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1.5. LAS CONSECUENCIAS

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Las emociones afectan a casi todos, o todos, nuestros procesos cognitivos. La percepción (Vuilleumier y Huang 2009), atención (Yiend 2010), memoria (Cahill y McGaugh 1998) y la toma de decisiones (Phelps, Lempert y Sokol-Hessner 2014) son cuatro aspectos cruciales que se ven afectados por la emocionalidad del momento. Sabiendo que la segunda lengua reduce la emocionalidad de las palabras, la pregunta es casi automática ¿podría ser que el uso de una segunda lengua funcione como una barrera que no deje filtrar la emoción para que estos tengan un efecto en los distintos procesos cognitivos?

La investigación del efecto de la segunda lengua en la cognición se focalizó en un principio en la memoria, concretamente en la autobiográfica. Así, se encontró que los recuerdos eran más vívidos, emocionales y detallados si la lengua en la cual se recuperaban era la misma que se estaba usando en el momento del recuerdo (Marian y Neisser 2000; Schrauf 2000 para más detalles), lo cual tiene implicaciones importantes para el estudio durante un aprendizaje de la segunda lengua. Estos resultados llevaron a estudiar el efecto de manera más controlada en el laboratorio, presentándoles a los sujetos palabras de distinto cariz emocional, ya que esas palabras son habitualmente más recordadas que las palabras neutrales (MacKay y Ahmetzanov 2005). Al principio, se encontró el resultado esperado: las palabras emocionales que se les había presentado al participante en el laboratorio eran retenidas mejor, pero solo para la lengua nativa, no la segunda (Anooshian y Hertel 1994). Pero este resultado no se consiguió replicar, incluso se ha encontrado lo opuesto: más memoria para el contenido emocional en la segunda lengua que en la nativa (Ayçiçeǧi y Harris 2004; Ayiegi-Dinn y Caldwell-Harris 2009) o ninguna diferencia entre lenguas (Ferré et al. 2010). Estos resultados contrastan con otra evidencia donde se ha vuelto a encontrar que existe una reducción del recuerdo de palabras emocionales en una segunda lengua comparada con la primera (Baumeister et al. 2017).

Debido a estos resultados diversos está todavía poco claro exactamente cuál es el efecto en memoria de una segunda lengua: parece que existe para recuerdos autobiográficos, pero que este es pequeño y, a veces, inexistente para memorias creadas artificialmente en el laboratorio. Con estos resultados, alguien podría aventurarse a sugerir que a lo mejor la reducción de emocionalidad en una segunda lengua no es tal, debido a que no se encuentra esta reducción de memoria emocional. Eso es plausible, pero se basa en la asunción de que el incremento de retención de las palabras emocionales es debido únicamente a su naturaleza más emocional. Una posible alternativa sería que se retienen más debido a su relación semántica, lo cual aumenta la retención de palabras (Buchanan et al. 2006), más que al componente emocional. Esto también podría relacionarse (o interactuar) con el hecho de que los eventos se recuerden mejor en la lengua en que sucedieron, independientemente de su valencia emocional, por un papel crucial de la memoria episódica, donde la lengua vehicular del evento es, por fuerza, un factor fundamental (Goldinger, 1998). Aunque más investigación es necesaria, el hecho de encontrar que un fenómeno teóricamente basado en la emoción no se ve afectado por el procesamiento de una segunda lengua, puede hacernos 1) dudar de hasta qué punto la segunda lengua reduce la emoción o 2) dudar de hasta qué punto el fenómeno en cuestión es realmente causado por la emoción. Considerando el amplio abanico de evidencia a favor del primer punto, cabe sin duda tener en cuenta la segunda posibilidad.

Seguramente, el ámbito en el que la reducción emocional de una segunda lengua ha generado más repercusión por la cantidad de fenómenos encontrado ha sido en la toma de decisiones. Keysar, Hayakawa y An (2012) empezaron esta línea de investigación, encontrando que los bilingües se veían menos afectados por cómo la información estaba explicada en su segunda lengua que en la nativa. En otras palabras, los bilingües fueron más consistentes en sus juicios en su segunda lengua. Además, los bilingües también mostraron tomar riesgos de manera más racional en su segunda lengua, en el sentido que tomando esos riesgos iban a ganar más dinero a largo plazo que no tomándolos. Más adelante, Costa et al. (2014) replicaron el mismo efecto –los bilingües se veían menos afectados por cómo se daba la información– y lo extendieron a otros ámbitos, como la aversión a la ambigüedad. Para poner todo en perspectiva, lo sorprendente es que donde cabía esperar una reducción de capacidad por encontrarse en un contexto de mayor complejidad como el de una segunda lengua, se encontraba precisamente lo contrario: los bilingües parece que, al menos en algunos casos, toman mejores decisiones en su segunda lengua que en su primera.

