977; Lecuna, 1950).

Además de estas bajas producidas por el enfrentamiento armado, las tropas se enfrentaban a otro enemigo que atacaba por igual a los dos bandos: las enfermedades tropicales como el “vómito negro” (fiebre amarilla) y el paludismo. La correspondencia de la época nos confirma que el coronel Lara se enfermó días antes de la campaña de Santa Marta, por lo que debió ceder la dirección al coronel Carreño; las tropas del coronel Córdova se vieron afectadas por fiebre amarilla en la zona de Corozal; Montilla, que sufría de asma, también padeció de paludismo (Sourdis, 1994); y Adlercreutz se quejaba de calenturas y malestares estomacales “causados por una mala alimentación y el agua del río Magdalena. Sin embargo, me he ido mejorando gracias a la mejor agua y los buenos baños que hay aquí (en Santa Marta)” (Mörner, 1960).

Después de la liberación de Santa Marta vinieron unos pocos meses de relativa calma para las tropas de Montilla, como efecto del armisticio firmado entre Bolívar y Morillo el 25 de noviembre de 1820, con vigencia de seis meses, pero que en realidad se mantuvo menos de cuatro. Montilla se trasladó a Santa Marta el 15 de noviembre en compañía de Pedro Gual y otros colaboradores cercanos, con el fin de organizar el nuevo gobierno republicano. Adlercreutz llegó con este grupo a Santa Marta, y desde esta ciudad envió una carta al Gobernador Norderling con fecha 24 de febrero de 1821. En la misiva, Adlercreutz le explica al Gobernador de la isla de San Bartolomé los acontecimientos políticos y militares ocurridos en Colombia en los últimos meses, como el armisticio firmado entre “El Libertador” Bolívar y “El Pacificador” Morillo en noviembre de 1820, el aplazamiento de la instalación del Congreso de Cúcuta y el rompimiento de la tregua cuando las fuerzas del general Rafael Urdaneta apoyaron la declaración de independencia de la ciudad de Maracaibo y pidieron de inmediato la unión a la nueva República8. En esta carta, a diferencia de la anterior, se nota a un Adlercreutz más comprometido con la causa libertadora.

Un conde nórdico en el Caribe:

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