Por sorprendente que puedan parecer los efectos de segunda lengua (acuñado efecto de lengua extranjera) en la toma de decisiones, se esperaría que ciertos aspectos fueran impermeables a posibles cosas ajenas como la lengua que se esté usando en el momento. Por ejemplo, los juicios morales. Imagínese el siguiente escenario: “Se encuentra en un puente, hay un tren a punto de pasar por el túnel y matar a cinco personas que se encuentran en las vías. La única manera de pararlo es empujando a una persona que está a tu lado, de tal manera que matarías a esa persona, pero salvarías la vida de las otras cinco. ¿Lo harías?”. Uno esperaría que este dilema, que contrapone dos vertientes filosóficas, la deontológica y la utilitarista (ver Greene 2014 para una explicación detallada de las dos vertientes), debería contestarse independientemente de la lengua en la cual se haya descrito el escenario. No obstante, resulta que no es así, cuando el escenario es descrito en una segunda lengua, el porcentaje de gente que contesta “Sí, lo haría” se dobla. Así, alrededor de un 20% en una lengua nativa, este porcentaje sube hasta casi un 40% en la segunda lengua (Costa et al. 2014). Este efecto se ha encontrado múltiples de veces y con una gran variedad de lenguas como segunda, entre ellas el español (Geipel, Hadjichristidis y Surian 2015b; Corey et al. 2017). Es decir, la segunda lengua nos hace estar dispuestos a romper según qué normas morales por el bien mayor.

A partir de estos dos trabajos influyentes (Keysar, Hayakawa y An 2012; Costa et al. 2014) ha habido una explosión de publicaciones y nuevos fenómenos con relación a cómo la segunda lengua afecta la toma de decisiones y los juicios morales. Por citar algunos ejemplos, en el campo de la moralidad, parece que la gente evalúa los actos inmorales con menor severidad en su segunda lengua que en la nativa (Geipel, Hadjichristidis y Surian 2015a; pero ver Costa et al. 2018) o que miente más cuando usa su lengua nativa que cuando usa la segunda (Bereby-Meyer et al. 2018). En comparación, en la toma de decisiones, el descubrimiento de nuevos efectos ha sido más lento, e incluso alguno de los efectos originales han recibido evidencia en contra (Hayakawa et al. 2018). Por lo general, el efecto de la segunda lengua en la toma de decisiones y juicios morales se ha interpretado bajo el paraguas de este distanciamiento emocional causado por la segunda lengua, aunque otras explicaciones alternativas se han propuesto (Costa, Vives y Corey 2017). Así, no es de extrañar que el ámbito más prolífico haya sido el de moralidad, donde es especialmente sencillo crear situaciones donde la emoción juegue un rol importante. En línea con la explicación emocional, la mayoría de los efectos encontrados hasta el momento se caracterizan por contar con un indiscutible cariz emocional y en los casos que se ha estudiado el efecto de una segunda lengua en situaciones neutras con poca o ninguna emoción, no se ha encontrado ningún efecto de lengua (Vives, Aparici y Costa 2018). De todos modos, la cuestión todavía está siendo objeto de estudio, ya que existen efectos que no se podrían explicar solamente a partir de la reducción de emoción (ver Díaz-Lago y Matute 2018).

Finalmente, se continúa estudiando cómo el distanciamiento emocional de la segunda lengua afecta la terapia clínica (ver Santiago-Rivera y Altarriba 2002), pero aparte de autoinformes y diseños cualitativos, también se ha empezado a estudiarlo de manera más sistemática en el laboratorio. Así, García-Palacios et al. (2018) investigaron si la segunda lengua protegía a los participantes de ser condicionados a un estímulo aversivo. El experimento funcionaba así: los participantes son avisados que van a ver dos estímulos, un círculo azul y otro amarillo y que a veces, cuando vean el amarillo, puede que reciban una descarga eléctrica (controlada). Este aviso se le hizo en la lengua nativa de los participantes o en su segunda lengua y se sabe por trabajo previo que avisar a la gente de que un estímulo está asociado a poder recibir una descarga eléctrica es suficiente para que muestren una respuesta aversiva a ese estímulo (Phelps et al. 2001). García-Palacios y colaboradores replicaron ese mismo efecto al observar que el tamaño de la pupila era mayor cuando los participantes veían el estímulo asociado con la posibilidad de descarga que cuando veían el otro estímulo neutro. A la vez, esa respuesta pupilar se redujo cuando el aviso se dio en una segunda lengua, sugiriendo que los participantes fueron menos condicionados en su segunda lengua que en su nativa. Actualmente, los estudios que se están realizando tienen como objetivo estudiar la otra cara de la moneda: parece que la segunda lengua condiciona menos que la primera, ¿ocurrirá lo mismo para acabar con el condicionamiento? Esto tendría importantes consecuencias a nivel de terapia, por ejemplo, en el caso de las fobias.

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